Masters of Sex (IV temporada), de Michelle Ashford

... Y amor (Cuarta y última temporada)

Cada vez voy teniendo más claro que las series televisivas hay que verlas de atracón. Ya me sucedió con otras que, al tener que esperar un año para la siguiente temporada, llego con olvidos importantes de sucesos y personajes. La más definitoria en ese sentido, bien es cierto que su complejidad de tramas es extrema, es Juego de tronos. De una a otra no sé a qué clan pertenece cada uno y qué relación mantenía con los demás en los capítulos anteriores. Hace un año descubrí y comenté aquí las tres primeras temporadas de Masters of Sex. Las disfruté mucho y, si no fuera por algunas escenas "subidas de tono", que diría mi madre, pienso que debería ser una serie que se pasara en los institutos para informar y debatir sobre algo tan fundamental para cualquier ser humano como es el sexo. Si no para el alumnado de Secundaria, sí tal vez para el de Bachillerato sería completamente apropiada. Si aquella entrada sólo tuvo hasta el momento 175 visitas, es posible que se deba a que ya no es de actualidad televisiva. En todo lo demás sigue siendo de "rabiosa" actualidad la creación de  Michelle Ashford, quien lleva escribiendo y produciendo para televisión desde 1995 nada menos. Como su trabajo se basa en la biografía novelada (2009) escrita por el periodista Thomas Maier, a poco que se bucee en la Wiki, sabemos cómo va a terminar, aunque el final de la tercera temporada dejara a los personajes principales complentamente empantanados en conflictos sentimentales sin aparente solución.


Masters ha visto cómo su matrimonio salta en pedazos, mientras es acusado de pedofilia. Jhonson se da a la bebida y a los encuentros fortuitos con compañeros de bar. En los cinco años transcurridos desde la primera entrega, nos encontramos en 1969, la sociedad parece que empieza a experimentar cambios, no por lentos, menos alteradores de "lo vigente". Ver cómo Libby Masters (Caitlin FitzGerald), sumisa ama de casa al inicio, se quita el sujetador por primera vez a instancias de un grupo de mujeres que reivindican la liberación sexual es muy definitoria, así como ver cuándo se fuma un porrro con toda la aprensión del mundo y las risas subsiguientes; por no hablar de cómo la pareja protagonista acaba en casa del editor de la famosa revista Play Boy. Son los ecos en la serie de lo que sucedía en la universidad de Berkeley, California, y que acabará culminando en el festival de Woodstock (Three days of peace & music) con el que Libby y su amante se acabarán encontrando en plena carretera. La evolución de este personaje es uno de los grandes aciertos de la serie, puesto que podía haber sido poco creíble; sin embargo va dándose tan paso a paso que resulta asumible por completo. 


El de Betty (Annaleigh Ashford), primero prostituta, luego secretaria eficiente y por último lesbiana y madre adoptante, ha ido creciendo a medida que la serie avanzaba y resulta de una ternura y una comicidad extremas. Los dos protagonistas han ido madurando con la historia: Masters (Michael Sheen) encanece y engorda con los años y se da cuenta de que su dependencia no es del alcohol, sino de la propia Jhonson (Lizzy Caplan) quien, mujer al fin, es consciente antes que él de lo que sienten en realidad. Ambos son coproductores de la serie y, como es lógico, protagonizan algunos de los momentos mejores. La trama, aún apegada a los personajes originales, añade nuevos (la pareja de terapeutas que vienen a ayudarlos, liberados, de los que montan fiestas con intercambio de parejas), y rescata a otros que habían desaparecido (Beau Bridges). Y todo está medido: la necesidad de grabar lo que sucede en la clínica, algo inicialmente inocuo, permitirá a algunos personajes conocer de verdad lo que sienten y piensan los otros y desencadenará efectos de enormes consecuencias. La homosexualidad, que ya apareció en la primera temporada, vuelve de nuevo a hacerse presente con nuevos personajes, como posible nuevo objeto de estudio en la clínica. Cobra importancia la necesidad de no ceder a la "reorientación" de quienes han sufrido por la no aceptación de su manera de estar en el mundo.


Son varios los directores que se han encargado de la filmación de los distintos episodios y, a pesar de ello, hay una coherencia grande en la forma de pasar por los diferetes recovecos de la trama. Se le sigue dando enorme importancia a las miradas como forma de captación de la realidad y de mutuo reconocimiento. Hay intensidad en las vivencias de los diferentes personajes. Algunas elipsis son magníficas, con el pertinente flash-back posterior para explicar lo no visto (lafiesta de inercambio de parejas, p.e.). Uno de los que firman algún capítulo es Michael Apted, quien siendo británico ha trabajado mucho en los USA (le vi Amazing Grace en 2006). No quiero olvidar señalar la originalidad y adecuación de las imágenes elegidas para los títulos de crédito (dejo esta última imagen en lugar del habitual tráiler) o la magnífica banda sonora, tanto la original, como los fragmentos escogidos para ilustrar la época. Por no hablar de la impecable producción en vestuario, atrezo, decorados...etc.

 
Así pues, y pese a la falta de "actualidad" en lo que a la serie se refiere, no he querido dejar de constatar el gusto con el que la he seguido hasta el final y lo importante que me parece el mensaje que se trasmite hasta en la última de las parejas  que tratan, los padres de ella. No hay juicio de lo que observean, tan sólo escucha atenta de las dificultades que todos atravesamos en este aprendizaje que es la vida de cada cual.

José Manuel Mora. 

Comentarios