La Alcudia

Pedanías

No sé si se puede hablar de "Viajes" cuando uno coge el propio coche y se acerca a Elche. La verdad es que se trata de una visita colectiva organizada por nuestro buen amigo Miguel Louis para los "ancianitos marchosos" de la UA. Ha programado dos actividades, ambas en las pedanías cercanas a la ciudad y que, tal vez por estar tan próximas, eran lugares que no había visitado antes. En primer término vamos a descubrir el Museo de Puçol, transformado en Centro de Cultura Tradicional a la vez que museo escolar. Han tratado de conservar el patrimonio de la zona que amenazaba peligro de extinción. Arrancó en 1968 de la mano de Fernando García Fontanet, que consideró que era importante asociarlo a la experiencia educativa de un centro de infantil y primaria. La propuesta ha sido reconocida por la UNESCO en 2009 por su intento de salvaguardar el patrimonio inmaterial. 


Tiene diversas secciones en las que los materiales están agrupados por áreas. Agricultura y ganadería, infancia, indumentaria y complementos, sociedad, oficios y vida doméstica. El recorrido se convierte en un viaje a un pasado lejanísimo pero que uno guarda fresco en la memoria. Y así los aperos del campo me han hecho viajar a mis veranos yeclanos y a los viajes en carro a la finca de mis tíos, a la "Casa del Cura". Todo está allí, utensilios, herramientas... En el comedor me trasladé a casa de mi abuela, con su mobiliario y adornos; y en la escuela estuve a punto de volverme a sentar en uno de aquellos pupitres para dos compañeros que yo utilicé en el grupo escolar de Benalúa.


La traslación de los contenidos de los comercios ilicitanos de la calle del Salvador, conforme se fueron cerrando, a las salas del museo, pudo haber hecho llorar a más de uno, de tan reconocibles como son los locales y lo que albergan: la vida de entonces ahora convertida en objeto museístico salvaguardado. Había incluso una imprenta como la que visitaba con mis alumnos en Such Serra, ya clausurada.
 

El recorrido da para hora y media con total facilidad. Pero nos esperan en el yacimiento arqueológico de La Alcudia. El centro de visitantes, diseñado por García Solera, expone en una sala no demasiado grande piezas encontradas en las excavaciones que llevan realizándose desde antes de la aparición del busto de La Dama. Hay una excelente reproducción de lo que fue una hornacina con forma de mujer bellamente engalanada, que se vendió primero al Gobierno francés y que éste acabó restituyendo ya en los años cuarenta del pasado siglo a cambio de unas piezas en las que estaba interesado. De todo ello nos vamos enterando gracias a la explicación de la arqueóloga jefe del museo, Ana Ronda Femenía, que es quien nos va a acompañar en nuestra visita guiada a lo largo de casi tres horas por el yacimiento arqueológico de lo que fue la colonia romana Iulia Illice Augusta, establecida sobre uno de los poblados ibéricos más importantes de la Contestania, circa siglo I a. C.


Nos señala algunas de las piezas emblemáticas de la parte nueva de la exhibición, agrupadas temáticamente, ahora en manos de la Universidad de Alicante desde el año 2009. Una de ellas, el famoso peto leonado que protege un torso de guerrero. En otras aún quedan restos de los pigmentos que decoraban las esculturas, mantenidos milagrosamente. 





Las cerámicas están soberbiamente conservadas y las figuras que las embellecen son tan conocidas en Elche que algunas de ellas han llegado a servir de objeto de decoración mural en el colegio Baix Vinalopó. Aves que despliegan enormes alas, personajes encapuchados que tiran del ronzal de un caballo, o bien otro que parece intentar domesticarlo. Los datos que nos va dando Ana son abundantes y precisos históricamente. No se trata de aburrir aquí ahora repitiéndolos. Lo que constatan los restos encontrados es que nuestro Mediterráneo conforma una inmensa koiné, un constructo de culturas que se fueron superponiendo unas a otras, que se fueron fusionando de norte a sur y de este a oeste de sus orillas,  hasta hacer imposible el que se pueda hablar de "pureza" de ninguna raza ni de ninguna civilización concreta entre las que existieron.














Salimos luego a lo que es propiamente el yacimiento; de frente, restos de la antigua muralla romana y luego la plaza central, donde en verano se suelen representar obras clásicas grecolatinas. La arqueóloga nos informa de que es muchísimo lo que aún sigue cubierto por capas de tierra y siglos. Sin embargo se hace evidente el esquema de una domus, con un patio porticado en torno a un estanque polilobulado, en torno al que se situaban las habitaciones de la casa. 



Queda por visitar el Museo Monográfico, en el que se encuentra la zona de trabajo de la Fundación donde se datan y catalogan las piezas que aparecen. En la sala de exposición se encuentra un mosaico espléndido con inscripciones en latín de nombres ibéricos, rodeado por lo que se supone sería la muralla defensiva de la ciudad con sus torreones. La delicadeza de las diminutas teselas da idea de la pericia de los artesanos que lo elaboraron. 


Hay aquí también magníficas vasijas decoradas con motivos semejantes a los ya vistos antes, pero de las que quiero dejar constancia. 













Queda luego en centro de la gran sala con toda una serie de fragmentos de mosaicos, algunos muy completos, con animales mitológicos junto a delfines o jabalíes, aves, toros y leones, en un conjunto armónico que se puede observar desde una tarima elevada. 











El recorrido concluye con la visita al lugar en el que se supone fue encontrada la Dama, con una especie de monumento sin demasiada gracia, junto a nuevos movimientos de tierras que con toda seguridad seguirán proporcionando nuevos hallazgos. Al final, bajo un techo nuevo a dos aguas, se halla lo que parece ser la planta de una basílica con ábside y un mosaico polícromo en el centro, con inscripciones en griego, que ha sido restaurada. Podría pertenecer a la época bizantina o visigoda. 



Sin casi enterarnos, se ha hecho la hora de comer. Louis ha reservado en el Nugolat, donde hay ocasión de establecer comunicación con personas que uno no conoce, pero que han sentido la misma curiosidad y se han embarcado en esta excursión por esas pedanía, tan lejos, tan cerca de los capitalinos, y que tanto tesoros encierran. Vale la pena realizar ambas visitas.

José Manuel Mora. 

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