Colores
Los desayunos hoteleros son aquí bastante semejantes. El comedor, grande y vacío, permite establecer relación con el muchacho que atiende las mesas y repone lo que falta. Se trata de un treintañero, turco, con dos trabajos y muchas ganas de volver a su país en cuanto pasen tres años. Habla perfecto alemán y un inglés mejor que el mío. He pensado en tantos compatriotas nuestros que vinieron a trabajar a este país con una maleta de cartón, sin conocimiento de idioma y en situación tan precaria como la que viven los que ahora llegan al nuestro y que a algunos les molestan. Ha amanecido gris, como casi siempre. Los lunes los museos están cerrados. Tendremos que buscar alternativas. Nos echamos a la calle hacia el Tourist Information, junto a la estación. Además de los carriles bici ya citados, sorprende la actitud de los peatones quienes, ante el rojo del semáforo, esperan aunque no se adivine ni un coche. Hay también pasos de cebra curiosos y edificios con muñecones, como marcas de la empresa.
Casi enfrente está un palacete blanco, antigua residencia de verano, reconstruido en 2009, tras el ya sabido bombardeo y donde se sacan los tiques, que cuestan 8€ y que permiten entrar en los Grosser Garten. Y a partir de aquí he de hacer una salvedad: seguramente, verlos en verano y llenos de gente no debe de proporcionar las mismas sensaciones que nosotros experimentamos, conforme el cielo se iba abriendo y un sol otoñal lo doraba todo más de lo que ya estaba. Un cartel anunciaba una "instalación" de la artista franco americana Niki de Saint Phalle a quien, ignorante de mí, no había oído ni nombrar, casada con el también artista, el escultor Tinguely. Se titula "La gruta", supongo que debido a su emplazamiento, bajo el palacio de 1676, que servía de refugio contra el calor. Se culminó en 2003, un año después de la muerte de la artista, su último regalo a la ciudad. Como no sabemos lo que nos espera, nos quedamos ojipláticos al entrar en la primera de las salas, "La Espiritualidad", toda en tonos predominantemente dorados, naranjas y rojos, sustentada en una columna central. La sorpresa es absoluta. No hay nadie que interrumpa nuestro asombro.
Y al dirigirnos a la de la izquierda, dejamos a un lado a una figura colorista, voluminosa, divertida, que está en la línea de las que luego veremos junto al río. El grito de tonos vivos de los personajes de las paredes rompe con el plata hacia el que la sala parece girar. "El Día y la Luz". Creo que hace falta mucha creatividad y mucha paciencia para ser capaz de crear espacios así, a base de conchas, cristales, vidrio, mosaico, minerales. Da la impresión de que todo ello es un canto a la joie de vivre, un triunfo de la psicodelia.
Al salir al exterior, el sol brilla ya en lo alto. Se trata de uno de los jardines barrocos mejor conservados de Europa, ahora propiedad municipal, bombardeado y restaurado luego. Tal vez sea necesario colocar aquí una foto del plano para poder hacerse una idea de por dónde comenzábamos a adentrarnos. A la izquierda fluye el agua que cae en cascadas leves, tranquilizadoras, desde una pared de formas entre italianas y francesas, la Cascada Histórica la llaman.
Con todo, nada que ver con la gran fuente que luce en medio de una simetría perfecta, muy versallesca, con su chorro difuminado en círculo. En la época fue un logro que atraía a cortesanos europeos, como el rey de Inglaterra. Los cruces de caminos estrellados se marcan con una balsa plana de gran diámetro, de aguas dormidas. La mayor de todas se encuentra justo en el centro y dispone de un chorro que alcanza los 56 m. Todo el jardín está rodeado por un ancho canal en forma de U, es posible que navegable, que sirve ahora para limitar el acceso al parque y para reflejar el otoño enardecido de especies arbóreas que desconozco.
Volvemos al metro, que nos deja junto a la estación, al otro lado de las vías del ferrocarril, en un barrio poco transitado por turistas, sembrado de tiendas de proximidad, peatonal, con terrazas, todo al pie de la Telemax, una torre de comunicaciones de 282 m. de altura que se levantó entre 1988 y 1992. Su sombra se proyecta lejos y brilla hacia el sur. Y a su lado la mole de la compañía estatal de ferrocarriles, la D.B., parecen querer competir.
No tenemos ninguna referencia respecto a restaurantes y se ha hecho la hora de comer. Un cartel grande junto a unos paneles solares de carácter municipal da la bienvenida a los refugiados, lo que hace que nos sintamos muy a gusto en este barrio.
Desde la plaza de la estación, atestada de gentes a la carrera, enfilamos por el tontódromo peatonal, aquí conocido como Karmarschstrasse, en la que se halla encaramado en su pedestal el gran poeta romántico Schiller. Los niños han salido de las escuelas y se ven familias completas, adolescentes amarrados a sus móviles, turistas, gente mayor que pasea tranquila con todo tipo de atuendos y vestimentas. Una sociedad plural, mixta. La ciudad está viva.
Y como ayer no pudimos entrar en la Kreuzkirche, la localizamos con relativa facilidad y en su interior, de un blanco desnudo, nos sorprende por su belleza un tríptico, un calvario repleto de figuras a cual más expresiva, más detallista en vestuario y gestos. La iglesia parece ahora un lugar de encuentro y a la única persona que vemos allí preguntamos por el autor: Cranach el Viejo. Y entendemos entonces nuestro asombro inicial.
Se ha hecho casi de noche, con lo que las ruinas de la Aegidienkirke, testimonio del horror de los bombardeos, aparece más imponente, iluminada y vacía, con sus muros laterales que ya no soportan ojivas ni techo alguno.
Y antes de llegar a "casa", pasamos al pie del Norde/LB, ahora convertido en un faro de luz que se levanta irregular hacia la negrura de la noche. El teléfono nos dice que nuestra caminata hoy ha sido de 13 kms. La dura vida del turista, ya se sabe.
Nos enteramos por la pantallita del acuerdo de paz en Gaza , seguro que injusto para los palestinos, pero al menos dejarán de asesinarlos. Si además comienzan a entrar camiones, todo ayuda a que podamos descansar de tanta masacre.
José Manuel Mora.


























Comentarios