Desconcierto
De vez en cuando me gusta saltar el charco. De este libro debí de leer una reseña elogiosa y lo encargué. Taylor, Brandon. Los últimos americanos. Madrid: Chai Editora, 2025; trad. Juan Nadalini (creo que mejorable); 300 págs. Desconocía al autor y a la casa editorial, un sello independiente. Me ha sorprendido encontrar bastantes errores de impresión, como palabras desaparecidas y otras repetidas. No es frecuente: "La música adquiere adquiere un tono abrasivo rebuznante" sic (pág. 252), valga como botón de muestra. El diseño de la cubierta sin embargo es curioso, dada la perspectiva de la foto. El título de la reseña hace referencia al "desconcierto" de los personajes y al mío propio conforme iba leyendo. Explicaré por qué.

Taylor (Alabama, 1989) se crió en una comunidad batista muy conservadora. Se formó como bioquímico y acabó pasándose a la literatura. Empezó a publicar en 2020, una novela, Real Life, que fue finalista del Booker Prize. Siguió con relatos y ensayos sobre arte editados con éxito en revistas. Y la que ahora comento apareció en 2023. O sea que estamos ante casi una novedad. Racismo y homosexualidad parecen ser dos de sus temas principales, dado que los vive en carne propia.

No parece ser el argumento lo principal para él, sino la manera de tratar lo que presenta. De hecho cuesta entrar en las historias que conforman el libro porque es difícil identificar a los personajes que pululan por el campus de la universidad de Iowa, al parecer epicentro de la escritura creativa de aquel país. Si a ello se le añade la técnica del correlato, el ir contando historias que parecen no tener nada en común, aunque se acabe viendo que sí hay conexión entre los personajes, todo resulta más complejo de seguir, de ahí mi desconcierto. Los diálogos entre ellos parecen querer mostrar a cada uno en su ambiente: clases de danza, seminario de poesía, cocina de un centro de ancianos, músicos frustrados, trabajos precarios, procedencias de clase social distinta, diferencias raciales... Aparece sin embargo una preocupación común: "Andaban todos, todo el tiempo tratando de demostrar lo mucho que valían [...] Dinero y sexo. Miedo a la soledad. Silencio y ruido" (pág. 145). Hay intentos de acercamiento para vencer esas soledades profundas y hay fracasos estrepitosos que llegan a veces a la violencia. Se dan encuentros sexuales que dejan exhaustos y decepcionados a quienes los protagonizan, "No era amor. No era deseo. No era nada de nada" (pág. 204). No existe el concepto de la fidelidad. Cada uno es libre de acostarse con quien quiere.
Las descripciones reflejan casi estados de ánimo de los protagonistas: "Salió al frío agrisado y húmedo [...] El viento aullaba entre los juegos infantiles vacíos" (pág. 73). O bien: "Viñetas del interior oscuro del país. Casas arrasadas por el viento, por los infortunios" (pág. 110). Cuando llegue el fin de curso el grupo se disgregará y seguramente no vuelvan a verse. Uno de ellos se pregunta "¿qué iba a hacer con su vida de ahí en adelante?" (pág. 127). Tal vez el libro pretende ser un retrato de la última generación de jóvenes estadounidenses, gente que viene retratada así: "Estaban todos siempre posando [...] Lo único que tenían era esas burdas coreografías del yo" (pág. 204).

Si es así, cuanta desesperanza, cuánta incomunicación, cuánta soledumbre entre quienes por edad deberían estar en plenitud: "Nadie tenía una buena vida. La fuente del sufrimiento humano era inagotable" (pág. 34). Y sin embargo, unos forman parte de "la desaparición de la magna clase media estadounidense" (pág. 170), mientras que en algunos de ellos late un deseo silencioso: "Él quería ser más: quería ser parte de esa clase minoritaria capaz de extraer dinero del dinero" (Pág. 132). ¿No es esa la filosofía de Trump y sus secuaces? Si estos son los millennials de allá, veo poco futuro en ellos. Y el distanciamiento que me producen a mí como lector forma parte de mi propio desconcierto, y como espectador de aquella sociedad, que cada vez me resulta más inquietante, menos atractiva. No sé si volveré algún día, no al menos mientras esté el loco del pelo amarillo al frente del desgobierno imperante.
José Manuel Mora.
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