Los refugios en Alicante

Refugios antiaéreos de la Guerra Civil en Alicante

He situado este post bajo la etiqueta de "Viajes", ya que la visita a los refugios antiaéreos de la Guerra Civil que realicé ayer con los miembros de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad Permanente, fue un viaje en el tiempo. Y me explico. De un lado, arrancaba en el territorio de mi infancia, el espacio donde se encontraban los pabellones, en la que hoy es la Plaza de Séneca. De críos sabíamos de la existencia de un refugio bajo los andenes de la estación, lo que nos permitía fantasear con oscuridades y ratas, ya que no todos nos atrevíamos a adentrarnos por el agujero que daba paso al espacio que permitió protegerse de los bombardeos a la población de la zona.






















De otro, el arranque del recorrido se ubicaba en la zona de los talleres, donde se hallan las listas de muertos bajo la dictadura, los fallecidos bajo los bombardeos y quienes murieron del bando "nacional". Fue una denominación que de entrada me chirrió. Lo segundo, fue que el guía habló de explicaciones técnicas, sin adentrarse en consideraciones políticas. ¿Cómo iba a ser posible eso tratándose de instalaciones que se construyeron en tiempo de guerra? En cualquier caso, el descenso hacia el interior del refugio 31, inaugurado tras su restauración en 2013, ya lo va poniendo a uno en situación. En el subsuelo encontramos un eje longitudinal con una serie de 38 habitáculos perpendiculares donde se supone que se debían apiñar quienes acudían a refugiarse. Su capacidad era de 1200 personas, aunque cabe la posibilidad de que llegara a albergar hasta 1500 en momentos de mayor peligro. No hay respiraderos propiamente dichos y el techo de cemento provoca una humedad grande, lo que unido al hacinamiento, la falta de luz y el estruendo de las bombas al estallar debía producir una sensación extrema de agobio y pánico.   


La grabación del sonido de aviones y bombardeos, a oscuras, ayuda a que quienes lo visitamos podamos ponernos en situación. Debió de ser horroroso. La invitación a que nos situáramos en uno de los cubículos daba idea de las estrecheces de los allí amontonados, trabajadores de los almacenes de la zona entre otros que allí se acogían. Una vela en un estante, un botiquín de urgencias, un orinal, y los avisos en las paredes animando a "guardar silencio mientras dure la alarma", a "no fumar", a "respetar el refugio, que es de todos", completaban el cuadro. El lugar consta de dos salidas en la misma plaza. En 1938 se produjo un ataque de la aviación fascista italiana, que tenía su sede en Mallorca.









Parece que, pasada la contienda, el refugio sirvió, dadas las condiciones de humedad y oscuridad, para plantar champiñones en los años del hambre subsiguientes. Salir al aire libre, a la luz, nos produjo un alivio considerable. A dos manzanas, pasado el Paseo de Gadea, se encuentra la placita de Balmis, donde fuimos a encontrar el refugio 46, uno más de 94 que la Comisión Municipal de Defensa Pasiva construyó por toda la ciudad. Aún recuerdo el que se alzaba en la parte posterior del grupo escolar de Benalúa, donde hice la primaria y al que nos tenían terminantemente prohibido subir para dejarnos deslizar. Éste de Balmis se construyó en 1938 gracias a las aportaciones de los vecinos de la zona, que en aquella época debían de tener posibles, dadas las casas que quedan en la placita. La entrada actual tiene un diseño más atractivo.
























Éste es menos profundo y más pequeño, por lo que tiene menor capacidad, tan sólo puede acoger a 200 personas, aunque hay constancia de que en alguna ocasión llegó a albergar a 600. Quien lo diseñara tuvo cuidado de dejar respiraderos que aliviaran el encierro. También levantó un techo con forma de bóveda de cañón y con cuatro galerías laterales y dos centrales. Hay colocados una serie de pares de zapatos de todo tipo y tamaño para mejor poder imaginar cómo podrían sentarse allí. 



















Y regresamos a lo que yo he llamado "zona de talleres" y que es en realidad un conjunto de edificios de 1905, conocido como Casa de Máquinas, dos naves gemelas de mampostería y ladrillo visto. En ese patio se iban preparando las carrozas para los desfiles de Hogueras. Ver a las mujeres que aplicaban los papelitos de colores untados de cola a las estructuras de la carroza, tenía algo de magia para nuestros ojos infantiles. Ahora alberga el centro de interpretación con una exposición que lleva como lema: "Alicante ha caído. Aquí termina la guerra". Las rejas que circundan el conjunto muestran los efectos de la metralla, todavía visibles, aunque puedan pasar desapercibidos para los viandantes que transiten a su lado.  



















Y en la primera de las salas el grupo se encuentra con una recreación teatralizada a base de figuras tomadas de fotos de la época, gentes que huyen despavoridas hacia la boca del refugio. En el 38, más de 600 edificios fueron alcanzados por las bombas y se contabilizaron 800 víctimas. Alicante era el último reducto donde se fueron congregando los que pronto serían los definitivamente perdedores del enfrentamiento civil, aquellos que se mantuvieron fieles al gobierno de la República, democráticamente constituido y que acabó siendo derribado por la sublevación militar.  Hay reproducciones de dibujos infantiles, que presentan aviones que nunca antes las críos habían visto, también una pequeña maqueta que reproduce la portalada trasera del mercado con los efectos del terrible bombardeo del 25 de mayo del 38. Hay fotos de mujeres protegiendo a sus criaturas, muestras de carteles pintados por artistas de aquí, como Gastón Castelló, máscaras de gas, armamento, un antiguo coche de bomberos... En fin, todo aquello que pueda hacernos entender cómo fue esa época en nuestra ciudad. 





























En la segunda sala nos espera una impactante reproducción fotográfica del Stanbrook, último barco en salir abarrotado hacia el exilio de Orán, convertido allí en cárcel flotante para los varones que no pudieron bajar a tierra durante un mes. ¡Cuántos, de los que no pudieron subir, acabaron suicidándose en los espigones del puerto! Y los que no lo hicieron, terminaron en los campos de concentración, el de los Almendros, o el de Albatera, cuando no encarcelados, como Miguel Hernández, o sometidos a consejos de guerra que se saldaban con fusilamientos ante las tapias de Rabasa. Las tropas italianas aguardaban bajo la lluvia tras los últimos bombardeos del puerto, mientras custodiaban a los prisioneros. 








Con todo ello, queda claro que la visita no podía ser tan sólo "técnica". Que se pretenda ahora hablar de "concordia", en vez de "memoria", supone el tributo que hay que pagar a quienes no quieren que se mantenga viva la presencia de los que siguen enterrados en cunetas o en fosas comunes. Después de 80 años uno tiene la impresión de que ya va siendo hora de devolver los restos a sus familias para que los puedan enterrar dignamente. Una visita bien preparada en clase con anticipación para ofrecer datos contrastados, sería conveniente para la juvenalia que hace skate en la plaza, o para quienes pasea a los perros o cuidan de los nenes mientras toman una cerveza a la sombra. Hay que mantener la memoria viva para que nada de todo esto pueda volver a repetirse. 

José Manuel Mora. P. S. Dejo aquí un par de fotos del grupo que los visitó el día 19 de abril.















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