El cuarto de Giovanni, James Baldwin

Pasión irrefrenable 

Suelo citar mis "fuentes", por las que llego al libro que voy a reseñar en cada ocasión. En este caso no ha habido nadie que me lo recomendara, tan solo fue el diseño de la cubierta lo que atrajo mi atención y me llevó a leer la contracubierta y la solapa. Tras eso, me compré el ejemplar. Baldwin, James. El cuarto de Giovanni. Zaragoza: Editorial Sexto Piso, 2024. Trad. Ismael Attrache. 179 págs. La ilustración de la cubierta es de Riki Blanco. A veces son la editoriales pequeñas las que acaban proponiendo títulos inesperados. De hecho, la publicación original fue en 1956 y aquí ya había aparecido hace unos años, no sé si con suficiente eco. La casa editora se propone confeccionar una Biblioteca Baldwin publicando toda su obra. 


Baldwin (Harlem, Nueva York, 1924 - Saint-Paul-de-Vence, 1987) es un autor que no estaba en mi radar. Fue predicador baptista, como su padrastro, abandonando luego la religión ante sus contradicciones. Además de novelista, fue dramaturgo, ensayista y poeta y ejerció de activista por los derechos civiles, dada su condición de hombre negro en los Estados Unidos segregacionistas de la época. Él mismo se describía como "negro, feo y pobre". Sin embargo, y a pesar de esta autodefinición y de esta militancia, decidió salir de su país por no querer ser etiquetado como escritor  "negro", no quería pertenecer al "lugar donde los blancos te han puesto". Vivir en París lo ayudó a  cuestionar la sociedad en la que había nacido. Llegó a hablar un francés impecable. No soportaba tampoco la homofobia de Harlem. Su editor del 56 le sugirió que quemara el manuscrito y se lo rechazó porque dañaría su reputación, la del escritor, ¿la de la casa editorial también? Su publicación final causó auténtico escándalo en la pacata sociedad de la época. Un escritor negro que contaba una historia de amor entre dos hombres blancos..., mucho antes de que surgieran los movimientos de liberación gay. Ahora se considera una de las grandes novelas del siglo XX.


La narración la inicia un joven estadounidense de 25 años, afincado en París, y todo lo que cuenta es un flashback, la historia de su relación con Giovanni, a quien van a llevar a la guillotina, aunque no explica por qué. El triángulo lo completa Hella, su novia, de viaje por España mientras él vagabundea por la mítica ciudad del Sena. Sí cuenta pronto su primera relación con un compañero de instituto al que no volvió a ver, ya que "no podía comentar con nadie lo que me había pasado, ni siquiera lo podía reconocer ante mí mismo" (pág. 26). Es evidente que ha interiorizado los valores de su sociedad. He ahí uno de los motivos de su permanente insatisfacción, su incapacidad para aceptarse a sí mismo, y por lo tanto, la de vivir con plenitud su amor por Giovanni, un camarero italiano, guapo y marchoso, al que conoce en un bar gay, con el que acabará viviendo en una triste y oscura chambre de bonne


Lo dejo en francés, porque el autor usa ese recurso en el original escrito en inglés, tal vez como modo de ambientación. La imagen que David tiene de sí mismo es la siguiente: "Me vi, nítidamente, como un errabundo, un aventurero, recorriendo tambaleante el mundo, sin ancla" (pág. 73). Y ese no tener asidero lo aterra. Un viejo marica le aconseja: "Puedes lograr que lo que paséis juntos sea de todo menos sucio; os podéis dar algo que os hará a ambos mejores" (pág. 68). Sin embargo le será imposible por su dependencia del dinero paterno, por la amenazante espera de la llegada de Hella, por el miedo a reconocer quién es, puesto ante el espejo de Giovanni y de su entorno: "les goûts particuliers que no constituyen delito en Francia" (pág. 159), pero "sí que es delito... en mi país [USA], y yo, quieras que no, no me eduqué aquí, sino  allí" (pág. 91). Y porque el cuerpo de su amante le produce placer y autodesprecio a la vez.



La contradicción en la que vive se hace patente en esta frase: "Al principio de nuestra vida en común albergaba una dicha y un asombro que nacían de nuevo cada día. Por debajo de la dicha, claro está había angustia y, por debajo del asombro, miedo" (pág. 85). Esta última palabra es clave en toda la evolución del personaje al ser consciente de que "la bestia que Giovanni había despertado en mi interior jamás dormiría de nuevo" (pág. 94). La ansiedad se ha instaurado en su vida. El autor va trasmitiendo los sentimientos del personaje diseccionándolos con un escalpelo verbal finísimo, sin adornos, muy natural. Hasta que la llegada de Hella hace que todo estalle, el statu quo previo, que ya no es posible, y el retomar la relación con la muchacha. "Quería volver a estar en el interior con la luz y la seguridad, con mi masculinidad indiscutida" (pág. 155; la cursiva es mía). La tragedia es entonces inevitable y la infelicidad, definitiva. Se obstina en su sufrimiento sin ser capaz de remediar el que él mismo causa. Ha vivido toda su vida autoengañándose, y la relación apasionada con Giovanni le ha supuesto un doloroso autodescubrimiento. La vía de escape que aquél le ofreció se ha cegado. En definitiva, una novela intimista, de contradicciones constantes, que ayuda a entender a un personaje en aquellos lejanos años cincuenta, a caballo entre su procedencia estadounidense y el deslumbrante París de aquel momento, en el que la homosexualidad se vivía de tapadillo. 

José Manuel Mora.







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