El pan a secas, de Mohamed Chukri

Miseria en el Rif

Por no cargar con el tomazo de setecientas páginas que tenía entre manos de cara al viaje a Vasto, eché en la maleta una novela de pequeño formato que me había recomendado mi amigo Paco, ahora en Tánger, como el protagonista del libro. No tenía más referencias. CHUKRI, MOHAMED. El pan a secas. Madrid: Editorial Cabaret Voltaire, 2024; 6ª ed; trad. Rajae Boumediane El Metni, 263 págs. La primera edición corresponde a 2012. Ha sido traducida a 48 idiomas.

Chukri (Beni Chiker, de donde viene su nombre, en el Rif, 1935 - Rabat, 2003) es un ejemplo de superación. De familia pobrísima, llegó a los 20 años siendo analfabeto, pero en ese momento decidió dar un giro a su vida y marchar a Larache donde consiguió alfabetizarse y entrar en contacto con la literatura y convertirse en un lector voraz. Llegó a codearse con Bowles y Genet; tal vez en parte de ahí venga algo de su "malditismo". Logró dominar el castellano y tradujo a Machado, Lorca y Aleixandre. Este libro que él califica de "memorias", se publicó en 1972 provocando un auténtico escándalo en los países árabes. En Marruecos no vio la luz hasta el año 2000. Tiempo de errores (1992) y Rostros, amores, maldiciones (1996) conforman, con ésta que reseño, la trilogía de su vida. Dejo aquí la foto que se incluye en la edición que manejo. 

La historia, que he sabido autobiográfica tras su lectura, se ambienta en 1952. De las montañas del Rif parte una familia, expulsada por el hambre, en dirección a Tánger, ciudad que entonces tenía carácter "internacional" y en la que los ecos del español de la época del protectorado, todavía se escuchaban en calles y cafés. Con ser dura la vida miserable que llevaban, es todavía más difícil de asumir el trato brutal con el que el padre sometía a su mujer y a su hijo. "Mi padre era una bestia [...] pegaba a mi madre sin motivo" (pág. 20-21). Por no hablar de las palizas sangrantes con que castigaba a Mohamed, o del estrangulamiento de su hijo más pequeño. No trabajaba, tan sólo bebía y obligaba a la mujer y al chico a que trajeran desperdicios que llevarse a la boca, incluso animales muertos que acababan siendo cocinados. Decide trasladarse con su familia a Tetuán. Allí el crío se convierte en "chico de los recados de nuestros vecinos españoles" (pág. 43). Pronto se hace consciente de que ha de valerse por sí mismo y "consideré el robo como algo legítimo entre gente sin moral" (pág. 45). Conforme va creciendo, al llegar a la adolescencia confiesa: "Mi pene llegó a convertirse en un quebradero de cabeza" (pág. 53). Ya tenemos dos motivos de escándalo para la oficialmente muy religiosa cultura marroquí: el robo y el sexo, que se añaden a la violencia extrema con que la historia se inició. "La noche era mi único momento de libertad. Era mi universo" (pág. 109). En ella descubre el adolescente el kif, el alcohol, la mujer como objeto de deseo y ensoñación masturbatoria. El hambre, el carecer de alojamiento y de ocupación, el deambular sin norte, lo llevan a descubrir por casualidad, tras la invitación de un viejo a subirse a su coche, que "mi pene también podía ayudarme a sobrevivir" (pág. 136).

Quienes siguen estas reseñas saben que suelo incorporar elementos expresivos que pienso acaban por constituir lo literario de una narración. Aquí apenas he podido entresacar las citas anteriores, dada la sequedad estilística del escritor, centrado en la dureza de la vida en las calles para un muchacho sin formación, en un relato que es una muestra de la lucha por la vida. Y, a pesar de violencia, de los prostíbulos, del contrabando, el autor se muestra defensor de la dignidad del ser humano, que ha de ser siempre respetada. Él lo resume al final: Amar la vida como sinónimo de querer vivir, "y eso significa que si un pueblo o un hombre están esclavizados y desean conseguir la libertad, Allah los ayudará. Amanecerá, y las cadenas se romperán gracias a la voluntad del hombre" (pág. 221- 22), dice un personaje. El libro está lleno de dolor y denuncia a partes iguales.

Chukri parece decidido a romper tabúes. Para empezar, porque en la literatura marroquí eran infrecuentes las narraciones con una tan fuerte presencia del "yo". Además, por su contenido, expuesto más arriba, fue considerado inmoral y pornográfico y recibió amenazas de muerte. La traducción al inglés que realizó Bowles a partir de la que hizo el propio Chukri del árabe al español y que le fue dictando a escritor británico, consiguió que el libro saltara fronteras. Tahar Ben Jelloun lo tradujo al francés. La intención evidente del autor era golpear el pilar de una sociedad patriarcal, la autoridad de un padre violento y dominador. La mujer podía sustituirlo en una visión feminista avant la lettre, pero llena de contradicciones, como el uso y el abuso de las putas. Un libro pues sin concesiones, pero dramáticamente necesario si uno quiere conocer otras épocas y otras culturas.

José Manuel Mora.





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