Adoración, de Miguel Zamorano

Perplejidad

Supe de este título por una reseña elogiosa en el Babelia. Siendo un autor español joven, después de tanta literatura foránea, decidí darle una oportunidad y lo compré. Zamorano, Miguel. Adoración. Barcelona: Alba Editorial, 2025; 167 págs. No sé si es la primera que leo de esta editorial pequeña. Me lo llevé de viaje a Castilla para no cargar con el de 900 páginas que tengo mediado. Tal vez por la intensidad de lo vivido por aquellas tierras, me ha resultado más difícil adentrarme en las historias que aquí se cuentan. La sensación que me producía su lectura era la de perplejidad, razón por la que he usado esta palabra para el título de la reseña.

Zamorano (Madrid, 1994) comenzó su formación como violonchelista, lo que luego se reflejará en el protagonista, pero acabó graduándose en Humanidades y Periodismo. Gracias a una beca cursó un año de escritura creativa en Nueva York, algo que también incorpora a la trama. Acabó su formación con un máster de Creación Literaria en la Pompeu Fabra de Barcelona. Ahora se mueve en el mundo editorial y ésta es su primera novela, que ha tardado seis años en escribir. O bien hacía otras cosas al tiempo, o la ha cocinado a fuego muy lento. Aunque se podría pensar en la auto ficción dadas las coincidencias entre su vida y la del narrador, el escritor confiesa que todo en ella es invención.  

La novela consta de cuatro partes o capítulos con un único narrador, Mario, quien protagoniza distintas historias de ¿amor? con diferentes varones: Liam, profesor suyo estadounidense, quien le dobla la edad; Rodrigo y Héctor, dos exnovios con los que viaja; Oliver, tutor musical suyo en su juventud, a quien reencuentra cuando ha pasado mucho tiempo y con el que le une la muerte de un compañero; y la figura de su padre, con quien sufre un accidente de coche que le deja secuelas. A todos los vampiriza, a todos los incorpora a su relato, lo que no a todos les acaba de gustar. Esta apretada sinopsis puede aparecer como algo banal. Sin embargo no creo que sean estos encuentros los que han interesado al escritor, ni tampoco lo que ha llevado a los elogios críticos. Y me explico.


Saben quienes se adentran en estas "páginas", que suelo incorporar citas textuales que retratan a los personajes, las ideas del autor, sus recursos estilísticos... Pues bien. Aquí no voy a dejar casi ninguna. Antes he puesto "amor" entre interrogantes. Las historias que aquí se muestran tienen más de sexo llevado al límite que de relaciones paritarias, enriquecedoras, compartidas... "El hombre apoyado en el respaldo, se irguió. Con una mano le cogió la nuca y con la otra le dio una hostia en la cara" (pág. 18). Hay conflictos interpersonales, choques entre la ambición profesional, sea musical o de escritura, y la devoción que se pueda sentir por el otro. Y lo que creo que interesa más a Zamorano, es el desplazamiento dentro de su narración, entre distintos lugares, entre distintos hombres, entre distintos momentos temporales. Incluso entre planos narrativos: podemos pasar de una narración en tercera persona a la  voz en primera de Mario, o bien a la inmersión en una película que se está viendo. Todo ello funciona sin marcas formales, en tránsitos sutiles que lograban descolocarme. No sé si es que estoy perdiendo facultades. Y no es sólo la cuestión formal, estructural, sino que estilísticamente  el autor decide poner poco adorno, fuerza poco el lenguaje. No hay demasiadas sorpresas expresivas; dejo una: "El cielo se cubrió de nubes, las golondrinas se quedaron en silencio, congeladas a mitad de vuelo como trapos negros y un relámpago iluminó el patio" (Pág. 55). Y el ambiente post-COVID, la noche oscura neoyorquina o santanderina, tanto da, y como el tema sado maso no es que me fascine, no he logrado entrar en ese mundo oscuro, de sumisiones y angustias. "Nunca había imaginado el sexo desde la perspectiva de la autoridad y de la violencia" (pág. 21). Desde las citas iniciales se anunciaba la tonalidad, nada menos que en la voz de Walt Whitman en Hojas de hierba: "Me arrodillaría para adorarte, / si realmente me lo pidieras". En definitiva, tal vez hay que asumir que no todas las historias son igual de fascinantes y que no en todas somos capaces de adentrarnos para vibrar con lo que se nos cuenta o con quienes lo hacen. Es posible que haya lectores más avezados que sí la puedan disfrutar. Yo no he podido.

José Manuel Mora. 


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