Ida, de Pavel Pawlikowski

Dos mujeres

Es extraño que llegue cine polaco a nuestras pantallas. En un tiempo, cuando estaba de moda "el arte y ensayo", las pelis de los países del Este eran enormemente celebradas. Y así podíamos ver lo que se hacía en Yugoslavia y Checoslovaquia (todavía existían esos países), Rumanía, Hungría... De repente llega una cinta que resulta de otra época, Ida, de  Pavel Pawlikowski, quien también firma el guión y del que ni conocía ni había visto nada previamente, aunque es la quinta obra que filma y ha sido coproducida desde Polonia con Italia y Dinamarca. Por decirlo en otras palabras, se trata de una cinta a contracorriente de lo que se estrena habitualmente.


 Desde el inicio de la proyección sorprende el formato cuadrado de la pantalla y un B/N espectacular, de un tal Lukasz Zal que, en las primeras imágenes del semivacío y gélido convento, tienen un aire al cine de C. T. Dreyer y su impresionante Ordet (La palabra), de 1955, o también al primer I. Bergman de El séptimo sello . A ello se une el silencio claustral de las novicias, que restauran una imagen que dejarán a la entrada del edificio, en medio de la nieve. Estamos en los años 60, en la Polonia comunista, y al mismo tiempo secular y rabiosamente católica, cosa que tras la elección del Papa Wojtyla no sé si se ha acentuado, pero que a mí me sorprendió en mi visita de junio pasado, con iglesias llenas, manifestaciones de católicos defendiendo la libertad de expresión de forma agresiva, a pesar de tener canales de radio y televisión, y consagraciones sacerdotales con toda la pompa tridentina. No era esa sociedad, sin embargo, uniforme. Conforme se va haciendo presente uno de los hilos argumentales del filme, el asesinato de los padres de la joven por ser judíos, se me hacía más presente el impresionante libro que leí hace un año y del que dejé reseña en estas páginas, entre sorprendido y escandalizado por tanta barbarie cometida por los polacos católicos a costa de los "vecinos" judíos.  (https://mbadalicante.blogspot.com/b/post
preview?token=gZ5bI0UBAAA.sGJOPMooWj0uk9sqe4IeHQ.fopMP33JcUiNv4w0QNdyOg&postId=8804387305912463382&type=POST#!/2013/03/vecinos-de-jan-t-gross.html). Quienes habían sufrido a lo largo de la historia diversas persecuciones por parte de los compatriotas cristianos, la última, la de los invasores nazis, vieron como salvadores a los comunistas, lo que les valió que se les tachara de colaboracionistas con el ocupante, y que se produjeran auténticos pogromos que hicieron desaparecer a los habitantes de pueblos completos. Con toda esa información en mi cabeza, no podía ver con tranquilidad lo que la peli presentaba, que ya era duro de por sí.


La salida al mundo de la novicia, antes de formular los votos perpetuos, está servida espléndidamente por los ojos asombrados de la actriz Agata Trzebuchowska, quien es capaz de transmitir desvalimiento y orfandad, a pesar de la acogida y abrigo que la congregación ofrece. La superiora le sugiere que vaya a ver a la  hermana de su madre, a pesar de que ésta nunca se ocupó de saber nada de ella con anterioridad. Y en la confrontación de la joven con la ya madura y desencantada tía, Agata Kulesza, atea convencida, hoy jueza local rebajada por el stablishment, por su conducta de casi alcoholizada y entregada a la coyunda cada vez que es posible, se produce el otro gran hilo de la narración. La dureza y la misantropía de la mujer madura, y la suavidad de carácter de quien no ha tenido que pelear con una realidad abrupta, como sí parece haberle sucedido a la tía. Dos visiones del mundo, dos formas de estar en él, dos maneras de afrontar el pasado. Para lo cual ambas inician un viaje hacia el pasado de ambas, lo que nos situaría en la línea de las road movies, enterrado en una aldea en medio de ninguna parte, junto a uno de esos bosques tan inquietantes desde que supimos lo que sucedió en el de Katyn.
 

La historia está contada con tal intensidad que los 80 minutos que dura la proyección son una concentración emocional de alto voltaje. La sobriedad de la puesta en escena también ayuda. No hay música que no sea la que se escucha en la radio, o en el picú (24000 baci de Celentano, Mozart, Bach, incluso Coltrane, que me sorprende que la novicia fuera capaz de disfrutar), o la interpretada por la orquestina del hotel. La economía de los diálogos, de los encuadres fijos, sin alardes manieristas, pero sobre todo la interpretación de las dos mujeres: la Trzebuchowska es una principiante convincente en su casi angelical mirada al mundo. Pero sobre todo la actuación de la experimentada actriz televisiva en su país, la Kulesza, hace que acabemos por estar cerca de esta mujer destrozada por la vida, tan humana en sus contradicciones, tan reconocible como semejante nuestro. La evolución de ambas en su viaje catártico es conmovedora. El movimiento del largo traveling de la cámara al final, acompañando al caminar de la novicia es definitorio del cambio operado en ella.


La peli llega con un montón de merecidos premios y no creo que deje a los espectadores sin conmoción íntima. Ya sé que no es para todos los paladares, pero creo que merece la pena arriesgarse, más en estos día en que "la fiesta del cine", con entradas a 2'90€ nos permite acercarnos a las salas a verlo a lo grande y no con el corazón de mesa camilla con el que vemos las pelis en la tele antes de acostarnos.

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