Hasta que empieza a brillar, de Andrés Neuman

¿Otro diccionario?

Quiero iniciar esta reseña con una confesión que, supongo que como todas, me resulta embarazosa: como filólogo salmantino que fui, ¿se deja de ser filólogo por el hecho de jubilarse profesionalmente?, se fueron acumulando en mi estantería de estudiante, y luego en las de casa, primero "el Casares", por recomendación expresa de Lázaro Carreter; después, el etimológico de Corominas, que el catalán fue completando con la colaboración de mi joven profesor de lingüística, J. Antonio Pascual; llegó luego el del "español actual", de M. Seco et al., que también firmaba el de "dudas y dificultades de la lengua española". Acabé por comprar los dos magníficos volúmenes de tapa dura con los que la RAE decidió ponerse al día en 1992. Sin embargo, y aquí llega mi vergüenza, nunca compré "el María Moliner", a pesar de serme constantemente recomendado por mis pares de departamento. Excusatio non petita, acusatio manifesta, ya se sabe. Así que, en cuanto supe de su publicación, supe también que me lo iba a agenciar, a modo de reparación. Neuman, Andrés. Hasta que empieza a brillar. Barcelona: Pinguin Random House Grupo Editorial, de la Narrativa Hispánica de Alfaguara, 2025; con un sugerente collage en la cubierta de Ana García Torres, a partir de una foto de la ¿escritora? de 1922 en el Archivo de Simancas; 293 págs. 


Neuman (Buenos Aires, 1977) es hijo de músicos argentinos exiliados, de origen judío ashkenazí, como su nombre indica. Estudió Filología Hispánica en Granada (¡otro filólogo!), donde ejerce como profesor universitario de literatura hispanoamericana. Se dedica además a escribir poesía y a traducir, a bloguear y a publicar columnas periodísticas. A pesar de la aparente fama conseguida por su novela Bariloche (1999), yo no había leído nada suyo. Ni siquiera El viajero del siglo (2009), Premio de la Crítica, al que soy aficionado. Su díptico sobre la paternidad ha sido muy celebrado y él mismo ha escrito un diccionario satírico, Barbarismos (2014). Con el presente ha conseguido el Premio Archiletras de la Lengua "por sus méritos en la investigación y el desarrollo de la lengua española". Así pues, ya tocaba.


El propio autor señala en una nota final que "este libro es una obra de ficción basada en vidas reales" (pág. 293). Antes de llegar ahí, yo ya pensaba que lo que tenía entre manos era una biografía novelada, la de alguien a quien siempre imaginé en su cocina, rodeada de cajas llenas de fichas, realizando un trabajo ímprobo, como imagino que fue la confección de un diccionario, mientras lo compatibilizaba con la crianza y la atención a su familia. No sabía nada más de doña María Moliner Ruiz, nacida en 1900. Que hubiera estado a la sombra de la Institución Libre de Enseñanza (Pidal, Giner, Castro), me hacía entender mejor que fuera una de las no más de un centenar de chicas que estudió bachiller en la España de la época. Eso le permitió ingresar en los estudios de Historia, una de las pocas que lo lograron en Aragón. Allí conoció a su amigo "buñuelo", Luis Buñuel, y allí pasó la gripe española. "El profesorado parecía asombrarse con sinceridad de sus conocimientos" (pág. 51). No es de extrañar que consiguiera, con 22 años, una plaza concursando al cuerpo de Archivos y Bibliotecarios. Su primer puesto fue en Simancas. De allí pasó al Archivo Histórico Nacional en Madrid, donde se alojó en la Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maeztu.
 
