Pride (Orgullo), de M. Warchus

Juntos contra Thatcher, con orgullo y dignidad.

Esta vez, llevado por el consejo de mi cinéfila y sin embargo amiga C. Jorques, he elegido un filme que pasará probablemente desapercibido por nuestra cartelera, falto de una buena promoción entre otras cosas, además de ser de alguien desconocido por estos pagos (es su segunda peli, ya que se dedica más a dirigir musicales en Londres y N.Y.). Se trata de Pride (Orgullo), del británico Mattew Warchus. Aparentemente una obra menor y que, sin embargo, a mí me ha emocionado, además de hacerme pasar un rato estupendo. 


Arranca en 1984, en el Londres de la infausta M. Thatcher. Sé que no soy objetivo con esta mujer (no tiene que ver aquí su sexo; si hubiera sido varón me parecería igual de reprobable) y no lo quiero ser. Creo que fue una política depredadora, que con su moralidad de comerciante de clase media consiguió echar abajo la lucha sindical que los británicos mantenían viva desde los inicios de la Revolución Industrial y que encarnaban de manera proverbial los mineros. Con ella se inició un nuevo "paradigma" (que decimos los modernos), no sólo en economía, sino por ende, en política, en una determinada manera de hacerla, en contra de la clase obrera off course, basada en el principio de que cada palo aguante su vela, lo que lleva a reducir impuestos, con los que se paga la sanidad y la educación, entre otras cosas, de todos. La consigna era: "para quienes se lo puedan pagar".  Hago estas puntualizaciones por si algún lector no avisado de estos apuntes, desconoce el talante de la leidy. Y en medio de esta sonora batalla, en los telediarios de la época cada día, de repente un grupo de media docena de gais decide comenzar una colecta para ayudar a los mineros en huelga. Se sienten tan marginados y apaleados como ellos y consideran que pueden formar parte de su lucha. Elijo esta foto de época porque como se dice en el tráiler y vemos al final, se trata de una peli "basada en hechos reales". Al lado, la que la cierra .






















Para unos mineros de un pueblecito perdido en el mapa del Gales (fastuosos los paisajes,) de los auténticamente machotes (porque hacen falta muchos redaños, por decirlo fino, para meterse en las entrañas de la tierra a picar carbón), conservadores en cuanto a costumbres y maneras de ver la vida, la llegada de los mariquitas es más de lo que pueden soportar inicialmente (hay un argumento genial del capitán de los londinenses: "en este colectivo habrá el mismo 10% de homosexuales que se le supone al resto de la sociedad, ¿no?"). Curioso que sean las mujeres las que primero los acepten y que sea también una mujer la que intenta mantener las esencias intocadas. Lógicamente la sinceridad de la solidaridad de los gais y lesbianas, junto con el aporte económico a la causa, irán haciendo su labor. Sé que es una cinta amable. Y qué. Es seria en sus planteamientos , en su lucha, en lo que se defiende en ella. La escena del baile en el local sindical es arrolladora y divertidísima, como emocionante es el momento en que una muchacha se levanta y empieza a entonar una canción a la que se van sumando progresivamente los demás. La fuerza de la música como motor de la colectividad me sigue pareciendo conmovedora. De algún modo toda la proyección me ha llevado a pensar en Billy Elliot, donde también se trataba de romper barreras. Hoy en día y más en nuestro país, después del logro social que supuso la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo, todo aquello puede parecer poco menos que del Paleolítico, pero las agresiones se siguen produciendo, así como los acosos escolares en plena pubertad. La lucha tendrá que seguir, aunque para los mineros acabara entonces con las consecuencias que seguimos padeciendo.


Los intérpretes están todos en estado de gracia, cómplices, divertidos, empezando por los veteranos: una Imelda Staunton que es una actriz a la que sigo con admiración desde los tiempos de Mucho ruido y pocas nueces (1993), o Sentido y sensibilidad (1995). Aunque cuando de veras consiguió conmoverme fue con su papel dramático en El secreto de Vera Drake (2004). Aquí está batalladora y explosiva en sus respuestas, con una caracterización sorprendente. Y Bill Nighy que actuaba en Love actually (2003) y El exótico hotel Marigold (2013), y que con su peculiar físico es difícil de olvidar. La panda de jovencitos me es desconocida, aunque están todos muy creíbles, George MacKay entre ellos. Los británicos parecen tener una cantera de secundarios inacabable a la par que estupenda. Tal vez sea cosa de la dedicación de muchos de ellos al teatro, que siempre es una buena escuela. Seguramente Ken Loach (hay algo del la pelea reivindicativa de su Lloviendo piedras) o Mike Leigh habrían tratado el asunto con mayor crudeza, pero considero muy digna la manera en que se ha enfocado aquí. Vale la pena pasarse por el cine antes de que la quiten. De nada.

José Manuel Mora.



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