Cómo hacerse millonario antes de que muera la abuela, de Pat Boonnitipat

Herencias

Al no tener que ir al coro, he podido asistir al prestreno de los jueves en los cines Aana. Iba sin saber ni siquiera el título de la peli. La sala estaba a rebosar, como suele, lo que me resultó curioso al saber que se trataba de una cinta tailandesa nada menos. Cómo hacerse millonario antes de que muera la abuela (2024) ha sido dirigida y coescrita por Pat Boonnitipat, autor novel. Se proyectaba además en versión original subtitulada, lo que permitía seguir las modulaciones incomprensibles de los actores. Su duración es de dos horas, que se me pasaron sin sentir, emocionado como estaba. Al final la gente prorrumpió en aplausos, lo que no es nada frecuente. Ha sido preseleccionada como candidata al Oscar en lengua no inglesa. Y a pesar del exotismo de su origen, tal vez la primera que veo de esa procedencia, se va a estrenar en cuarenta países.


Entro directamente a hablar de la historia. Una anciana diagnosticada de cáncer, que vive sola, ve cómo la proximidad de su muerte hace que sus hijos varones, un inútil dedicado al juego y otro, abducido por su mujer, comiencen a rondarla, esperando que si siembran en esos últimos días de su madre, podrán luego recoger. Incluso un nieto tardoadolescente, estudiante fracasado y ahora streamer, es decir un vago que se aprovecha de su madre y pretende hacerlo de su abuela también, decide mudarse a su casa para acompañarla. La relación, que se inicia codiciosa, irá mudando con el trato, tanto el mal genio de la abuela, sus manías, sus exigencias, como el interés del nieto. La inteligencia emocional con la que el director presenta la historia hace que llegue a los espectadores según se vio al final. Algunos críticos la tachan de sensiblera y lacrimógena. A mí no me lo ha parecido. 


Putthipong Assaratanakul es "M", el joven protagonista, con varias películas en su haber que lógicamente no he visto. El cambio que se va produciendo en él es tan paulatino que resulta absolutamente creíble y conmovedor. Usha Seamkhum, la abuela, es todo un carácter, llena de sabiduría vital y creyente en ritos ancestrales, atenta siempre a sus hijos a pesar de su fragilidad y que lo único que parece necesitar de quienes la rodean es tiempo, lo que su nieto acabará descubriendo. Ambos conforman una pareja actoral magnífica, de gestos mínimos y cargados de sentido, que deambulan por la realidad tailandesa, tan alejada de la nuestra, tan exótica. Sería un localismo que alcanza cotas de universal. La música que acompaña tenuemente la acción podría haber sido algo menos reiterativa en este melodrama tan poco estridente.


Lo pintoresco de las localizaciones, los cementerios que abren y cierran la trama, los rituales, las comidas, no impide que reconozcamos los conflictos intrafamiliares como algo cercano a los que conocemos por aquí: ancianos de los que nadie se quiere hacer cargo, peleas familiares por la herencia, nada que nos sea ajeno. Lo que me ha enamorado de la peli es la humanidad de la relación de abuela y nieto y su progresivo acercamiento con juegos de cartas, comidas en común, noches en vela. La vida, pues.

José Manuel Mora.



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