El cielo rojo, de Christian Petzold

Fuegos

El diario Información propone una sesión de preestrenos en los cines Aana, que permite ir a la proyección de lo que se verá los viernes, día habitual para las novedades cinematográficas. Iba por lo tanto advertido por quienes asistieron, de la conveniencia de ver El cielo rojo, escrita y dirigida por un tal Christian Petzold, de quien no recuerdo haber oído nombrar nada con anterioridad, a pesar de haber sido premiado con el Oso de Plata en la Berlinale por un título anterior, Barbara, y llevar haciendo cine más de veinte años, con dieciocho cintas a sus espaldas. Ésta que comento logró el Gran Premio del Jurado. Pero es cierto que la cinematografía alemana no llega aquí suficientemente promocionada. Excusatio non petita... Aquí la podemos ver en V.O.S., lo cual es siempre de agradecer.

Cuatro jóvenes coinciden en una casa cerca del Báltico, en un verano ardiente de incendios, de esos que sufrimos en el sur con tanta frecuencia y que en aquellas latitudes serían menos esperables. Uno de ellos, Leon (Thomas Schubert, a quien tendré que prestar atención porque está estupendo), va con intención de concluir el manuscrito de su segunda novela que debe presentar a su editor. Otro, Felix (Langston Uibel), intenta configurar un portafolio de fotografías que le permitan ingresar en una escuela de arte. El mar será su temática. En la casa coinciden con una muchacha que vende helados en la playa ese verano, Nadya (Paula Beer), y con un socorrista que vigila las aguas, Devid (Enno Trebs). Hay un cierto aire a Cuento de verano, de Eric Rohmer. Incluso el esperado "rayo verde" del francés, se transforma aquí en iridiscencias nocturnas de aquel mar tan distinto al nuestro. Todo parece transcurrir con la calma que el bosque y la playa proporcionan. Sin embargo, ya desde el principio, León consigue ponerme nervioso con una actitud entre infantil y protestona ante todo lo que le rodea. No parece querer integrarse en las actividades de sus compañeros, ni es capaz de disfrutar de su alegría, a la vez que no le quita ojo a Nadja.  

La intensidad del fuego que se va acercando corre en paralelo con la atracción que siente hacia la chica, quien ha leído su manuscrito y a la que no parece haberle satisfecho, con lo que León vive sentimientos encontrados. Todo se desarrolla en tono menor, cotidiano, incluso la relación que establecen Felix y Devid. Hay sin embargo una atmósfera que no deja de ser inquietante, como cuando comienza la lluvia de cenizas. Todos los contratiempos que Leon vive acaban dejándolo inerme ante su fragilidad emocional, que termina provocando ternura en el espectador. La presencia de Nadja, a quien da cuerpo con emoción contenida la Beer, no hace más que incendiarlo a él también. El giro de guión final lo deja a uno espantado y conmovido. Tal vez Leon aprenda a no mirarse tanto el ombligo. Sin ser "esencial para la supervivencia", la peli acaba atrapando y emocionando. Ahí queda la advertencia.

José Manuel Mora. 




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