Milán. Vitrina de la modernidad. MUBAG

Sempre l'Italia 

Visitar una exposición puede resultar algo efímero. Cuántas de las vistas a lo largo de la vida, para quienes somos aficionados a curiosear en los museos, han quedado sepultadas en el olvido más absoluto, junto con todas las emociones que la contemplación de lo expuesto nos habían suscitado. Por eso, desde que estoy en la Asociación de Alumnos de la UPUA, encargado de acompañar a quienes se apuntan a una visita, en este caso al MUBAG, me animo a redactar unas líneas sobre lo visto, intentando así que perdure algo en nuestras deshilachadas memorias.


El título es en sí sugerente, aunque no sepa yo al entrar qué es lo que la muestra alberga. Vamos de la mano de Alicia, guía a la que ya conozco de anteriores ocasiones, y que está muy preparada, lo que hace que sus explicaciones no sean la mera repetición sin alma que se suele dar en muchos museos. Y, en la breve introducción temporal de lo que vamos a ver, deja perfectamente establecido el periodo que abarca. Lo que desconocía es que fuera tan rico y variado como veremos que sucede. La muestra incluye a 41 artistas provenientes de pinacotecas públicas y privadas. Arranca con la Exposición Universal de Milán en 1906, fecha en la que se cumplía el 50 aniversario de la Unificación. Como suele suceder, los países que las organizan pretenden dar una visión de modernidad ante el mundo que las contempla, asociada a los avances tecnológicos. Los pabellones de arquitectura modernista eran una carta de presentación, como también el cartel anunciador, con la figura del Mercurio alado de espaldas con una máquina de tren que viene hacia el espectador. No en balde se acababa de inaugurar el túnel del Simplon, que comunicaba el Piamonte con Suiza, lo que suponía un gran avance en las comunicaciones. 


Es el tiempo del Posimpresionismo, que en Francia se ha convertido ya en el Puntillismo. Los italianos no quieren ser menos y deciden denominar a su movimiento coetáneo Divisionismo, dada la técnica que emplean en sus lienzos, formada por divisiones mínimas de color que acaban produciendo una sensación de conjunto en la que la división termina por completo difuminada. Las temáticas son claramente finiseculares. Descubro con sorpresa que uno de los cuadros de esta tendencia es el conocidísimo Quarto Stato, gracias a que fue la imagen inicial en la película Novecento, que dirigió Bertolucci. Es obra de Giuseppe Pelliza da Volpedo, nombre que he de reconocer que no recordaba, aunque sí la imagen imborrable cuando se ve en directo, dadas sus proporciones: 543 x 285 cms. 


En 1909 surge una nueva modalidad pictórica asociada al manifiesto que el poeta Marinetti firmó con el nombre de Futurismo. Sus ideas servirían después para dar carta de naturaleza intelectual al fascismo de Mussolini. Iban asociadas al movimiento, a la velocidad, al dinamismo. Y ello se intentaba plasmar en los lienzos con colores estridentes y ocupaciones de la superficie que acaban conformando imágenes que se van acercando a la abstracción. Y ahí estaba Giacomo Balla, y Umberto Boccioni que, además de pintar, esculpía.
 

La Primera Guerra Mundial rompió con todas estas dinámicas y, aunque muchos de ellos participaron en la contienda con auténtico ardor guerrero, la vuelta de los campos de batalla acabó con el movimiento. Roberto Marcello Baldessari es un buen exponente de ese desencanto, que lo llevó a intentar trasladar los sonidos a los lienzos. 


Como suele pasar tanto en la pintura como en la literatura, se producen movimientos pendulares. Acabada la contienda hay una vuelta a la figuración, como una intento de recuperar el orden que el academicismo proporcionaba, el Novecento Italiano. Regresan los bodegones, los retratos, aunque con otro acento: algunas figuras de espaldas, volumétricas, en composiciones novedosas. L'Addio, 1917, de Anselmo Bucci, que es la imagen de la muestra, quiere ser la figura de una mujer que dice adiós con un pañuelo a un tren que se aleja. El pañuelo se mueve en el aire, el tren penetra en su figura y forma parte de ella. Nunca se vuelve a lo mismo. 


Muchos artista italianos, atraídos por el glamur de París, deciden trasladarse a la capital francesa, donde están trabajando los grandes. Amadeo Modigliani puede ser uno de los más representativos de los conocidos como Les italiens de Paris. Tanto el livornés, como Picasso se han visto seducidos por el arte de las máscaras africanas y, cada uno a su modo, presentan cabezas que parecen esculpidas en madera. Gino Severini es otro de los que pintan atraídos por los personajes de la Commedia dell'Arte, como también le sucedió al malagueño con sus arlecchini de la época rosa. Giorgio de Chirico sería uno más de los que viajó a París y se desenvolvió en un estilo que él denominó metafísico, con espacios de ciudades vacías e inquietantes. Acabó alistándose para combatir y  aunque dejó honda huella en los surrealistas, a la vuelta ya nada fue como antes.



Entre los años 30 y 40 surge una nueva corriente, el Abstraccionismo histórico italiano. Viene influido por los grandes pintores de la abstracción europea, Kandinski, Mondrian... Muchos están asociados al diseño industrial, que en Milán tenía mucha fuerza. Hay en la exposición algunos ejemplos de lo elaborado para la confección que me han resultado modernísimos, siendo de hace ya casi cien años. Lucio Fontana podría ser un representante de esta línea de diseñadores que va pareja con la conocida como Corrente, en la línea de los expresionistas y fauvistas. Todo ello quedó truncado con el bombardeo de la capital lombarda en 1943.  La exhibición se acompaña de fotografías que ilustran el contexto histórico y además de un vídeo que comenta lo que se ha visto. 



Está claro que en una visita de apenas una hora y con cerca de treinta personas, no se puede apreciar del modo en que se hace cuando uno va a su propio ritmo. Hemos sido disciplinados y hemos seguido con interés las explicaciones. Habrá que volver, aprovechando que se mantendrá expuesta hasta el 4 de mayo de este 2025. Ha sido un placer.


José Manuel Mora.




Comentarios

Castilla ha dicho que…
Hola José Manuel, me pasaré por la exposición.
Hice un curso de arte en la Universidad para mayores que fue una delicia.