El inocente, de Ian McEwan

 Una de espías...; o no....

Quienes se entretienen ojeando estas páginas saben de mis preferencias por la literatura en español. Uno nunca sabe si fiarse de las traducciones (aunque las tenemos y muy buenas), pero es cierto que se trata del único modo de acceder a obras de otras culturas de las que uno ha oído hablar. El que haya reincidido de nuevo en una obra traducida se debe a la casualidad. No sé dónde he puesto el libro electrónico, en mi casa, y no lo llevé en mi viaje a Madrid, así que tuve que echar mano de uno  manoseado que se encontraba en la estantería de mi hermano. Y así di con la novela de McEWAN, IAN. EL INOCENTE. Barcelona: Anagrama, 1991. Rompo pues con la racha de novedades que me han estado ocupando estos últimos meses.


Este chico joven de mi edad, es uno de los escritores británicos más reputados de la segunda mitad del siglo XX. Naturalmente había oído hablar de él y seguro que habré leído referencias en los suplementos culturales, pero no había caído nada en mis manos escrito por él. Además, de esta novela se hizo una versión fílmica en 1993, con A. Hopkins, que se me debió de escapar. Así que me adentré en la novela sin ninguna idea preconcebida, orientado tan sólo por la pequeña sinopsis de la contracubierta: "Berlín, 1955, en plena guerra fría..." Inicialmente parecía el típico libro de espionaje, propio de esa época en la que una clave descifrada podía trastocar el inestable equilibrio de la política europea, cuyo eje de confrontacióm pasaba por un Berlín en el que aún no se había levantado el muro. Pero en cuanto se avanza una páginas surge el que me ha parecido uno de los rasgos definitorios del estilo de este hombre: la ironía. Ironía que aplica al protagonista, tan inglés, en su confrontación con el estilo yankee de los militares con quienes tiene que compartir su tarea. Una ironía que se tiñe de un humor suave, que destapa la sonrisa sin llegar a la carcajada.


Y de repente la historia da un giro hacia una relación amorosa del protagonista con una muchacha alemana a la que conoce en un salón de baile de los de la época. El desarrollo de la misma, entre Leonard, que ha llegado virgen a los 24 años, inocente respecto a la vida, que ha vivido arropado hasta entonces en casa de sus padres, y ella, un poco mayor que él, divorciada y experimentada resulta enternecedora. El ambiente del Berlín bombardeado y medio destruido, de los bares donde se bebe cerveza  en jarras de medio litro, de la música estadounidense que se escucha, del frío y la grisura del invierno berlinés están perfectamente captados. Y las sorpresas no acaban ahí, lo que pasa es que, fiel a mi política de no "espoilear" los argumentos, lo dejo en suspenso para que quien se ponga a leer se vaya quedando tan sorprendido y aterrorizado como me ha sucedido a mí y todo como quien no dice nada, con la naturalidad con la que el maestro Hitchcock presentaba sus asesinatos. Aunque la novela está contada desde la perspectiva de Leonard y es a quien mejor se llega a conocer, los retratos de los personajes que lo rodean son estupendos: el de Maria, el del compañero yankee...


Hay un epílogo treinta años posterior al núcleo central de la historia y, sobre todo, una addenda en la que se nos informa de que el autor ha partido de un hecho de espionaje cierto sobre el que ha levantado su ficción. De nuevo la Historia como fiel ayudante de la imaginación del novelista. Probablemente este título me sirva de acicate para conocer algún otro del mismo autor. Animo a quien haya llegado hasta aquí a enfangarse en esta apasionante narración que sin ser "esencial para la supervivencia", como les decía a mis alumnos, se lee con auténtico apasionamiento.

José Manuel Mora.
  

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