La forma del agua, de Andrea Camilleri

 Corrupción extensa

Siempre recomendé a mi alumnado que, antes de ver una peli, leyeran el original en que se basaba, si existía, para poder sentirse libres a la hora de imaginar. Soy ahora "el regador regado". Tras leer La danza de la gaviota del mismo autor que la presente, comentada aquí también, disfruté tanto que, al empezar a pasarse por televisión la serie Comisario Montalbano, me enganché y vi todos los episodios. Así que, al preparar mi viaje veraniego de este año, me pareció oportuno volver sobre el personaje de CAMILLERI, ANDREA. La forma del agua. Barcelona: Salamandra, 2005,  para mejor sumergirme en el ambiente siciliano. Pronto comprobé que, conforme avanzaba en la lectura, las imágenes vistas en la serie se iban superponiendo a lo leído, e impedían volar a mi imaginación. Los personajes no podían tener otro rostro que no fuera el de los actores que los encarbnaban en el filme.

 






































Y, aunque esa sensación ha permanecido durante toda la lectura, pronto otros elementos de la historia han atraído mi atención. Estamos en 1993 y la lucha entre clanes mafiosos es constante: los Cuffaro contra los Sinagra. Ya han caído Falcone  y Borsellino ¿Qué se ventila en este enfrentamiento? Quién es el dueño del destrozo urbanístico, quién controla la prostitución, los flujos migratorios para obtener mano de obra semiesclava y por supuesto clandestina. Lo habitual en las novelas de la serie ideada por Camilleri es la aparición de un cadáver, o varios, muertos no de forma natural, a los que habrá de aplicar su intuición y su conocimiento del medio el comisario Salvo Montalbano para descubrir a los posibles asesinos. El esquema habitual del whodunnit, que decimos los ingleses, y que me resulta familiar desde mi adolescencia gracias a las novelas de una maestra del género, Agatha Christie, aquí se trastoca, puesto que el cadáver, aunque aparece en extrañas circunstancias, con los pantalones bajados en el interior de un coche en una zona de prostitución entre ruinas de antiguas industrias, ha muerto de un ataque al corazón. "No hay caso", que dirían en los telefilmes doblados en puertorriqueño en mis años juveniles en aquella tele en blanco y negro. Sin embargo Luparello, que así se llama el fallecido, pertenece a una familia de constructores, de padre perteneciente a las brigadas de acción fascista y "con el 80% de las contratas públicas y privadas" (pág. 18) en sus manos. 




Montalbano se pregunta qué hacía semejante personaje en semejante lugar y en una situación tan comprometida. Y comienza a indagar para conocer las circunstancias que lo han llevado hasta allí, lo que permite un retrato de una clase social y de unos personajes bien definidos por las relaciones de poder y por las pasiones que los habitan, y que contrastan con los barrenderos que encuentran una joya al inicio del relato, que luego tendrá una importancia mayor en la trama.. Y así sabemos que con relación al personaje, "se hablaba de concursos de adjudiaciones amañados, de comisiones millonarias" (pág. 19); además de "tráfico de divisas y blanqueo de dinero" (pág. 20). ¿No suena a nuestros oídos españoles esta música como algo familiar después de tantos años trascurridos? Sólo que aquí sin la Mafia, o con comportamientos mafiosos sin una organización criminal detrás. Ahora que hay tanto ruido mediático centrado desgraciadamente para ellos y para nosotros en Cataluña, a los periodistas parece habérseles olvidado tantos juicios pendientes y en actuación debido a la corrupción rampante de la última década, por lo menos. Frente a tanto impresentable, político o empresario o ambos en coalición, la figura del comisario: "un miserable como tú, que sólo vive de su sueldo" (pág. 27), se yergue como una referencia a la que agarrarse. El escritor siente simpatía hacia su personaje y se le nota. "Un amigo cuya inteligencia y perspicacia conozco muy bien, y cuyo civismo en las relaciones humanas es algo muy poco frecuente hoy" (pág. 94). Camilleri es pesimista y está convencido de que en Sicilia "las cosas jamás cambiaban" (pág. 47).  Sin embargo como anticipo de lo que íbamos a ver antes de nuestro viaje ha sido una novela que me ha puesto en situación. 

José Manuel Mora.








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