The imitation game, de Morten Tyldun

 Mecanismo de relojería

Ahora toca recuperar el tiempo perdido, antes de que la semana que viene comiencen los horarios habituales y haya menos tiempo para meterse un par de horas en el cine, que es lo que dura la que paso a comentar. Es poco frecuente que una peli se anuncie con su título original y que el subtítulo que aparece, además del horrible uso del gerundio como sustantivo ('Descifrando Enigma'), no tenga nada que ver con el significado del original (¿'Juego de imitación'?), aunque sí con el contenido del filme. The imitation game, está dirigida por Morten Tyldun, director noruego de quien ya comenté aquí su anterior obra, The headhunters, y que está basada en una "increíble historia verdadera", como anuncia el cartel, lo que puede predisponer de entrada en su contra.


Se trata de un biopic que decimos los ingleses, no en balde el guión se apoya en la biografía del matemático Alan Turing, de quien yo no había oído hablar hasta leer un suelto en prensa con motivo del estreno de la peli en Toronto, donde ganó el premio del público. Abarca en un vaivén temporal leve y señalado por fechas, la adolescencia de un muchacho de inteligencia despierta a quien apasionan los juegos de lenguajes encriptados y con una sensibildad extrema, que le hace ser objeto de escarnios continuos por parte de sus compañeros. Lo encontramos después como brillante y precoz matemático, que es requerido por el ejército británico durante la IIª Guerra Mundial para desentrañar el lenguaje cifrado que usan los alemanes para atacar la flota aliada en el Atlántico. Son billones las combinaciones que habría que hacer para dar con la clave y él se propone trabajar con una máquina que procese la información y elabora las posibles soluciones del enigma. Estamos en los inicios de los ordenadores. Lo que se plantea como un complicadísimo acertijo para los cuatro varones y una mujer que han sido seleccionados, acabará acarreando unas decisiones cuya responsabilidad moral es difícil de asumir. El 'Enigma' del que habla el subtítulo es el nombre en clave del código nazi, pero podría ser también el enigma, ahora con minúscula, que esconde el matemático, su homosexualidad no confesa y que, de saberse, podría suponer su expulsión de la misión y de la Universidad.


La interpretación de Benedict Cumberbatch, a quien había visto en alguna peli anterior (Doce años de esclavitud, o en Amazing grace) sin que me dejara más huella, en el papel del matemático es excelente: sus dudas, sus tics, su imperturbabilidad como modo de sobrevivir a los ataques exteriores, su incapacidad para la ironía y el juego, su angustia vital, todo es capaz de mostrarlo en primeros planos sin trampas. Charles Dance (a quien hemos visto en Juego de tronos) compone un militar de carrera impecable e implacabe. Al igual que Keira Knightley (tan convincente en Quiero ser como Beckham  o en Orgullo y prejuicio) muy en su papel de chica adelantada a su época, sin excederse en audacias. Parece que se le ha reprochado al director haber pasado de puntillas por el enigma personal de Turing, cuando seguramente constituyó un elemento que explicaba muchas de sus filias y fobias. Aunque es cierto que no se explaya en el asunto, también lo es que lo hace al final del metraje. Sobra decir que como en la mayoría de producciones de época británica, la ambientación y todos los detalles están cuidados al máximo.


Al poco de acabar la guerra se dice que fue condenado por «indecencia grave» al haber mantenido relaciones homosexuales, lo que lo llevó a ser castrado químicamente, lo que no pudo soportar y que lo hizo suicidarse en 1954. Tiempo después dichos actos dejaron de ser delito y la condecoración a título póstumo del matemático por parte de her Majesty en 2013 no le sirve ya para nada. Las cifras con las que concluye la película sobre la pantalla en negro, antes de los créditos, son escalofriantes, y dramáticas. Y uno se pregunta cómo es posible que, tras lo sucedido con Oscar Wilde, aquella sociedad pacata no hubiera aprendido nada. Por una vez, la también rancia mentalidad española ganó la partida a los británicos con el golpe de mano del presidente Zapatero, lo que ha hecho que ganemos en igualdad y justicia ciudadanas a muchas otras sociedades, supuestamente más avanzadas.

José Manuel Mora.


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