Memorias de un asesino, de Bong Joon-ho

Triller coreano y más...

Esta vez no he tenido que ir al cine para ver "la película de la semana". Con la famosa la ola de calor no apetece salir hasta las salas, a pesar del aire acondicionado de su interior. Felizmente tenemos esa nueva "filmoteca" televisiva que es la plataforma Filmin. En ella se pueden encontrar clásicos y modernos y de las más variadas cinematografías. Me recomendaron severamente que le diera una oportunidad a una coreana y a ello he dedicado un par de horas esta tarde. Crónica de un asesino en serie (Memories of murder), de  Bong Joon-ho, coescrita por él, una cinta de 2003 que en su momento no vi. Rodada en B/N y por actores para mí desconocidos, todo ello ayuda a entrar en algo distinto. Un thriller que no tiene nada que ver con los acostumbrados estadounidenses, ni siquiera con los europeos. Diré por qué. 

A pesar de que todo se me olvida, a veces me salvan estas reseñas, y el nombre de su director me resonaba en la cabeza. Al buscar en la Wiki, me doy cuenta de que es el de la oscarizada Parásitos, que tanto me gustó. Estamos aquí sin embargo a años luz en lo que a producción y temática se refiere, aunque en su momento el director ganó con ella la Concha de Plata en San Sebastián. Parece que está basada en hechos reales, violaciones y asesinatos ocurridos en el culo del mundo, no porque Corea lo sea, sino porque está ambientada en lo más profundo de ese país, en Hwaseong, y en el año 86, lo que supone teles en B/N, mini grabadoras, inexistencia de teléfonos móviles, máquinas de escribir, y una sociedad, pero sobre todo una policía, con unos métodos chapuceros, muy alejados de los de "curso legal", lo que se pone de manifiesto desde los primeros interrogatorios forzados, con golpes incluidos y sin defensa presente, como los que practican el policía (Song Kang-ho) y su ayudante (Kim Roe-ha). Los brutales asesinatos del título se producen siempre en noches con lluvia, y las víctimas suelen llevar algo rojo en su vestimenta, al tiempo que en la radio suena siempre la misma canción que ha sido previamente solicitada por alguien. El retrato se acaba de componer con la llegada de un investigador desde la capital (Kim Sang-Kyung), cuya manera de trabajar difiere mucho de la de los que conocen el territorio. 


La inquietud va ganado al espectador cuando vemos que las maneras que se aplican, brujería incluida, no parecen ser las más adecuadas. La poca o ninguna operatividad de quienes deben encargarse de mantener cuidado el lugar del asesinato, ya indica que nada parece que pueda salir bien, dados los métodos corruptos e inhumanos que se gastan y que no distan mucho de la realidad de la dictadura existente entonces en el país. Resulta asfixiante. Sin embargo los sucesivos sospechosos van poniendo en un brete a los investigadores y a nosotros que lo vemos. Todo se acrecienta dado el sentido del humor (¿?) que su director maneja y que lo deja a uno perplejo ante lo que ve y cómo está siendo presentado. El final, que no revelaré, resulta absolutamente desconcertante. Lo que queda al descubierto es esa sociedad atrasada y violenta y la desprotección de los ciudadanos sin posibilidad de defenderse adecuadamente. Los actores son espléndidos, admirables en sus contradictorios papeles y modos de actuación, tan humanos, por otra parte. 


P. S. Tras el tráiler, dejo una reseñita también oriental, de Hong Kong, que a mi modo de ver debería proyectarse en la 2 de TVE. 


Se trata de Suk Suk, del año 2019, que también se me escapó y que también se puede ver en Filmín, dirigida por Ray Yeung. Es admirable la delicadeza con la que presenta la relación homo erótica de dos sesentones, cada uno con su familia perfectamente constituida y que están habituados al confortable armario que sus hogares les proporcionan. 


Probablemente estemos más habituados a ver este tipo de historias entre gente joven que dispara con pólvora de rey y que se cree inmortal. ¿Qué pasa cuando se descubre uno capaz de enamorarse y ofrecer ternura y sexo cuando se creía que la fiesta había concluido? Esa es una de las preguntas que el filme plantea, por no hablar de la vergüenza que experimentarían si sus hijos lo supieran, o de la conveniencia o no de las residencias de mayores para gais, la soledad no deseada, la necesidad de visibilidad reivindicativa y tantos otros temas que se presentan. La vida cotidiana de estas personas: compras, saunas, comidas en restaurantes cuando los hijos no están presentes, ofrecen un retrato de la sociedad china, seguramente menos tolerante que la de occidente, semejante al que durante tanto tiempo hemos vivido aquí. Tai Bo y Ben Yuen componen unos personajes para nada estereotipados, sino cercanos, sensibles, auténticos, tan creíbles... No hay un final simplista. Queda abierto. Como la vida.




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