Volvemos al Arniches al comenzar la temporada de este nuevo 2025. Se trata de una producción de Timbre 4,grupo que surgió como independiente en Buenos Aires hace 20 años, del que ya había leído cosas sorprendentes, por lo novedoso de sus propuestas. Con estos antecedentes estaba claro que iba a sacar entradas, aunque no tuviera ninguna referencia de la obra, Tebas Land, de un tal Sergio Blanco, escrita nada menos que en 2012 para ser estrenada en el Teatro San Martín de la ciudad porteña y que llega ahora a nuestra tierra. La dirección es de Corina Fiorillo. Una lástima que se haya prescindido de la reja que aparece en la foto, porque debió de cumplir su papel en la representación original. Habrá otros elementos en la puesta a los que luego me referiré.
Sergio Blanco, (Montevideo, 19971), es un autor franco-uruguayo, lo de "franco" le viene por su residencia en París, donde ha trabajado en la Comédie Française, desde donde pasó a Uruguay en 2003 y al Teatre Nacional de Catalunya en 2017. Ha sido multipremiado y representado en Europa y América. Tiene bagaje, pues.Lleva escribiendo desde 2008 y ha buceado en el teatro desde la autoficción, término que él señala como contradictorio en sí mismo. Toda esta información me parece pertinente en la medida en que desconocía la existencia del escritor. Hace mucho tiempo que dejé de leer "literatura dramática", ni siquiera sé si se siguen publicando textos de este género literario pero, tras ver la función, reconozco que me gustaría saber cómo la concibió sobre el papel el autor y cómo ha subido a las tablas de la mano de Timbre 4. Me entero luego de que Tebas land fue recientemente editada por la editorial Documenta Escénicas.
Un supuesto autor (Lautaro Perotti, cofundador de la compañía) arranca dirigiéndose a la platea para presentar su deseo de escribir una obra de teatro que pueda ser interpretada por quien la inspira, un parricida encerrado en prisión. El asunto de la misma gira en torno, justamente, al tema del parricidio, tomado de la figura de Edipo. Lo visita en la cancha del penal para conoceren persona a Martín Santos (Gerardo Otero) y obtener la información que no aparece en el proceso penal. Además de las trabas legales tendrá que superar el resquemor, la desconfianza del preso, al que anima con la oferta de asistir a los ensayos y a la representación. La imposibilidad de que acabe siendo éste el que se interprete a sí mismo, lo hará recurrir, gracias a un casting,a un actor profesional. Y aquí viene la primera sorpresa de la representación, puesto que el encargado de actuar es el mismo actor que interpreta a Martín. El cambio de registro es mínimo, pero absolutamente radical. Estamos presenciando cómo un solo ser, Otero, es capaz de incorporar dos personajes radicalmente distintos. La magia del teatro. Las preguntas del propio Martín sobre la dificultad de que otro lo "represente", y las del actor, para poder hacerlo con verdad, se van superponiendo. Al tiempo, el autor/director va entretejiendo los materiales que recupera para conformar la figura del parricida, no sólo sus declaraciones, sino fotografías del cadáver del padre muerto, elementos del sumario y todo aquello que le pueda ayudar a entenderlo. Al tiempo, todo ello se va representando.
La relación entre el preso y el autor se va haciendo más personal, más honda, lo mismo que las preguntas que ambos se plantean uno al otro y que los llevan a descubrirse mutuamente como seres humanos heridos, frágiles. La sombra del padre asesinado, la de la madre ausente, con la que él mantenía una relación muy especial, "Con mi mamá nos amábamos, yo creo que ella me quería más a mí que a mi papá", el famoso complejo sobrevolando...Hay una cámara de vídeo sobre un trípode que proyecta la imagen del que habla en una pantalla situada al fondo, lo que provoca un distanciamiento en lo que se representa, pero que acerca el rostro del personaje para hacérnoslo más próximo, para desnudarlo en su cercanía.
La ficción y la realidad juegan una partida infinita gracias a la puesta en escena, de un desnudamiento aparente, pero complejo a la vez. Ambos personajes acaban situándose en el lugar del otro. El acento del habla porteña es pertinente señalarlo, porque Otero cambia del registro popular cuando es el preso, con sus muletillas, sus titubeos, abrazado a la pelota, y pasa a un habla más culta y pausada, la del actor que deberá encarnarlo. La exploración de las diferentes masculinidades se hace patente y, a la vez, la necesidad de compañía, de apoyo entre dos seres que inicialmente parecen opuestos y acaban mostrándose complementarios en sus claroscuros emocionales. Y el teatro como posibilidad transformadora del carácter del outsider, y del escritor, que puede llegar a comprender los terribles motivos de Martín. Todo ello con un texto que no parece prefijado, que da la impresión de brotar en el momento. Es sorprendente la pluralidad de lo que vemos: recuerdos de las entrevistas narrados al público, encuentros tal y como supuestamente sucedieron en la cancha, interpretación por parte del actor de los textos que el autor/director, alter ego del escritor, ha redactado. Otra muestra más de la genialidad de los actores y de la inteligencia de la directora. Y el autor/director sigue interpelando al público durante toda la representación, para que el espectador se plantee qué es ficción y qué teatro documental. Vuelvo pues al principio de mi comentario. Y uno se hace la pregunta: ¿Existió Martín en realidad? ¿Se entrevistó Blanco con él? De ser así estaríamos ante teatro documental. En caso contrario, tenemos un falso documento, una creación "literaria" de altos vuelos por su complejidad, que da la impresión de ser veraz. Una duda fascinante. Teatro de texto del bueno, del que me gusta. Auténtico, dramática y literariamente construido. La dirección de Fiorillo hace que el paso de una realidad a otra fluya con naturalidad, no parece que haya tenido que dirigir a los actores, dado el verismo de su actuación. La obra se cerró con bravos del público puesto en pie. Los actores parecían sorprendidos del eco obtenido en la platea. Un éxito muy merecido tanto por el texto como por la representación.
José Manuel Mora.
P.S. El vídeo no responde a la actuación que vimos anoche. Lo cuelgo para que quien no la haya presenciado pueda hacerse idea.
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