Carmina Burana y La Fura dels Baus

 Versos profanos, gran música.

Seguramente hay muchas maneras de acercarse a una obra. En la que vengo de escuchar se producen coincidencias especiales. Probablemente su número inicial es conocido por todo el mundo puesto que se ha usado hasta la saciedad en publicidad y en todo tipo de programas a modo de ambientación terrorífica. También puede suceder que no demasiada gente conozca la obra completa, o que no la haya visto nunca en directo,  puesto que resulta complicada y cara de montar. Yo la escuché por primera vez a los dieciséis años dada la insistencia de mi hermano pequeño en formarse musicalmente. No la he conocido a fondo hasta que tuve que estudiarla para poder cantarla bajo las órdenes del maestro Francisco Melero el años pasado. Fue una experiencia de gran intensidad. Así pues creo que puedo comentar lo que he visto esta noche en el ADDA: Carmina Burana en versión de La Fura dels Baus. Vaya por delante que no tenía la frontalidad requerida, por lo que mi juicio puede estar sesgado por la falta de perspectiva adecuada.


Carl Off compuso entre 1935 y 1936 la música para acompañar 24 poemas del códice original (está formado por unos 300) escritos en los siglos XII y XIII. Dicho códice se había encontrado a principios del XIX en una abadía benedictina de Baviera, de donde tomó el nombre que acompaña al Carmina latino (versos). Éstos se inscriben en la tradición goliardesca que tendía a cantar al amor y los placeres, a reírse de las autoridades civiles y eclesiáticas, a pesar de ser monjes muchos de sus componentes. Con esta temática no es de extrañar que haya podido tentar a Carlus Padrissa, uno de los miembros fundadores de la compañía La Fura dels Baus, tan rompedora en sus inicios y que ha ido atemperando su iconoclastia conforme ha sido llamada para relaizar montajes operísticos que siempre llevan su sello en la escenificación. Manejan las imágenes, las máquinas, la luz y el movimiento. Es posible que el escenario del ADDA se haya quedado un poco pequeño para albergar al Orfeó Valencià con cerca de setenta componentes, la Orquesta ADDA Sinfónica, nutridísima, más los solistas, bailarines y la cortina que ocupaba el centro del escenario para proyectar sobre ella las imágenes, más la grúa. No es esa la única pega a mi modo de ver.


Desde un punto de vista musical la obra es suficientemente compleja, además de espectacular, para que el coro pueda ver al director y pueda seguir sus indicaciones. Aquí han sido más capaces de hacerlo en los pianísimos y fortes que en los momentos contrapunteados, que han sido dirigidos a una velociada endiablada y perfecta por Josep Vicent, músico alicantino, que ha dirigido orquestas por medio mundo. Su concepción de la obra ha sido magistral y la ha llevado adelante sin perder el pulso un momento. Ha debido de ser agotador. La orquesta lo ha seguido empastada y brillante en todo tiempo, pero por momentos se comía al coro. Sus integrantes han tenido que luchar con una iluminación muy teatral, pero no sé si adeuada para seguir las partituras. Por su ubicación estoy seguro de que muchos no podían ver al director. Con todo creo que han estado a la altura, a pesar de un par de fallos de ritmo. El Veri leta facies ha sonado como auténtico gregoriano. El Floret silva alegre y delicado. El In taberna, complicadísimo de seguir ha sido perfectamente tabernario. El Tempus es iocundum invitaba a unirse a la masa coral. No sólo han cantado sino que tenían que interpretar desde su misma entrada bajando las escaleras entre el púlico o yendo a beber de la cuba de vino.  


El barítono Toni Marsol ha sido para mí el mejor solista por su voz oscura y por su fuerza actoral. Ha tenido que bregar con las partes que ha de cantar a capella y que han estado entonadísimas.  El contratenor, Jordi Domenech, que ha tenido que cantar acostado en lo alto de una supuesta parrilla en la que se tostaba el pavo que encarnaba, ha estado correcto, aunque me ha hecho recordar al que cantó con nosotros, Pedro Pérez. Una lástima el agudo fallido de la soprano Amparo Navarro al iniciar el Ave formosissima, que ha cantado después con delicadeza extrema. El conjunto ha sido impactante y ha puesto de pie al público hasta conseguir un bis. Ha pecado para mi gusto de exceso de oscuridad para una música primaveral y luminosa, detalles sin demasiada importancia, dado el éxito cosechado. No he podido dejar de tararear por lo bajo alguno de los números, recordando todo el trabajo que realizamos durante tantos meses en la Coral del Vinalopó.Son experiencias que marcan y que consiguen que hagas tuya una partitura. 

José Manuel Mora.


Además de la grabción in situ del bis final, dejo también otra con momentos de la represntación en otro lugar.





















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