Los colores del tiempo, de Cédric Klapisch

Ayer y hoy: París

Hacía mucho tiempo que no iba al cine. El viaje, la lectura, la redacción del cuaderno de bitácora para subirlo al blog... Menos mal que alguien que me conoce bien me dijo que no podía perderme esta peli que me había pasado desapercibida, tal vez por estar fuera cuando se estrenó. Los colores del tiempo es, para empezar, una peli "muy francesa". Su director,  Cédric Klapisches también el autor del guión junto a Santiago Amigorena, un argentino nacionalizado francés y con apellido vasco. No recuerdo si vi en su momento Un albergue español, allá por 2002. Como no llevaba este blog en funcionamiento, no estoy seguro, aunque el título me resulta familiar. Así pues fui al cine en un miércoles que tenía la sala petada. 

Su estructura se evidencia con el primer salto atrás (iba a escribir flash back), que se produce al endormiscarse uno de los protagonistas. Ese va a ser el modo en que se nos presenta la historia: un grupo familiar numeroso recibe en herencia un caserón en Normandía y cuatro de ellos deciden visitarlo para proceder a un inventario y así saber qué hacer con él. Allí encontrarán objetos, fotos, cartas, un óleo... Restos de un pasado desconocido para ellos que se proponen descubrir para dar con sus raíces familiares comunes. Así surge la figura de Adèle (Suzanne Lindon), quien a finales del XIX dejó la casona y se trasladó a París en busca de su madre, que la abandonó. Es el tiempo de la invención de la fotografía y cuando surge una nueva escuela de pintura, el Impresionismo. Esa evocación del pasado permite al director presumir de una extraordinaria ambientación, localizaciones, vestuario, detalles mínimos de la puesta en escena, con una banda sonora excelente. 


Y he de decir que una de las cosas que me han tenido fascinado a lo largo del metraje ha sido la sensación de que nada malo podía sucederle a la protagonista ni a sus descendientes, tan agobiados por el tráfago mundano de la actualidad parisina. En medio de tanto cine violento, a veces con violencia necesaria, de repente he tenido la sensación de sumergirme en un remanso de paz entre dos tiempos distintos. 





Por no hablar de cómo me ha retrotraído por momentos a mi primer viaje a la Ville Lumière con apenas veinte años. Como si me quisieran hacer un guiño personal, al llegar Adèle a Montmatre, como hice yo, entra a una taberna donde están entonando Nini peau d'chien, cancioncilla vital que yo también escuché allí por primera vez sin saber que había sido escrita por Aristide Bruant, el famoso personaje inmortalizado por Toulouse-Lautrec, y que todo el mundo allí conoce. Se me superponía el pasado decimonónico con mi pasado, con mi primera visita al museo de L'Orangerie, donde descubrí asombrado los nenúfares de Monet. Da igual que se pueda calificar a la peli como algo cliché. Las panorámicas junto al Sena pueden sonar a vistas, pero cobran un aire nuevo mientras una muchacha canta una cancioncilla a la guitarra en uno de los quais

El momento de despedida del profesor (Zinedine Soualem), aclamado por todo el alumnado del centro, me ha llevado también a mi instituto, ya tan lejano. Evocaciones pues sin cuento, bien trabadas, amables, de las que ayudan a vivir, aunque esto pueda parecer muy simple así dicho. Muy francesa, ya digo. Yo no me la perdería, si es que quien lea esto aún no ha ido a verla. Lamentablemente me he perdido la V. O. S. Así que dejo aquí este tráiler en francés.

José Manuel Mora.








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