Arqueología
Desayunar oyendo sonar las campanas de una iglesia cercana, huecas, redondas, festivas, me retrotrae a mi infancia. Llegamos a la estación con una hora de anticipación al momento de recogida del coche. Nos toca esperar. El golf que pedimos se ha convertido en un arona. Va bien. Con el navegador salimos de la ciudad sin demasiada dificultad, sabiendo que para estos conductores, el que primero mete la cabeza, es el que pasa. La autopista es cómoda. Atraviesa túneles interminables y de repente el golfo de Nápoles estalla en brillos a la derecha de la carretera, mientras el Vesubio vigila a la izquierda, silencioso e imponente. En 20 kms estamos en Pompeya. Hay un inmenso parquin en el que se advierte que cuesta 3€ la hora, más la entrada, 20€ por persona. Son innumerables los grupos que se adentran en el parque arqueológico de ruinas de lo que fue una ciudad de 16.000 habitantes antes de la erupción en el año 79. No tenemos plano y nos orientamos como podemos. De nuestra visita en grupo de hace treinta y dos años apenas guardo vago recuerdo, que no se corresponde con lo que veo ahora. Hay mucho restaurado y bien.
Es evidente la cantidad de dinero que la U.E. está aportando para el mantenimiento del yacimiento y para la continuación de las excavaciones. Se ven tropillas de gente joven, en zonas vedadas a los turistas, limpiando y quitando tierra con sumo cuidado, con andamios por doquier. Conforme han ido pasando las horas, el gentío comienza a ser abrumador. Se oye hablar en francés, en húngaro, en inglés americano, en alemán, en hebreo y por supuesto en español. Hay cantidad de grupos estudiantiles. No quiero dejar de señalar que, a pesar de todo lo que se robó en el yacimiento, de lo que se trasladó a palacios y museos, quedan ejemplos extraordinarios de mosaicos en los suelos patricios y muchas pinturas parietales, no sé si conservadas o restauradas. Sin ánimo de abrumar dejo aquí unas cuantas de entre las que más me llamaron la atención.
El sol se enreda entre ramas de olivo y nubes ligeras, y todo se va dorando por momentos. El navegador una vez más nos ayuda a encontrar el agriturismo, nombre que dan aquí a las casas de tipo rural para uso de turistas. Suelen estar en medio de ninguna parte, como le sucede al nuestro, el Terranova, que es donde pasaremos dos noches. Las habitaciones están separadas de la zona comunal del comedor. Todo es muy rústico, pero la luz se ha ido definitivamente y tenemos que alumbrarnos con los móviles.

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