Gitanos y realeza
Esta vez no ha hecho falta recomendación alguna. El fajín que envuelve la cubierta del libro con los premios que le han sido concedidos ya era aval suficiente: Premio Nacional de Narrativa 2024, al que soy bastante aficionado; Premio de la Crítica de 2023, que también supone un plus de crédito; Premio Cálamo Otra Mirada 2023. Todo ello sin haber leído ninguna crítica todavía, y sin haber oído hablar del autor. Quinto, Raúl. Martinete del rey sombra. Zaragoza: Ed. Jekyll & Jill, 2023, ésta es su cuarta edición, de 2024. Ilustración de la cubierta, Alejandra Acosta. 167 págs. Ya tenía yo ganas de tener entre manos un ejemplar de esta editorial alternativa.
Quinto (Cartagena, 1978) es un licenciado en Historia del Arte, profesor en Almería en la actualidad y autor de poemarios para mí desconocidos, y de narrativa "híbrida", dice la solapa, que viene publicando desde 2010. Los 30.000€ del premio y la consideración del jurado, que lo ubica en la frontera de géneros, como "un ensayo novelado de interpretación histórica" añaden interés. Adelanto que, como viejo profesor que fui de Lengua y Literatura, he quedado deslumbrado. Me ha llamado la atención el modo en que se hace presente en la narración con una primera persona del plural que incluye al lector y que deja claro quien gobierna lo que se cuenta: "Hasta que los volvamos a ver dentro de unos cuantos capítulos" (pág. 30).
Cabe señalar la dualidad del contenido. De un lado, todo lo referente a la redada practicada contra el pueblo gitano de la península para expulsarlo de sus tierras en la noche aciaga, blanca de luna inmensa, de julio de 1749. De otro, la corte de Fernando VI de Borbón y Bárbara de Braganza, bajo el control del todopoderoso marqués de la Ensenada, su valido en el momento en que promulgó la orden de arresto masivo de los 12000 individuos de la población gitana, según el padrón. Se la conoció como la Gran Redada. Y así se suceden los capítulos de forma alternativa, confrontando dos mundos escandalosamente diferentes. La amnistía llegó dieciocho años después, ya en el reinado de Carlos III. El contraste entre el lujo desorbitado de Aranjuez y la miseria de los varones sometidos a esclavitud en la construcción de barcos en los arsenales, y el de las mujeres, encerradas en fortalezas o tejiendo bajo vigilancia férrea, es así más llamativo, más lacerante.
El libro se inicia y acaba con el rey muerto. Y ya la primera descripción del cadáver amortajado lo deja a uno mudo de asombro ante la riqueza verbal y la fuerza expresiva: "Han vestido al rey muerto con sus mejores galas: [...] Brocados de hilo fino y más oro, dedos de apenas hueso y diamante, el bastón de mando a su lado y la espada ceremonial colgando quieta de su cinto. Sin filo. Sin nadie que la ciña. El rey lleva un sombrero de tres picos con la punta de plata y una hermosa pluma blanca, y la peluca también, del color de la nieve virgen, peinada y perfecta, sobre el riguroso rostro de la muerte. La mueca mal disimulada, la agonía y el terror, inútilmente maquillados, en la palidez de una calavera que la piel torturada transparenta. Tiene los ojos abiertos al vacío interminable, la mirada sin principio ni fin de los muertos." (pág. 9).
Y en medio de toda la pompa cortesana, con Farinelli entreteniendo con su canto a la reina, el de la Ensenada, el hombre más poderoso de la España de entonces, da las órdenes precisas para que se lleve a cabo un proyecto de exterminio: "La salud del reino requiere el prendimiento y el arresto de toda la población gitana [al tiempo que] se procederá a incautar la totalidad de sus bienes" (pág. 12). ¿Cómo saber quién lo es? "Quien viste como los gitanos y que habla su jerigonza diabólica" (pág. 12). Cerca de 9000 acabaron en penales en aquella noche infausta sin oponer resistencia ni haber cometido delito alguno. Es sorprendente la precisión de cuatro sustantivos para describirlos: "Fuga, canción, pena y presidio" (pág. 17). No es la primera vez que desde la realeza se manda emigrar a toda una población: a los judíos sefardíes (1492), a los moriscos (1609), todo en aras de la pureza étnica de "los de aquí". Todavía hoy hay quienes querrían echar de nuestro país a los que son diferentes, como está haciendo la Meloni, como hizo Hitler en su intento de limpieza étnica.
Para conformar un libro como éste es necesaria mucha documentación. Probablemente es fácil obtener la relativa al monarca y su corte. Sin embargo, ¿dónde buscar la relativa a ese pueblo nómada? "No hay una historia de los gitanos porque ellos no la escribieron" (pág. 40). De hecho "todo lo que sabemos de este pueblo está contado desde fuera de él" (pág. 100). Sí parece estar documentada su llegada a la Península en la segunda mitad del s. XV. El escritor la define como "la eterna nación del camino. Los hijos de la fuga [...] con la casa de la desolación siempre a cuestas" (pág. 47). Esa Gran Redada pretendía "curar del mal gitano y emplear sus brazos en la construcción de barcos" (pág. 57); al fin y al cabo "trabajar por un poco de pan y un poco de cielo" (pág. 70). Al estar separados de las mujeres, se consumaría así su extinción y así también "diluir su raza en el trabajo y en la nada" (pág. 83). Ellas, amontonadas en palacios semiderruidos o casas de misericordia, "enjauladas por fuera, pero con un pájaro rabioso y en llamas por dentro" (pág.127), organizaron motines y huidas que acababan en fracaso. Sus hijos quedaban así con "las miradas sin madre y sin consuelo" (pág. 86).
Conviene señalar también el papel de la Iglesia. Fue el obispo de Oviedo el que convenció al Monarca de la necesidad de "uniformar" el reino. Y el papa Benedicto XIV , conocido como "el de la luces", por su mente abierta a ideas nuevas de Voltaire o de Copérnico y que fue el primero en organizar una campaña de vacunación entre sus súbditos, que condenó la esclavitud en las colonias americanas, quien "firmó la orden que denegaba el acogimiento a sagrado para los gitanos de España" (pág. 99), lo que permitió que no tuvieran refugio alguno y se les cazara como a ratas. ¿Cómo es posible que este horror haya permanecido silenciado durante más de doscientos años? Es sorprendente, ya que en la actualidad más de un millón de españoles pertenecen a esa etnia. Tal vez aquellos sucesos quedaron grabados en el imaginario colectivo. De ahí la todavía persistente marginación. Dejo aquí la primera foto que se conserva de este grupo humano de 1863, que muestra las condiciones en que vivían.
Me parece extraordinaria la capacidad de fabulación de Quinto para narrar sucesos reales con un lenguaje poético expresivo, de metáforas fulgurantes y también lleno de ironía crítica. "El calor suave de las ascuas y la voz vieja de una toná [el martinete, grito de rebeldía y de liberación], triste y profunda como una sima de siglos, arañando el temblor de las estrellas en el carbón azul del cielo entre melismas y lamentos. Huele a pan, ceniza y sueño" (pág. 16). Y frente a tanta belleza verbal al lector le queda la rabia y el desconcierto ante los hechos expuestos. La literatura se erige de nuevo en un referente de memoria necesaria: documentación y fabulación para desactivar prejuicios y fomentar la empatía. "Mientras una voz de hueso entona el martinete del rey sombra y la noche es inmensa en los reinos de España. Y la noche es inmensa, infinita. Y lo que canta tampoco acaba".
José Manuel Mora
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