Cristo velato
Hoy habíamos programado el museo de Capodimonte, pero es el día en que se encuentra cerrado. Estaba la posibilidad de acercarse a Caserta, a media hora de tren. Pero anuncian lluvia, y el objetivo era visitar los maravillosos jardines que rodean el palacio real. Así que no iremos. Hemos reservado cita para entrar en la Capella di Sansevero. Cuando llegamos a las nueve de la mañana, ya hay formada una cola antes de que abran sus puertas. Sin compra previa de tiques no se entra, eso seguro. Se advierte de que está prohibido terminantemente el uso de cámaras fotográficas o de telefoninos. Así se aseguran la no reproducción y la necesidad de comprar postales, y tal vez que la visita no se alargue en exceso. Entramos en grupos de diez para evitar las aglomeraciones. Por tanto, dentro sólo queda contemplar el dolor de la piedra yacente bajo el velo traslúcido que cubre el cuerpo muerto. Su autor, Giuseppe Sanmartino (1753), fue capaz de trasformar la dureza del mármol en una leve gasa que deja ver a su imposible través, venas, articulaciones, músculos, rasgos faciales del Cristo velato, exánime, a tamaño natural. ¿Cómo es posible que una escultura pueda emocionar de este modo? El silencio que reina en la capilla es atronador, a pesar de los estudiantes y los turistas, que van girando en torno a la sepultura para disfrutarla desde todos sus ángulos.
Sin embargo, aún siendo la más conmovedora, no es la única maravilla que se puede admirar en la capilla, que parece que se levantó bajo influencia masónica. En torno a la escultura central se levantan las que representan las virtudes que es necesario que adornen a los buenos creyentes, esculpidas por Corradini, Queirolo et al. Las que más nos llamaron la atención fueron el Disinganno, un hombre que intenta desembarazarse de una red que lo tiene atrapado, y la Pudicizia, aunque todas eran magníficas. En esta última se vuelve a producir el fenómeno de la veladura marmórea envolviendo a una mujer desnuda para preservar el decoro, de nuevo una donna velata.
No hace falta decir que estas fotos no son mías. Están en la red, para quien desee contemplar las esculturas con mayor detalle (https://www.napoles.net/capilla-san-severo). En la cripta hay dos cuerpos, llamados "máquinas anatómicas", en sendas hornacinas, que muestran sistemas cardiovasculares completos, realizados por Giuseppe Salerno, con ceras y tintes especiales. La sensación de realidad es potentísima, al igual que el conocimiento anatómico de quien las realizó. Resultan inquietantes.
Seguimos el paseo, a la salida, por la vía di San Biaggio dei Librai, atestada de comercios pequeños, a rebosar de baratijas y recuerdos para turistas. También de tiendas exquisitas con escaparates donde el lujo puede convivir con figuras de un belén napolitano dieciochesco, que hacen que uno se detenga. Es evidente que los comerciantes conocen las rutas de los guiris. Y seguimos encontrando muestras de la desidia de esta urbe, en medio de rincones que parece que sólo puedan darse en esta ciudad tan contradictoria, esos palacetes con el encanto preservado a pesar de todo.
Salen a nuestro paso iglesias constantemente. A la izquierda damos con una escalera de losas pétreas, anchas, verdosas por el musgo crecido, que parece dar acceso al ábside de lo que resulta ser S. Domenico Maggiore. Su interior, a pesar de lo espectacular de su artesonado y de la altura de las naves originariamente góticas, da la impresión de ser un refrito, elaborado a base de sucesivas reconstrucciones, que le acaban dando un aire barroco no demasiado acorde con la planta original. Nos quedamos con las ganas de visitar por falta de tiempo la extraordinaria biblioteca de origen medieval, con manuscritos egipcios, griegos, árabes, donde se formó G. Bruno y donde enseñó T. de Aquino. Hay, al parecer, además, unas tumbas con los restos de reyes de la Corona de Aragón y tres claustros interesantes y unos lienzos de Rafael y Caravaggio. Lo señalo para que otros no se lo pierdan.
La multiculturalidad se ha instalado en nuestras calles y en las de Nápoles. Y en vez de encontrar a un acordeonista tocando y cantando Che bella cosa na jurnata e' sole, al salir del templo en esta mañana soleada a pesar de todo, nos encontramos con un muchacho que toca un instrumento que suena de una manera hermosa. Me permite filmarlo y dejo aquí el vídeo corto que no consigo subir a Youtube (https://youtube.com/shorts/JXPZtinZZKE?feature=share) para que así quienes sientan curiosidad lo puedan abrir y disfrutar, como nos pasó a nosotros.
Y en otra de ellas entramos y nos sorprende descubrir unas columnas clásicas, de mármol rojo con capiteles corintios, que sostienen unos arcos pequeños de medio punto, formados por ladrillos de barro cocido, vestigios de la época de Constantino, (s. IV), que pertenecieron al ábside de una iglesia paleocristiana; se trata de S. Giorgio Maggiore. El altar mayor permite pasar a la parte posterior, de mármoles hermosamente tallados. Un lienzo enorme oculta una pintura al fresco de igual tamaño, pintada por los contrarios a los aragoneses. Al estar cubierto, la figura de S. Jorge alanceando al dragón, se ha mantenido muy bien.




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