La decisión del rey, de Erik Poppe

 Difícil elección

Hay un cine, perteneciente a países exóticos por la distancia o por la cultura diferente, que no suele llegar a nuestras pantallas. Me refiero a las de Alicante. Ya sé que Barcelona, Madrid o Valencia, con sus salas en V.O. suelen programar estas rarezas, al haber un público acostumbrado a asisitir. La filmografía nórdica es rara por estos pagos, aunque de vez en cuando nos llegan títulos y en estas páginas hay comentarios de cintas y libros de aquellas latitudes. Además he de reconocer que suelo meter en el mismo saco al cine sueco, al danés al noruego o al finlandés, aunque cada uno tenga sus peculiaridades. He visitado varias veces algunos de esos países y sé que se sienten distintos unos de otros, a pesar de hablar idiomas que son casi variantes dialectales entre sí. Ven indistintamente las televisiones de los diferentes países sin dificultad. Son muy "nacionalistas", dado que se vieron sometidos unos y otros al dominio de Suecia o de Dinamarca a lo largo de su historia, cuando no de Alemania o de Rusia. Mi formación en la materia no es lo suficientemente fuerte como para conocer los avatares que han ido sufriendo. Por ello me parecen muy pertinentes los datos con que se inicia el filme, además de las imágenes originales de la época, 1905, en blanco y negro.  


Es poco frecuente que un rey sea elegido democráticamente por el pueblo sobre el que va a reinar. Así sucedió en Noruega en la fecha antes citada y el elgido fue un danés. Haakon VII era consciente de ser un monarca constitucional y tenía clara su capacidad de representación y de arbitraje, nada que ver con reyes-gobernadores. Cuando ya lleva 35 años en el trono de su país de adopción, las primeras amenazas de invasión nazi a principios de 1940 lo ponen ante una elección problemática: aceptar las condiciones de rendición que Hitler plantea a través de su embajador en Oslo o negarse y llevar a su pueblo a una guerra de devastación y muerte. Esta es la "elección" del título inglés a la que se ve abocado. Erik Poppe, el director, comenzó como fotógrafo de prensa, es guionista y consiguió con este su quinto filme ser seleccionado para los Oscars del año pasado. Ha decidido concentrar la acción de la peli en tres días que fueron capitales para la Historia de ese país y para la conciencia de su Rey. Lo hace además con una perspectiva plural: las preocupaciones familiares ante una posible separación del grupo humano si quiere sobrevivir; el conflicto con su hijo y futuro sucesor, más joven e impulsivo, menos reflexivo que su padre; la visión del diplomático alemán, que quiere salvar al país de la guerra y que se ve sobrepasado por la presencia arrolladora de su propio ejército, poco dado a sutilezas diplomáticas; las actuaciones del ejército noruego ante la entrada de los barcos alemanes en los fiordos y la defensa por parte de un grupo de cadetes jovencísimos de la salida del Rey del país en medio de la nieve; y por último las discusiones en el Gobierno y en el Parlamento noruego, contrarrestando un intento de golpe de estado filo nazi, ante los que el Rey tiene que responder tras haberlos escuchado antes.

Es cierto que las imágenes familiares del Rey con su familia corriendo bajo las bombas entre muchos más civiles sin más protección lo humanizan; sin embargo para mí son las menos informativas. Tampoco las escenas bélicas, aunque están estupendamente rodadas. Lo que más me ha interesado ha sido la angustia personal de un ser humano, "bajo el peso de la púrpura", que diría el otro, y que tiene sobre sí una responsabilidad que lo trasciende, puesto que su negativa a firmar la rendición encaminará a su pueblo a la muerte de muchos de sus jóvenes, como así sucedió y eso en un país de tradición neutral. El contrapunto a su angustiosa decisión lo pone su hijo, partidario de la toma inmediata de las armas, sin esperar lo que diga el Parlamento y el Gobierno. Jesper Christensen, a quien creo no haber visto antes, encarna la figura del monarca con la dignidad que corresponde y con la fragilidad que lo acompañaba, en sus relaciones con sus nietos o con su hijo, o en los problemas de salud que lo aquejaban. Es paradójico que el Rey retome la frase que Hitler había dicho con anterioridad: "Un pueblo que cede ante un agresor extranjero no merece vivir" y se la apropie para aplicarla a su propio pueblo, pero dándole la vuelta.  Es muy significativo el trato que recibe de sus súbditos, que al verlo escapar junto a ellos se descubren respetuosamente o lo saludan con la típica inclinación de cabeza que allí se usa.


En esta coproducción noruego-irlandesa todo está medidísimo: las localizaciones en las granjas que ocupan en su huida, la ambientación y el vestuario y una fotografía en la que la luz nórdica es actor principal. Karl markovics, en el papel de embajador, también angustiado en su intento desesperado de evitar la guerra, está magnífico y no recordaba que ya me gustó en The Grand Budapest Hotel (2014). El ritmo de la cinta es tan ajustado que las más de dos horas pasan sin sentir y nos dejan una lección de Historia y otra de humanidad.

José Manuel Mora.




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