De nuevo un sol espléndido, pero con 3º de temperatura. Ya se sabe, la dura vida del turista. Salimos abrigados. Vamos hacia el norte de la isla, bordeando el río, aquí, más ancho. Hay incluso barcos de un palo, y de dos, atracados, en un ambiente marítimo inesperado. Se me olvida que el Báltico no está lejos.
La caminata es larga y tranquila. Somos los únicos que paseamos. Y de repente un edificio llama mi atención por su volumen y su construcción, toda en ladrillo rojo, el típico de la zona, pero con aires de diseño moderno. Se trata del Hanseum Museum, un museo dedicado a la Hansa. Suponiendo que todas las cartelas estarán en alemán y que puede significar una extensa lección de historia incomprensible, decidimos no entrar. Comprobaremos luego su envergadura. Se encuentra junto a la puerta norte de la ciudad, la Burgtor (1444), que se levanta sobre cuatro arcos, en un gótico tardío, con una cúpula que la corona, ya en estilo barroco. Es patrimonio de la UNESCO. Desde la balconada donde se sitúa, el río queda allá abajo, con un puente que conecta la isla con "el exterior".
En una pequeña explanada contigua vemos un café. Está atestado de gente joven confraternizando con jóvenes de mi edad. Desayunan al estilo del bufé del hotel en charla amigable y nada estentórea. Unexpreso nos tonifica y calienta y, al salir, deducimos de unos carteles en alemán que tal vez merezca la pena entrar en lo que se conoce como el Burgklöster, o monasterio del castillo fortificado que domina el río Tave que fluye a sus pies. Seguimos deduciendo: tras la derrota del invasor danés en el s. XIII, se le ofreció a los dominicos. Fue asilo depobres tras la Reforma y en el XIX se demolió y se levantó de nuevo en un estilo gótico que resulta creíble. Funcionó como juzgado y prisión. De todo esto no sabíamos nada. Nos lo chiva la wiki. La entrada cuesta 8€ y da paso a una sala abovedada de dos naves, y se produce de nuevo un viaje en el tiempo, a un claustro de monjes bajolos arcos bellamente pintados. Suena gregoriano suave como música ambiental. Volvemos a ser los únicos visitantes. Hay unos extras en la sala que le dan a todo una mayor verosimilitud.
A través de un cristal protector podemos disfrutar de la sacristía, único espacio que se conserva tal cual era, sin intervención posterior. Es sobria y hermosa, con su suelo de mosaico original, de ahí la protección extrema. Hay otras salas, con los monjes de atrezo, en las que se conserva la pintura o se ha aplicado con esmero. Se visita también la sala de audiencias judiciales y dos celdas para presos, lo que permite a uno hacerse una idea de las condiciones de los mismos. El contraste entre ambas zonas es mayúsculo.
A la salida, con nuestro plano en las manos, enfilamos hacia la iglesia de St. Jakobi. Parece que desde aquí salía uno de los caminos hacia Compostela. Era la iglesia de los marineros. Ahora es protestante. Al entrar enmudecemos por la alturade sus naves, su altar barroco, en mármol blanco y negro, un reloj del s. XVIII y sobre todo el órgano. En un lateral, un tríptico que representa la Crucifixión y que combina muy bien la piedra y la pintura en los laterales, donde se retrata a los oferentes, es decir, a quienes pagaban la obra. Nos enteramos de que a latarde hay un servicio religioso con concierto ydecidimos que volveremos.
Ya fuera, con ganas de comer, otro edifico llama nuestra atención, no tanto por el conocido ladrillo rojo, cuanto por las cresterías que lo coronan y sus múltiples agujas. Vemos que sale gente, lo que nos hace suponer que todavía es visitable. Y, aparcando las ganas, entramos al Hospital del Espíritu Santo. Y de nuevo quedamos boquiabiertos ante lo inesperado por desconocido. En el s. XIII era un hospicio con función social, lo cual parece mucho decir para la época, pero así funcionaba, acogiendo a enfermos que no tuvieran medios para ser cuidados. Fue fundado por un rico comerciante con algo de conciencia social, el primero de su género en la Alemania del norte. La entrada está bellamente decorada con las nervaduras góticas pintadas y una especie de balconada con tallas en madera de diversos santos. Por el púlpito en un lateral se podría deducir que cumplía funciones religiosas. Al otro lado, un retablo dedicado en su centro a María en maestà, a la derecha con los apóstoles recibiendo el Espíritu y a la izquierda con el árbol de Jesé.
Al atravesar el pórtico de arcos apuntados se adentra uno en un larguísimo pasillo, donde se alinean las habitaciones individuales, mínimas, es cierto, pero suficientes para tener al abrigo a cada uno de los pacientes. La manutención provenía de un huerto lateral en el que también se criaban animales. Algo absolutamente novedoso para su época.
Y vamos por fin a comer. Lo hacemos esta vez en un restaurante griego, el Papadopoulos. La musaka que nos presentan me trae recuerdos de nuestro viaje a Grecia, hace ya 36 años. ¡Qué bien se come en aquel país!. Debe de ser el Mediterráneo... Me quedo dormido con la cabeza apoyada en la pared.
Volvemos a St. Jakobi. Hay una cincuentena de personas. La entrada es libre. Luego entendemos que se trata de un servicio religioso. Es curioso que la sacerdotisa (?), o sacerdote femenino, oficia todavía de espaldas a los fieles. Éstos se sientan bastante separados unos de otros. No hay sensación de comunidad, salvo cuando cantan salmos, entonados y a tempo. Y nuevamente la sorpresa se apodera de nuestro ánimo cuando comienza a sonar el enorme órgano a nuestras espaldas.
Más aún cuando las voces se descuelgan desde el coro, interpretando un Kyrie de Dvorsak que desconocía y una pieza de M. Rutte, autor del que nosotros también tenemos obra en nuestro repertorio. Cierro los ojos al borde de las lágrimas. Dejo aquí una muestra, aunque sea mal filmada.
Ya atardece a la salida. Bajamos hacia el río, hacia poniente, fotografiando bellas fachadas y curioseando en patios interiores. Las calles empedradas, estrechas, dejan a la vista la vida de estas gentes, acostumbradas a la calma.
Nos cruzamos con gente casi de etiqueta. Se nota que es sábado noche. Ya en el hotel, reencontramos la máquina fuente de agua, Purezza, para rellenar la botella de metal y que la gente no use plástico. Así son.
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