Masters of sex, de Michelle Ashford

 Sexo...

Sé que los seriéfilos de pro se suman a cadenas televisivas ad hoc que los proveen del material necesario para solucionar su dependencia y que procuran estar al día de lo que se va estrenando. Los hay que, al no querer someterse a la tiranía de horarios que las cadenas proponen, compran las series para vérselas en dos o tres sentadas. Hay un boca a oreja entre estas personas que funciona muy bien. Yo soy un recién llegado y lo más que consigo es enterarme por algún comentario de prensa de alguna serie nueva que hace furor. De ésta había leído algo sobre el contenido y me resultó atractivo de entrada; luego lo dejé caer. Así que me he sentado a ver el serial sin informarme demasiado previamente. Masters of sex, producto de Showtime que, veo ahora, que se remonta a 2013 en su primera temporada, nada menos, con lo que dista mucho de poder considerarse una primicia este comentario. Anoto simplemante para no olvidar. Metido ya en harina descubro que hay dos más y que esta última se remonta a 2015, con doce capítulos cada una de ellas, de casi sesenta minutos. Así que toca atracón. Nuevamente se trata de un proyecto narrativo en manos de una mujer, Michelle Ashford, ayudada en las tareas de guionista por otra fémina, Noelle Valdivia, quienes han partido de la biografía novelada escrita por el periodista Thomas Maier sobre la vida y el trabajo de dos investigadores que revolucionaron su tiempo: el doctor Williams Masters, y quien acabaría siendo psicóloga, aunque empezara como secretaria, Virginia Johnson. Dicha biografía, de 2009, lleva por título el mismo que la serie, pero se completa con la coda "la pareja que enseñó al mundo lo que es el amor". una manera fina de decir "sexo". Y esto, en los años cincuenta y en el profundo Sur estaodounidense, podía ser casi revolucionario, dado que era un tema del que no se hablaba en público, al menos entre gente educada, y que se practicaba generalmente en privado y en la oscuridad de las alcobas. He elgido esta foto para la presentación, porque ese cristal esmerilado oculta y sugiere lo que se halla tras la puerta.


Antes de 1954 Alfred Kinsey había elaborado para la Universidad de Indiana un estudio a partir de 18.000 testimonios en el que se recogían comportamientos y actitudes de los sujetos sometidos a estudio en lo que se refería a gustos y prácticas sexuales. Ya entonces resultó sorprendente que no se entrara a juzgar los resultados desde un punto de vista clínico (en aquella época la homosexualidad, sin ir más lejos, figuraba en el catálogo de enfermedades mentales del colegio de médicos estaodounidense y se solía tratar de curar con terapias aversivas, como el electrochoque) o moral, sino que simplemente se presentaban como fríos datos (una campana de Gaus con una "moda" en la que se situaba la mayoría de individuos, y unos extremos menos representados). A partir de aquí, a Masters, de cuarenta años, profesor y ginecólogo de la Universidad de Washington en St. Louis, Missouri, los datos ya no le eran suficientes. Quería responder a la pregunta "¿Qué ocurre en nuestro cuerpo durante el sexo?". Para lo que consideró que era necesario, como siempre en el método científico, la observación, la medición de los fenómenos mediante máquinas, la anotación y tabulación de todo lo que sucedía en los sujetos que voluntariamente aceptaron participar en el estudio (inicialmente prostitutas, claro). En cuanto el asunto salió a la luz fue considerado por muchos de sus colegas como algo morboso y pornográfico y acabó siendo expulsado de la Universidad, teniendo que establecerse por su cuenta. Llegaron a publicar La respuesta sexual humana en 1966 y, a pesar de las críticas académicas, continuaron con sus estudios gracias al gran éxito editorial de la publicación y lograron publicar Insuficiencia sexual humana (1970) y Más allá del placer (1975), este último escrito en un lenguaje menos técnico que los dos anteriores. Doy todos estos datos porque muchos de ellos se han trasladado con fidelidad a la pantalla.


En el título de la serie hay un juego de palabras, no sé si demasiado ingenioso o bastante evidente para los anglohablantes. Masters era el apellido del doctor, pero al parecer una forma plural traducible por "maestros" asociado al sexo, ponía en bandeja el gancho para atraer a las audiencias. A la vista de lo sucedido en 2013 cuando se estrenó, parece que fue un acierto. Con todo lo anterior parece evidente que la biografía de Maier está bien documentada y que por lo tanto las guionistas de la serie, que la han tomado como base, pisaban sobre seguro. Han gozado sin embargo de suficiente libertad creativa para inventar personajes inexistentes (los hijos de Masters, la prostituta convertida en secretaria, personaje delicioso), crear argumentos paralelos (los amoríos de la mujer de Masters, o los de la propia Johnson), y complementarios a las vidas de los dos investigadores, que hacen de la historia un recorrido vital complejo y apasionante y que logran momentos tan intensos como los protagonizados por Michael Sheen y Lizzy Caplan, que son productores de la serie y coprotagonistas. Él procede de una saga familiar de actores muy conocida y da perfectamente el carácter atormentado y obsesivo que su personaje requiere; aunque a ella no la había visto nunca, no voy a olvidar el magnetismo de su mirada ni su imponente presencia, de una carnalidad enormemente atractiva. Están perfectamente secundados por todo un grupo de estupendos secundarios, entre los que voy a destacar tan sólo al viejo y grande Beau Bridges, aunque suponga una injusticia no citar a tantos otros.  


Punto y aparte merece señalar el cuidado con que se ha ambientado la historia: casas unifamiliares de época, interiores perfectamente amueblados de acuerdo con los años 50 y 60, modelos de coches, vestuario cuidadísimo, más en las mujeres, referencias a los suscesos políticos de la época, que enmarcan y explican lo que está sucediendo. La lucha de los negros, el papel de la mujer en el hogar y su lentísimo despegue hacia cotas de cierta independencia, el logro que supuso que del estudio se dedujera la importancia de la actividad sexual femenina, cuando hasta entonces dicha actividad era exclusiva de las prostitutas... Quedaba demostrado que su respuesta era más potente e intensa que la de los varones en muchas ocasiones y que llegaban incluso al multiorgasmo. Todo ello debía causar auténtica conmoción en la pacata sociedad de la época (como ponen en evidencia los radicales evangélicos que van al despacho de los terapeutas amenazando con el fuego eterno). He de confesar que dado lo poco que investigo antes de sumergirme en estas historias, sufrí auténtica ansiedad los diez últimos minutos del último de los episodios de la tercera temporada. No veía cómo se podía solventar todo lo que aún quedaba por resolver en la maraña de historias entrecruzadas que se había establecido. Cuando por fin terminó, con un final tan sólo cerrado en apariencia, me enteré de que había en proyecto una cuarta temporada que se estrenará durante este año. Esperaré anhelante su pase por la pantalla. Considero que, aparte su enorme valor fílmico, tiene aún hoy una importancia grande para hacer ver a mucha gente que las relaciones sexuales e interpersonales se han de establecer en plano de igualdad.

José Manuel Mora.





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