El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon

Síndrome de Asperger

Una vez más parece que llego tarde. Entre las anotaciones que hago de manera anárquica sobre lecturas que pueden ser interesantes, había una casi olvidada que decidí recuperar.  A pesar de ser un libro con más de una docena de años, no estaba descatalogado y me lo pude llevar. La sorpresa vino al ver la página de créditos y la información sobre el autor, del que yo no había oído hablar nunca. HADDON, MARK. El curioso incidente del perro a medianoche. Barcelona: Ed. Salamandra, 2004 en su primera edición; trad. Patricia Antón, impecable. Mi asombro se acrecienta al saber que ha sido un libro recomendado en Secundaria, compitiendo con El guardián entre el centeno, nada menos. Seguramente se me escapó. Y no cabe duda de que además de resultar atractivo a los adolescentes por su argumento, hubiera dado lugar a un sabroso libro-fórum.


También su autor reúne una serie de peculiaridades que conviene reseñar.  Mark Haddon (Gran Bretaña, 1962) se inició en la escritura de libros para niños que, también ilustraba. Ha sido guionista de televisión y ha trabajado con niños de necesidades educativas especiales. Ejerce en la actualidad como profesor de escritura creativa, aunque se licenció en Literatura Inglesa en Oxford, donde vive en la actualidad. También se dedica ahora a la pintura abstracta. Polifacético, el chico. La publicidad del "boca-oreja" hizo que el libro alcanzara los dos millones de ejemplares editados, además de haber sido traducido a 43 idiomas. O sea que he tenido entre manos un superventas sin saberlo. Ganó el Premio Whitbread por el libro que voy a comentar. A pesar de ser ecrito intencionadamente para dultos, el editor sugirió la idea de lanzarlo también para público adolescente.


La voz narradora de esta historia se va revelando poco a poco como la de un muchacho de 15 años que se ha propuesto escribir un libro: "Esta es una novela policíaca. Siobhan dijo que debería escribir algo que a mí mismo me apeteciera leer" (pág. 14). Toda una declaración de intenciones. Pronto descubrimos que es un chico especial cuando según él mismo confiesa "hago ese ruido cuando llega demasiada información a mi cabeza desde el mundo exterior" (pág. 17). La perspectiva narrativa no cambia en ningún momento. Vemos el mundo y nos enteramos de la historia a través de la mirada de Christopher exclusivamente. "La gente me provoca confusión" (pág. 27), además de no tolerar que lo toquen. Reconoce que "Alguien con Problemas de Conducta como yo " (pág. 66), le lleve a discusiones con su padre, con el que vive. Y vamos descubriendo que, a pesar de su dificultades de relación (hay una conllevanza con el padre, gracias a la enorme paciencia y amor de éste, y una aceptación de la figura de una maestra de su colegio que sabe llevarlo), es extraordinario en matemáticas. Le encantan los números primos porque "son como la vida" (pág. 23), lo que lo lleva enumerar los diferentes capítulos sólo con estas cifras para él especiales. Sin embargo no le gustan las metáforas porque le provocan confusión al resultarles incomprensibles en su literalidad, así que escribe sin usarlas. Sí usa las descripciones con una meticulosidad extrema: "Me gustaba que las cosas siguieran un orden preciso [...], eso me hacía sentirme seguro" (pág. 40-41). La lógica es para él absolutamente necesaria.   


El perro que encuentra atravesado por una horca de jardín es el que desencadena su interés y lo pone a la búsqueda del posible "asesino", al estilo de sus admirados Holmes y Watson. Lo que inicalmente aparece como un incidente sin mayor trascedencia, va complicándose progresivamente. "Cuando empecé a escribir el libro sólo había un misterio que resolver. Ahora había dos" (pág. 130). No quiero destripar el contenido, así que habrá que leerlo. Lo soprendente, lo divertido del asunto es sobre todo comprobar el acierto con el que el escritor ha conseguido adaptarse al nivel expresivo del chico. Aficionado como es a la precisión, gusta de las definiciones para dejar las cosas claras y lo hace como mis alumnos de entonces: "grabado al linóleo, que es cuando...", esa coletilla que tanto les afeaba yo, y que ellos tanto usaban. Como algunas de las personas que padecen esta variante de autismo, la que da título a la entrada, él matiene  una relación extraordinaria con una rata doméstica a la que cuida hasta poner en peligro su vida por recuperarla.  Le gustan las listas de lo que tiene que hacer, los esquemas para orientarse, determindados colores (otros no), lo que condiciona los alimentos que come...


Y establece unas comparaciones con elementos del mundo que conoce y domina que resultan llamativas: "A veces, cuando estoy en un sitio nuevo y hay mucha gente, es como un ordenador que se cuelga, y tengo que cerrar los ojos y taparme las orejas con las manos y gemir, que es como cuando aprietas CONTROL+ALT+SUPR y cierras programas y apagas el ordenador y lo reinicias, para así poder recordar qué estoy haciendo y adónde se supone que debo ir" (pág. 178), con ese uso de la segunda persona para referirse a uno mismo, de carácter coloquial. Dada la sencillez de su estructura mental para determinadas cosas no hay que esperar grandes alharacas estilísticas. Sus descripciones se ajustan a su percepción de la realidad: "Amanecía y el cielo estaba naranja y azul y morado" (pág. 162).La simple enumeración de colores es enormemente exprtesiva.


No hay que equivocarse sin embargo con la supuesta sencillez estilística. La honradez del muchacho, incapaz de decir mentiras, la complejidad y los secretos de los adultos, que lo descolocan, su capacidad para vencer dificultades, acaban por hacer que lo admiremos, además de sentir un enorme simpatía por él. Su relación con la "autoridad" paterna, escolar, policial es otra de las peculiaridades de este muchacho que sueña con ser astronauta y que está a punto de sacarse el bachillerato en matemáticas, dada su especial aptitud para los números. Todo el libro resulta sorprendente, no tanto por la intriga en sí, que puede resultar tal vez previsible, sino sobre todo por ver el modo en que Christopher va superando todas  dificultades y el tesón que pone en vencerlas. Es pues un libro válido para gente de su edad, pero he de confesar que yo lo he leído con sumo gusto. 

José Manuel Mora.









 

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