'71, de Yann Demange

Horror

Después de una semana sin pisar las salas por haber estado e Madrid, de regreso me encuentro con una cartelera renovada pero en la que no hallo demasiado atractivo. Hay sin embargo un filme que tengo curiosidad por ver, del que recuerdo vagamente una crítica que lo presentaba como interesante. Dada mi progresiva pelea con la desmemoria, no recuerdo ni quién la firmaba ni su contenido, pero bastaba como señal de alerta. El comentario se acompañaba de una entrevista al director, Yann Demange, y el título resultará curioso para los poco avezados '71. Veamos pues a qué responde.     


Su director ha trabajado como realizador en todo un conjunto de series televisivas desde 2007, pero parece que es su primera incursión en el mundo del cine. Nacido en París en 1977 ha decidido realizar una incursión en el Belfast de 1971, de ahí el título. De aquella época en la que era estudiante en Salamanca, mis recuerdos son en blanco y negro, como lo era la tele de entonces o las fotos que nos hacíamos. Las noticias no tenían la inmediatez de hoy, pero sí sé que éramos conscientes del conflicto en Irlanda del Norte, ocupada por los británicos y en la que se encontraban con una feroz oposición de los católicos nacionalistas capitaneados por el IRA, defensores de la anexión al resto de Irlanda, que ya había conseguido tiempo atrás la independencia. Todo muy esquemático. Pero el cine nos ha ido ilustrando sobre aquel enfrentamiento y nos lo ha ido explicando a veces con enorme y necesaria crudeza. En el nombre del padre, de 1993 ya nos sobrecogió gracias al magnetismo de Day-Lewis y E. Thompson y al error judicial que presentaba. Noyhing personal (1995) se adentraba em el interior de un grupo terrorista, esta vez de los que apoyaban a los británicos, los lealistas. The boxer, de 1997, era irlandesa y también sabía de lo que hablaba, la conflictividad en el interior mismo de la comunidad católica de Belfast y los coletazos del terrorismo del IRA. Bloody Sunday (2002) contaba el horror que se produciría un año después, en el 72, durante una marcha pacífica de ciudadanos que fue reventada por el ejército. Cuando llegué allí,  tras los Acuerdos de Viernes Santo de 1998, sólo quedaban pintadas en las paredes para atraer a los turistas. He hecho este rápido recuento, porque en la peli que nos ocupa el conflicto tan sólo se enuncia en la secuencia de "preparación" de los soldados británicos al llegar a Belfast: dos zonas pintadas de diferente color para señalar a las comunidades enfrentadas; esa es toda la referencia que el director ofrece y me parece insuficiente para quienes desconocen, por no haberlo vivido, todo aquello.


La estructura del filme, obra de su guionista, Gregory Burke, parece la de una tragedia clásica: un prólogo de presentación, y una parte central con unidad de tiempo (un día y una noche), unidad de lugar (las calles de Belfast), y unidad de acción (un soldado que pierde al resto de su batallón al ir a controlar una detención de un supuesto militante del IRA y le toca huir para evitar que lo capturen y lo maten); se cierra con un epílogo. Pues bien, el núcleo de la peli se convierte en un trhiller trepidante, rodado con cámara al hombro y acelerado con un montaje diabólico desde la persecución inicial. Cuando llega la noche se convierte en angustioso, por cómo se va complicando a medida que los diversos personajes que aparecen van desvelando sus cartas, sus intereses, sus fines. La manipulación de niños y adolescentes, las traiciones dentro del propio grupo, las conveniencias de tipo político (el comisario que no tiene que dar cuentas a nadie resulta siniestro), la crueldad en un lado y en otro, en un bando y en otro, hacen que uno deje de pensar que se encuentra en un juego de la Play de carácter hiperrealista. Estamos entonces ante una cinta de denuncia que no lo parecía.


La ambientación, como suele suceder en este tipo de películas británicas, resulta cuidadísima y lo retrotrae a uno a aquella época de minifaldas, camisas de cuellos de pico, melenas descuidadas de los '70..., todo absolutamente auténtico, nada de ambiente de guardarropía como ocurre en las españolas. Las localizaciones, un par de calles y su laberinto de patios traseros, y el edificio nocturno tan desolado y peligroso en su desnudez, se combinan para ser el espacio perfecto para la persecución. Jack O'Connell, de 23 años y sangre irlandesa, y a quien había visto en la terrible This is England en 2006 como un jovenzuelo en una pandilla de skinheads,  lleva aquí el peso y el agobio de esa persecución que seguro cambiará su vida. Como dice uno de los personajes, "esos soldados no son sino trozos carne", chavales que se han de jugar la vida en beneficio de otros que siempre quedan en segundo plano tomando las decisiones. La peli me dejó sin aliento y con un sabor amargo en la boca, lo normal ante el espectáculo de una ocupación de carácter colonial, una reacción que acaba en el terrorismo,  y algunas personas entre dos fuegos, en un ambiente en el que la vida humana no vale nada. A pesar de ello, muy recomendable.

José Manuel Mora.





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