El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas

Cosa de locos

Esta vez ha sido mi hermano Vicente el culpable. Me trajo el libro a casa. No iba a necesitar mucho esfuerzo para convencerme de su lectura, ya que soy seguidor del escritor, como se puede comprobar por las entradas que le he dedicado en este blog. Pero en esta ocasión estaba un poco reticente, al saberme "agnóstico en materia de religión ". CERCAS, JAVIER. El loco de Dios en el fin del mundo. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2025; 484 págs. 


Sigo a Cercas (Ibahernando, 1962), como ya he señalado, desde los tiempos de  Soldados de Salamina (2001), aunque cuando me acabó de conquistar fue con Anatomía de un instante (2009), libro que me pareció magistral. Hablaba allí del problema de los géneros literarios a la hora de aplicar la etiqueta a un determinado título. Aquí vuelve a suceder. El propio escritor manifiesta su propósito de escribir "un libro distinto, tan extravagante como fuera posible, una mezcla de crónica [la de un viaje al "fin del mundo"] y ensayo [reflexión sobre el sentido de la vida y la posibilidad de que la religión sea una buena herramienta para dárselo a lo que no tiene ninguno: "El credo postula la resurrección de la carne y la vida eterna, y ese enunciado es un desafío al entendimiento, una provocación radical, un escándalo absoluto" (pág. 376)] y biografía [la de Bergoglio] y autobiografía [la del propio Cercas], un experimento friki" (pág. 62). Deja fuera el autor de esta lista una tarea casi periodística, que supone investigar en vidas y hechos para mejor conformar lo que escribe, algo que él ya hizo a fondo en el título citado y en El impostor. Si en ocasiones anteriores buceó en archivos, aquí lo hace entrevistándose con toda persona que pueda dar luz a su pregunta, la que piensa formularle al papa: cardenales, vaticanistas, misioneros, periodistas... 


Pero Cercas plantea un problema desde el principio: su ateísmo tal vez lo inhabilita para acercarse a la figura del papa Francisco con la neutralidad necesaria. Confiesa que "la literatura se convirtió para mí en un sucedáneo de la religión" (pág. 35), tras perder la fe al leer el San Manuel Bueno, mártir, del ínclito D. Miguel y al no menos descreído de Nietzsche. De hecho está convencido de que "la literatura es un instrumento de conocimiento. Sirve para comprender" (pág. 27). Por ello, y por la promesa obtenida de que tendrá unos minutos de privacidad con el papa en su viaje a Mongolia para plantearle la duda que le presenta su madre, convencida de que verá su marido cuando muera, es por lo que acepta la tarea de escribir el libro que uno tiene entre manos. Y he aquí que, en una maniobra redonda de narrador, de ese encuentro que tiene lugar en el avión, en su vuelo hacia Ulan Bator (pág. 216), sólo sabremos el resultado en la página 476. No lo revelaré, claro.


Ya lo había saludado brevemente en una audiencia en el Vaticano. El conocido como "papa de las periferias" va siendo estudiado por el escritor e inicialmente obtiene un retrato múltiple, alguien que pasó de ser un jesuita peronista a alguien cercano a la teología de la liberación. Cercas considera que "un libro sobre el papa que no sea escandaloso no es un libro sobre el papa" (pág. 224). El retrato que hace a partir de la declaración del Cristo de Elqui sobre Francisco (pág. 403 y ss.), a petición de Cercas, es irónico, contradictorio, paradójico ("singular [...], que se equivoca[...], anticlerical[...], viajero peregrino perturbado[sic ...] más de los pobres que de los rico [...], un papa humano[...], ecologista[...], ¿qué clase de papa es éste? ¿Cuál es el secreto de este papa?). De hecho será al final cuando acabe por preguntarse si "Francisco y Bergoglio son la misma persona, o si Francisco es un personaje interpretado por Bergoglio" (pág. 378). Y concluye que "Bergoglio es un hombre en lucha consigo mismo" (pág. 467). Leer toda esta semblanza tres meses después de su muerte, cuando ya es Historia, lo aproxima como ser humano. 


Y en medio, el relato del viaje a ese país lejanísimo, inmenso, con apenas 1500 católicos, del que el autor realiza un retrato evolutivo desde Gengis Kan hasta la actualidad, pasando por los años de comunismo impuesto por China, como la Mongolia Interior. Analiza el componente político del viaje, pero lo que de verdad acaba apasionándolo y conmoviéndolo es la presencia de los que allí batallan por un mundo mejor: "Cuando los misioneros de la Consolata hayan vuelto a su soledad de locos extraviados en el fin del mundo" (pág. 321) será entonces cuando le resulte imposible "no conmoverse hasta los huesos" (pág. 305). Ya le había advertido su mujer a Cercas del peligro de volver reconvertido.  


Con todo lo anterior, he de confesar que el libro ha pasado por mementos diferentes de interés, en ocasiones llega a resulta reiterativo en los intentos de aproximarse a figuras o ideas que le resultan lejanas. Sin embargo se le nota cuando alguien le cae bien, como el tragaldabas de Fazzini, o el bendito padre Ernesto, o el "radikal" padre Giovanni. He tenido tentaciones de saltarme párrafos, aunque en definitiva el escritor ha sabido llevarme de la mano hasta el conmovedor final con su madre. Si a pesar de todo lo anterior alguien se embarca en estas páginas, le auguro un viaje intenso.

José Manuel Mora.


Comentarios

Sebastian Ortega Andres ha dicho que…
En estos momentos me lo estoy leyendo y me está pareciendo muy interesante. Gracias por tu comentario ☺️