River, de Abi Morgan

 Desequilibrio

Me gusta señalar las referencias que utilizo para orientarme en la selva cada vez más espesa de las series de televisión; esta vez fue un comentario breve en la penúltima de El País. Estoy seguro de que sin él me hubiera pasado desapercibida la que paso a comentar. Algunas tienen ganado no sé si el prestigio, pero sí la fama. Pienso, claro, en Juego de tronos, sobre la que se ha vertido tanta tinta ya, que no creo que me anime a dejar aquí algún comentario, por superfluo. Otras, sin embargo, más modestas en extensión, presupuesto, o elenco actoral, pasan sin pena ni gloria. Y eso que hablamos de un producto BBC ONE. Esta vez no la alcanzo demasiado tarde. River se estrenó a finales de 2015. Y quiero señalar que el título no tiene que ver con ningún río de la trama, ya que es simplemente el apellido del policía protagonista.


Aparentemente se trata de una serie más sobre policías y asesinatos. Sin embargo el marchamo británico la distancia de los productos estadounidenses del género, de los que en estas páginas ya hay algún comentario que otro. Estamos lejos del pulso nervioso narrativo, de persecuciones espectaculares, de acción sin cuento. Más bien se trata de una historia contada desde la introspección por Abi Morgan, coguionista de aquel peliculón titulado Shame y que ha dirigido otras series con anterioridad. El protagonista es un policía maduro que persigue a un asesino y que en el transcurso de su investigación tiene que bregar con unas voces que oye dentro de su cabeza, fundamentalmente la de de su compañera de patrulla, que fue tiroteada en plena calle y en medio de la noche (no espoileo, lo vemos en el primer capítulo). ¿Cómo se convive con la pérdida? ¿Cómo manejamos los traumas infantiles? ¿Cómo peleamos con nuestra propia conciencia? ¿Cómo levantamos de nuevo nuestro ser desde los cascotes de la tragedia íntima que se ha vivido? No se trata de un caso de esquizofrenia, sino de la persistente sensación de que no sabíamos todo lo que creíamos de la persona que ya no está. Que ya no podremos preguntar las razones de su actuación ni decirle las cosas que hubiéramos querido y que seguimos necesitando vomitar. Dentro del propio cuerpo de policía hay una psicóloga que trata la salud mental de los agentes y que abrirá la espita a la comunicación personal de ese ser desolado que es River. También su jefe superior, una mujer, servirá de acicate en la búsqueda de las respuestas necesarias y confiará en la capacidad y honradez del detective. Éste es consciente de que "no todo el mundo encaja en este mundo". Ni él, ni su compañera, ni su jefe, ni el posible asesino, ni la mujer que éste ha dejado embarazada, por no hablar de los familiares de la policía asesinada y del terrible secreto latente entre ellos. Hay también un empresario que se presta a contratar inmigrantes africanos que han llegado ilegalmente y a los que ayuda a tramitar sus papeles de manera poco legal. Y un juez que fuma porros y que engaña a su mujer, muy poco edificante. Creo que todas estas pinceladas sobre la trama pueden ser suficientes para orientar al posible futuro espectador de la serie.


De todos modos lo que resulta verdaderamente curioso es el modo en que los creadores de la historia visualizan a los personajes a los que el investigador parece ver y con quienes llega a interactuar. No poseen aura, simplemente aparecen junto a él y opinan sobre lo que lleva entre manos, sobre sus decisiones, sobre el momento en que está la investigación, sobre los sentimientos inexpresados del poli. Como en realidad sólo los ve él, quienes lo rodean pueden pensar que está loco, su jefe superior del grupo policial sin ir más lejos. Hay una respuesta de uno de los personajes en la que los sinónimos de "loco" se acumulan en tal cantidad que uno no recordaba que hubiera tantos. Dadas las parrafadas que comparte con el aire, o las acciones que realiza con o contra personajes invisibles para los demás menos para él, algunas escenas son entre dramáticas y de un lirismo extraordinario, como cuando su colega muerta, Stevie, lo anima a cantar con ella Love to Love (1976), aquella encantadora canción discotequera, y que acabarán bailando juntos en medio de la calle, aunque desde un autobús urbano que pasa por allí una pasajera lo vea bailando solo. En ese sentido, el policía que le adjudican para que le ayude en sus pesquisas (Adeel Akhtar) es extraordinario porque, de tanto trabajar con él, acaba por saber cuándo River está conversando con alguna de sus voces interiores. Es un auténtico colega que lo ayuda y lo apoya. Como se sostiene en algún momento, "nacemos solos y morimos solos", únicamente el amor y la amistad pueden compensar la angustia vital de quien es consciente de ello.

 
En una sociedad tan multirracial como es la londinense, (estupendos los planos de la pasarela de St.Paul, los barrido de la City donde se encuentra la comisaría, o la escena rodada en The Globe), elegir a un actor como Stellan Skarsgård, sueco, es perfecto para hablar no sólo de la inmigración de piel oscura, sino de la que llega de otros países europeos, de la vecina Irlanda también, de la soledad y el aislamiento a los que se ven sometidos los recién llegados. El actor ha interpretado muchas de las películas con el sello Dogma (lo vi en Rompiendo las olas, de L. von Trier y en una onda completamente distinta en Mamma Mia) y es todo lo sobrio e introspectivo que suelen ser por aquellas latitudes, pero también capaz de estallidos emocionales que ya Bergman nos puso de manifiesto en sus filmes. Aquí es un prodigio de fragilidad y de rabia, de sentimiento de culpa y de deseo de venganza. Su oponente es Nicola Walker, irónica, oscura, tierna, da las réplicas exactas al torturado agente. Lesley Manville (cuya cara me sonaba de haberla visto en Secretos y mentiras, o en Vera Drake y más recientemente en Mr. Turner), la policía jefe, va ganando peso conforme la trama se desarrolla. El resto del reparto, como suele suceder con la cantera de grandes y desconocidos actores británicos, está impecable. Agradable sorpresa, pues, que es posible que pase desapercibida para muchos al no venir con el sello de las grandes y publicitadas series estadounidenes. No sé si ahora, con el Brexit, aún llegarán con más dificultad las historias del otro lado del canal. 
 
José Manuel Mora.


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