Ya he dejado dicho aquí que me va lo "nórdico" a la hora de las series policiacas. Aquí se cambia por completo de paisaje y de paisanaje. Estamos en Jamaica. Get Millie Black es una serie de tan sólo cinco capítulos, creada por Marlon James (1970), uno de los más importantes autores literarios de la isla caribeña, ganador del Booker Prize en 2015 con Breve historia de siete asesinatos, y que aquí ejerce de guionista y director por primera vez para levantar este noir caribeño. Se puede ver en HBO/ MAX, proveniente de la cadena pública británica Channel 4, lo que siempre puede ser una garantía. Una anécdota: me equivoqué en el visionado y vi el último capítulo como si fuera el primero. Lógicamente no entendía casi nada. Me parecía un atrevimiento narrativo por parte del director. A pesar de ello, y una vez aclarado el error, aún conociendo el desenlace, nos la bebimos con ansia.
La protagonista, la tal Millie, (una para mí desconocida Tamara Lawrance, bellísima y de extraordinaria fuerza interpretativa), acaba de regresar de Londres, donde fue enviada por su madre de malas maneras y donde ha estado trabajando en Scotland Yard. Llega a la isla caribeña y le toca investigar sobre niños desaparecidos. El paisaje insular está lejos de los panfletos turísticos y más cerca de las dificultades tercermundistas con las que allí hay que lidiar. Se nota que el creador conoce el territorio. A la vez carga con la responsabilidad de un hermano, Hibiscus, más pequeño que ella, que decidió llevar a cabo la transición a mujer (Chyna McQueen) y juntarse con sus "hermanas" para defender su forma de estar en el mundo, aunque sea en un lugar inhóspito como el canal.
En la comisaría de Kingston comparte además despacho con otro agente negro (Gershwyn Eustache Jnr), que lucha denodadamente porque no se le note que es gay, a pesar de vivir con su pareja en la intimidad del armario. El contrapunto lo pone otro agente más, este blanco (Joe Dempsie), llegado de Londres en busca de una banda de traficantes afincados en la isla. "¿Viene a colonizar el caso?", le preguntan. Estos son los mimbres. Todo se puede complicar mucho, como verán quienes se animen a sumergirse en ese mundo asfixiante de humedad, calor, suciedad, corrupción, violencia sin fin, pero del que su autor parece estar de alguna manera orgulloso.
Está narrada desde varias voces, las de los distintos personajes. También se muestran los contrastes brutales entre los diferentes barrios, los depauperados y los de las mansiones para familias de gente blanca, tras cuya apariencia siempre hay el fantasma de un esclavo, como señala la propia Millie. Algunos ciudadanos, como diría Orwell, son más iguales que otros. Hay pues denuncia del racismo institucionalizado, a pesar de que las mujeres negras lleguen a dirigir una comisaría, y de las desigualdades sociales y de las que provocan las opciones distintas a las asumidas por el conjunto de la sociedad, sea la opción del policía gay o la de la hermana de Millie, que puede ser acorralada y apaleada en cualquier momento. Vale la pena señalar que el propio creador se sometió a un exorcismo en una iglesia evangélica para dejar de ser homosexual. Acabó marchándose a los USA, donde ejerce de profesor en la universidad de Minnesota.
Así pues, he aquí una serie "policiaca" lejos del tipismo que se les supone, con detectives inteligentísimos que van deduciendo lo sucedido a partir de pistas enrevesadas. Millie trabaja con los mimbres que la realidad le pone en la mano, se arriesga, pelea. Todo un personaje. Ha valido la pena.
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