All of Us Strangers, de Anrew Haihg

Lo que no se dijo

Da gusto ir al cine sin saber demasiado bien qué es lo que se va uno a encontrar. En este caso se trataba de una peli cuyo título en español, Desconocidos, difiere en parte del original, All of Us Strangers. La precisión del inglés hace  referencia a la "extrañeza", ¿la"extranjeridad"? de todos nosotros, espectadores incluidos, pienso ahora, tras su visionado. Su director y también guionista, el británico Anrew Haihg, ha partido de una novela de 1987 de Taichi Yamada, novelista japonés fallecido en 2023. De Haigh vi hace añísimos Weekend, de 2011, multipremiada y conmovedora en su desnudamiento emocional. Vi también la serie Looking, (que acababa en forma de película, The movie, 2018), manifiesto generacional, combativo desde lo gay, pero todo esto no lo sabía al ir al cine, me lo chiva la wiki ahora, mientras escribo. Gracias a estas notas, releo y recuerdo. 


Estamos en Londres. Una torre altísima casi deshabitada, como de un mundo futurista y extraño, en la que vive un guionista de cine, Adam (Andrew Scott), un hombre solitario, receloso y con dotes para la escritura creativa. Conoce a otro vecino, Harry (Paul Mescal), aparentemente tan desolado como él, con el que establece una relación que puede poner patas arriba su tranquila vida de ermitaño, aunque, tal y como se muestran sus afectos y sus preocupaciones,  queden lejos de un realismo al uso. Sin explicación aparente, Adam regresa a su ciudad natal, donde al parecer sus padres siguen vivos, tan jóvenes como cuando él los dejó, unos magníficos Claire Foy ya sin el peinado de Elisabeth II, y el que no deja de ser para mí el Billy Elliot adolescente que me hizo vibrar, ya en un papel maduro, Jamie Bell. Entra en la casa, en la que fue su habitación, y los recuerdos y las sensaciones se precipitan en su mente

Me vino a la cabeza lo que podría haber experimentado yo, si hubiera logrado entrar al bloque de viviendas en que viví, antes de que lo derribaran, como estuvo a punto de suceder. Recorrer los espacios en que uno fue niño, descubrir todavía la misma decoración, la misma luz entrando por la ventana conocida, el olor de la ropa, los adornos en la pared... Yo no lo conseguí, pero las imágenes de la peli me resultaron enormemente sugeridoras, pensando en cuál habría sido mi reacción. Esas visitas al que fue su hogar es claro que forman parte de su imaginación, como base para lo que escribe, aunque estén tratadas con un naturalismo nada onírico. Pero aquí surgen otros de los momentos conmovedores del filme. También a mí me hubiera gustado el reencuentro con mis padres, que tanto me querían, y a los que nunca tuve la ocasión de comunicarles mis angustias, mis miedos, las agresiones que sufría por parte de compañeros y amigos por el simple hecho de que me sintieran diferente. Hubiera deseado decirles quién era en lo profundo de mi ser y que me hubieran aceptado y abrazado como le sucede a Adam. Lo que en la película se resuelve por vía imaginativa, a mí me resultó imposible hacerlo realidad antes de que fallecieran. No tuve la oportunidad del consuelo que el protagonista experimenta al decirles quién es. A ello se añade la historia de amor que vive con Harry, que parece proporcionar el sosiego que ambos necesitan en ese rascacielos demasiado vacío, pero que ellos parecen habitar con un amor entregado y pleno que combate su orfandad, en medio de confesiones susurradas y discusiones curiosas como el modo de llamarse a sí mismos "¿somo maricones o gais?" 
 

La evocación casi fantasmagórica del reencuentro imposible con los padres Haigh  la completa con una historia de amor apegada a la realidad de dos seres contrapuestos, un Scott meditabundo y solitario con un Mescal más lanzado, capaz de hacerlo salir de su encierro físico y mental. Ambos desbordan naturalidad en la composición de sus personajes, en las escenas íntimas. Todo viene envuelto en una fotografía oscura que los enmarca en el laberinto en que viven, aunque la banda sonora con The Power of Love de fondo ayuda a que todo pueda acabar como acaba. Sobre las dos historias que se solapan planea la reflexión del autor sobre la batalla que se ha tenido que luchar no sólo contra la heteronormatividad, sino contra uno mismo para poderse sentirse reconocido y aceptado. Una hermosa y emocionante película.

José Manuel Mora. 














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