Pitiusa
Un año después volvemos a viajar con el IMSERSO. El vuelo a Ibiza lo hacemos en un avión con ventiladores exteriores. En tres cuartos de hora estamos en la isla. Es Figueral es un enorme complejo hotelero (me niego a decir "resort") de nueve edificios, junto a la costa noreste, en Calablanca, una playa no muy grande, con unos islotes en el horizonte, difuminados por la luz de un sol que va vencido hacia poniente. La humedad traspasa la ropa. Vamos al bufé a cenar, y al salir oímos cantar "bingo" en un salón enorme. Mañana será otro día.
Tras el desayuno, el animador del hotel propone las excursiones y desanima a quienes pensaron alquilar coche, dada la estrechez de las carreteras y la escasez de aparcamiento. A la hora de concretar nuestra elección, coincidimos con dos maestras, Isabel y Matilde, viajadas y divertidas. La conexión a través del valencià, su lengua vehicular, a la que me sumo, es inmediata y decidimos compartir taxi (todavía no hay transporte público al ser invierno) para ir a Santa Eulària. El pueblito está a 15 kms, situado en torno a una loma donde está la iglesia, cubicular, blanca, del XVI, que sustituyó a una más antigua, destrozada en un ataque turco. Su estructura, como otras que veremos, es defensiva, preparada para el combate artillero, con una portalada de arcadas níveas, añadidas ya en el XVII. El interior tiene un altar doradamente barroco dedicado a la santa. A la parte trasera hay un pequeño cementerio de tumbas humildes, algunas con nombre extranjero. Y al fondo una balconada desde la que se ve el mar y la desembocadura del único río de la isla.
Tras la siesta, el animador del hotel propone actividades diarias. Las de media tarde son una clase de zumba y el bingo que escuchamos ayer. Hay algunas marchosas que se apuntan al contoneo, seguras de estar habituadas a hacerlo. Otros toman café, o ven fútbol en la pantalla del bar. Otros, por fin, nos retiramos a descansar y escribir mientras llega la hora de la cena. Luego hay baile hasta las once. Mañana será nuestra primera excursión colectiva.
José Manuel Mora.
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