El que es digno de ser amado, de Abdelá Taia

 Pequeño gran libro.

Sigo en Francia. O en Marruecos. En Francia, por el idioma en el que escribe el autor. En Marruecos, porque es desde esa perspectiva cultural desde la que escribe el autor, autoexiliado en París desde 1988. Él considera que desde allí es capaz de ver con distancia y perspectiva crítica a su país. TAIA, ABDALÁ. El que es digno de ser amado. Madrid: Editorial Cabaret Voltaire, 2018 , cuidadosamente traducido por Lydia Vázquez; 171 págs. Vuelve a ser una novedad , aunque no sea eso lo que me lleva a seleccionar mis lecturas. Creo que es el primer libro que tengo entre manos de esta editorial y lo presenta con sumo gusto, desde el tacto y foto de la cubierta, pasando por las páginas de respeto en negro mate y una tipografía clara sobre papel en tono hueso, con un formato todo él, que no se corresponde con los estándares habituales. La fuente aquí fue la referencia elogiosa leída en el periódico.



El tal Abdelá, o  Abdellah Taïa (Salé, Marruecos, 1973), que tal es el modo en que seguramente le debe parecer que se formalice su nombre, lleva escribiendo narrativa desde el año 2000, una vez que terminó su formación en Literatura Francesa en la Universidad de Rabat, donde conoció la obra de Proust y Genet. De orígenes humildes (nueve hermanos y un padre que era conserje de la biblioteca local de Rabat, a tiro de piedra del extrarradio de Salé), debió de ser para él todo un logro, que se completó con su paso por Ginebra y, al acabar, en la Sorbona de París. No estoy en su piel (calco semántico de être dans sa peau), pero supongo que su salida del armario en 2006, a través de la famosísima y prestigiosa revista Tel Quel, debió de suponerle un arranque de agallas, sabiendo como sabía que la reacción en su país iba a ser de críticas furibundas en la prensa publicada en árabe; la que se publica en francés lo respeta. El machismo y la homofobia en los países musulmanes son oficialmente legendarios. Otra cosa son los usos y costumbres reales entre los varones, a pesar de que en Marruecos sigue siendo un delito penado con tres años de cárcel. Además de sus novelas y artículos de opinión ha dirigido en 2012 una película basada en uno de sus libros: El Ejército de Salvación. Se reconoce admirador del cine de Visconti, Fassbinder y Almodóvar. Es curioso que a pesar del tabú que rompen, sus obras no hayan sido censuradas en su país de origen. En la foto infra aparece junto al escritor español Juan Goytisolo, referente inapelable en Marraquech.



La literatura francesa ha cultivado el género epistolar con acierto desde hace un par de siglos al menos. Les liaisons dangereuses, de C. de Laclos, fue todo un hito en este tipo de narrativa. El autor confiesa que, aunque su libro adopta la forma de cuatro cartas, él lo que hace en realidad es literatura autobiográfica, la tan de moda aquí conocida como autoficción. Y, a juzgar por algunas declaraciones suyas, mucho de lo que aparece en el libro brota de experiencias personales transmutadas en literatura. Las cuatro cartas son explosiones de dolor. La primera va dirigida a la madre que acaba de morir y a la que le dice todo lo que tal vez no fue de capaz de decirle en vida. Es un ajuste de cuentas en toda regla, hecho desde la frustración de un personaje que se sabe no aceptado por ella. "Quédate donde estás, como eres, insolente hasta el final, con esa mirada dura, indiferente a todo el mundo, a mí sobre todo, mi asumida dictadora" (pág. 13). Una relación muy diferente a la mantenida con el padre, muerto antes y que no era más que la sombra de su mujer. "Al hacerme mayor he entendido que muchos maridos en Marruecos son como él. Las mujeres son su Meca, su alquibla, su Alá" (pág. 19). Todo un tratado de sociología. La relación con la madre era profundamente contradictoria:  "Eras nuestra madre, Malika, pero no te queríamos" (pág. 18). Y a la vez reconoce que "a pesar mío, en todo, me parezco a ti" (pág. 23). Y frustrante, debido a la falta de comunicación: "Lo sé todo sobre ti. Pero tú no sabes lo esencial de mí. [...] No sabes lo que quiero que sepas" (pág. 35). Y parte de ello es el conflicto íntimo que vive: "Aquí sigo, con 40 años, entre dos países, Francia y Marruecos, sin referencia estable, sin amor seguro. [...] Cada mañana reniego de mí mismo. Abro los ojos, me acuerdo de que soy homosexual. Por mucho que haya llevado a cabo toda una labor para aceptarme, para lavar los insultos, por mucho que me repita a mí mismo desde hace años que tengo derecho a vivir libre, a vivir digno, no hay nada que hacer: esta piel de homosexual que me ha impuesto el mundo es más fuerte que yo" (pág. 37). Qué terrible sentirse constreñido dentro de su naturaleza más íntima y personal. Llegar a los 40 años "viejo, acabado, reseco" (pág. 59). 


La segunda carta viene firmada por Vincent, también desgarradora, puesto que se trata del objeto de la venganza de Ahmed. Veinte años mayor que él, hijo de judío y cristiana, buen francés, cree descubrir en el joven no la relación de una noche, sino el amor de su vida. Y escribe desde la soledad más absoluta, desde el abandono. Probablemente esta historia de amor fracasado es la menos consistente, aunque en ella se digan también cosas importantes para entender al personaje principal, su rabia, su necesidad de triunfar profesionalmente para integrarse en Francia. Mucho más terrible es la tercera de las misivas que Ahmed escribe a Emmanuel, el francés al que conoció en Salé cuando él apenas tenía 17 años y el otro era un profesor universitario parisino con la vida resuelta. "Tú hablabas francés. Y eso bastó para que me enamorara de ti" (pág.103). El causante de la "desafricanización" del protagonista: "En lugar de reconciliarme con mi mundo, me desviaste de él" (pág. 104), el que le abrió las puertas a un futuro impensado pero del que necesita desprenderse para llegar a ser él mismo. "No quiero vivir más a tu sombra" (pág. 101). Porque señala que "a causa de ti me convertí en otro [...], mi lengua ya no es mi lengua" (pág. 117). Y ha de superar esa alienación del colonizado, deslumbrado por la cultura del dominador, quien incluso le cambia el nombre, aunque vote siempre a las izquierdas y no oculte nada al fisco. Al final sus referencias culturales se convierten en las de Ahmed. Cuando se es consciente de ello se impone el abandono y volver a empezar..


La última es la que más me ha impresionado. Una carta imposible, escrita por su amiguico de juegos en Salé, Lahbib, "mi único amigo en Marruecos. El único como yo, [...] el único que me quería sin juzgarme" (pág. 126). Y ese nombre del amigo  significa "el que es digno de ser amado" que da título al libro. Digno por su inocencia, por su capacidad para la fraternidad, por su apego a la tierra, aunque la dominación se dé sin salir de Marruecos. Aquí la huida tendrá que ser radical y definitiva. Un libro desgarrador y hermoso, revelador de realidades coloniales de uno y otro lado y que retrata bien los amores de quienes no pueden decir el nombre de su amor. Es probable que me asome a algún otro libro de este escritor.

José Manuel Mora.


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