Dejo de momento la biografía para pasar a comentar lo que me atrapó desde el principio, el estilo del autor: "A lo lejos, las frondas se encogían de hombros" (pág. 15). O bien, este otro hallazgo expresivo para hablar de la escritura de los expedientes del archivo: "La sintaxis se diluía en un magma de frases hechas y fórmulas que iban bloqueando los poros de las palabras" (pág. 56). Y concluyo con esta descripción de Federico: "un poeta andaluz de gesticulación teatral, risa en cascada y una especie de magnetismo en la frente" (pág. 59). De allí pasó a Murcia, donde fue la primera mujer en ejercer la docencia en aquella universidad. Y hay una manera curiosa de exponer Neuman el emparejamiento de María con un científico, Fernando: "Ciencias y letras compartían el baño" (pág. 67). Y fueron llegando los hijos lo que supuso para ella  ir "del Archivo a casa, de los ficheros a las cunas" (pág. 72). 
En los convulsos años treinta se traslada a Valencia y, ya con hijos, funda la Escuela Cossío, en la que "además de de su pedagogía laica, se decidió por mayoría que todos los grupos debían ser mixtos" (pág. 84), lo que era una rabiosa novedad. La biblioteca tendría una sección para escritoras. Para ella las bibliotecas debían ser una prolongación de las aulas. Y se produjo el golpe de estado contra la República que llevaría a la Guerra Civil. Y le encargan dirigir la Biblioteca Universitaria de Valencia, "¿qué hacer con un sueño cumplido en plena pesadilla" ? (pág. 109). Es consciente de que se ha ido ampliando el número de lectores, y que "en las trincheras la lectura era [...] lucha y descanso, defensa y consuelo, análisis y evasión, discurso colectivo y refugio íntimo" (pág. 115). Y así llega el triunfo del franquismo y las represalias posteriores, con lo que "resultaba brutalmente lógico que docentes y libros fuesen prisioneros de guerra" (pág. 137). Ella misma fue "inhabilitada para cargos públicos de relevancia" (139). Su marido fue suspendido de su cargo de profesor.


Ya con cincuenta años y desesperada en su tarea de archivera, una tarde consultó una palabra en el diccionario de la RAE y, al no satisfacerle ninguna de sus definiciones, "la enmendó a su gusto con un lápiz [...] dobló una hoja. Escribió la palabra que había buscado, le pareció que empezaba a brillar" (pág. 155). Y ahí se origina su ingente tarea, realizada a solas en el salón de su casa, robándole horas al sueño, fuera del horario laboral, porque "anhelaba inventar el diccionario que le hubiera hecho falta" (pág. 166), y que no se vería coronada por la publicación del suyo hasta 1966. Y es entonces cuando, para que nos hagamos una idea cabal de su trabajo, el escritor incluye fichas en tipografía diferente, en las que se ve cómo Moliner se pelea con las palabras. No me quiero privar de uno de sus ejemplos: "Si una consultaba por ejemplo qué significaba amparar, la respuesta de la Academia era "favorecer, proteger". Una preguntaba entonces qué significaba favorecer. Simple, querida: "ayudar, amparar, socorrer". ¿Y proteger, caballeros? Pues nada menos que "amparar, favorecer, defender". ¿Habría suerte con defender? No demasiada: "amparar, librar, proteger". Nada nos amparaba, libraba ni protegía de seguir dando vueltas" (pág.170). La cita es larga, pero creo que merecía la pena. "Su hogar se convirtió en una selva de vocablos" (pág. 177). Y ella se vio entonces "enmendándole la plana a la mismísima RAE" (pág. 185).


Su diccionario se fue convirtiendo en "una casa dentro de la casa" (pág. 209). Y en ella intentaba pensar los términos como hablante. De ahí que ella procuraba situarse "entre la norma y el uso coloquial" (pág. 232). Tal vez se entienda ahora mejor el título que asignó a los dos volúmenes de su magna obra: Diccionario de uso del español. No se conformó con la primera edición y siguió modificando y ampliando cada una de las reediciones. Contestar (acepción usual, pero no incluida en el diccionario de la RAE). Oponer a alguien objeciones o inconvenientes a lo que se le manda e indica: Haz lo que te dicen y no contestes


Con esta cita se abre el libro de Neuman, antes de entrar en el primer capítulo, "La visita, I". Es la de Dámaso Alonso (Sito, para María), quien viene a comunicarle que su candidatura para ocupar un sillón en la docta casa había sido rechazada. Aún tuvo tiempo para ver cómo, muerto el dictador, la RAE aceptaba a Carmen Conde, como la primera mujer "académica". No tuvieron en cuenta los próceres a la Pardo, a Rosalía y a tantas otras. 


Falleció en 1981, rodeada de hijos y nietos y sin conciencia de las palabras que dejaba caer de manera casi aleatoria. "Nada". "El barco". Su obra es imperecedera. Tengo que agradecer a Neuman el habérmela descubierto de forma tan humana al novelarla. Y sé que la reseña ha quedado algo extensa. Es el modo que tengo de rendir homenaje a quien durante años ignoré. También, la manera de dar a conocer a esta mujer a quienes no lleguen a leer el libro, pero sí se acerquen a mis notas. Lo recomiendo mucho, incluso a quienes no sean filólogos. Se trata de un libro "histórico".

José Manuel Mora. 





 hipótesis literaria: ¿y si su diccionario fuese una suerte de autobiografía oculta? 

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