Música y fraternidad
No vi ninguna reseña en prensa en su momento, o al menos pasé por alto la del exquisito Boyero. Y de repente me llegan recomendaciones desde distintos ángulos, uno de ellos, de mi compañera de coral, Inés, dado que la temática de la cinta tiene que ver en parte con la música. Por todo lo alto (En fanfare en el idioma original) está dirigida por Emmanuel Courcol, quien también ha escrito el guión junto a Irène Mouscari. El filme es francés y dura 103 minutos, lo que consigno para los desprevenidos como yo. Arrasó en el Festival de San Sebastián.
La historia arranca con un punto de dramatismo, pero el director sabe dirigirla a terrenos más amables, allá donde los reproches se pueden suavizar por el trato entre personas que se desconocen absolutamente, pero que tienen en común, entre otras cosas, la pasión por la música. Thibaut ( Benjamin Laverhne) es un director de orquesta de fama internacional. Jimmy (Pierre Lottin, a quien no recordaba haber visto en Cuando cae el otoño, de Ozon) sirve comidas en un comedor escolar, pero toca el trombón en la banda del pueblo. Sabremos luego que posee una rareza, tiene lo que en música se conoce como "oído absoluto", la capacidad de dar la nota exacta y de percibirla al escucharla. Sin destripar demasiado, puedo decir que entrarán en colaboración. Los guiños a las riñas entre los miembros de un colectivo, el aprendizaje de la dirección cuando no se tiene formación específica, la pasión por el trabajo colectivo como forma de identidad y, como veremos, como forma de lucha en una zona que se desindustrializa a pasos agigantados, todo contribuye a que las piezas que van sonando lo vayan a uno conmoviendo, sobre todo ese Aznavour que canta Emmenez-moi, preñado de sueños de otras latitudes, y que logra poner un nudo en mi garganta, sin sentimentalismos pero con emoción auténtica.
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