The Deuce (Las Crónicas de Times Square), de David Simon

 Años '70... Niu Yol.

 Sigue el calor. Siguen las recomendaciones. Siguen las series para intentar ponerme al día. De nuevo H.B.O. Y al enterarme de quién es el responsable de la serie, David Simon, he sabido que tenía que verla sin siquiera consultar la wiki. Recordaba perfectamente, yo que todo lo olvido, que había sido el creador de Show me a Heroe (2015 http://mbadalicante.blogspot.com/2016/05/show-me-hero-de-david-simon.html ), y el de una serie que me impactó tanto hace no demasiado, The wire (2002-2008; http://mbadalicante.blogspot.com/2017/04/the-wire-de-david-simon.html; yo llegué a ella en 2017 nada menos, por recomendación de mi alumna de Goteburgo), junto con su cocreador, George Pelecanos, además de sostenerse en los diálogos creados por Richard Price, quien parió The Night of, aquí comentada hace poco. Aquella era la crónica de la degradación de Baltimore por culpa de la droga en los años del cambio de siglo. Ésta se centra en el Nueva York de 1971, todavía no tomado por el turismo de masas, y en concreto en uno de sus barrios del midtown conocido como The Deuce, que da título a una serie de ocho capítulos muy manejables. El subtítulo concreta el espacio en que se mueven los personajes, Times Square, zona entonces deprimida y ocupada por la prostitución  y los proxenetas. Vi el episodio piloto hace meses y lo dejé aparcado, tal es el desagrado que me producen esos tipos que viven de la explotación de unas pobres mujeres que se ven obligadas  a ceder lo obtenido en las transacciones carnales a cambio de "protección". Ahora me he animado a verla completa. Y me alegro. Sólo los títulos de crédito son una promesa, un compendio de lo que nos espera.



Pronto descubre uno que, junto a putas y chulos, se mueven empresarios conectados con grupos mafiosos, policías corruptos, "emprendedores" capaces de llevar un bar de copas adelante sin necesidad de convertirlo en un prostíbulo, gestores de un porno incipiente... Y las tramas vitales de los diferentes personajes se van entrelazando con maestría narrativa. Dos de los productores de la serie, un correctísimo James Franco (en un doble papel de hermanos gemelos que no sé si era necesario o habría bastado con uno), y una despampanante y valiente Maggie Gyllenhaal, en el de una prostituta que pretende autogestionar su cuerpo, aunque sea recibiendo golpes cuando menos lo espera, se reservan dos de los personajes más atractivos de la serie: él por su integridad moral, dentro de lo que es posible en ese mundo, y ella por su espíritu combativo y emprendedor, que le hace oler que, en el negocio del porno, que va venciendo todas las prohibiciones que hacían que revistas y películas se vendieran envueltas en celofán, hay espacio para dejar de patear las calles y poder ejercer la creatividad a la hora de rodar peliculillas que no tenían guión ni verdad actoral, pero a las que ella quiere ir poniendo autenticidad, si eso es posible, a base de intuición a la hora de colocar la cámara, iluminar o encargarse del atrezo adecuado. El presupuesto con el que han contado los creadores de la serie debe de ser morrocotudo, a tenor de lo auténtico que resulta todo: mobiliario, diseño de vestuario de la época que parece sacado de mis fotos de veinte años, coches, peinados, una banda sonora increíble....























En medio de tanta sordidez pululan los mafiosos que cobran comisión por gestionar permisos del Ayuntamiento para la apertura de locales, policías que sacan tajada por no cerrar los negocios, casas de prostitución con habitaciones individuales y cabinas para pelis porno, y sobre todo, lo que me parece mejor retratado es la vida que llevan estas pobres mujeres explotadas hasta la extenuación, violadas y violentadas, y los hijosdeputa de sus chulos, que no dan palo al agua y no tienen sentimientos de ninguna clase. Una banda de perdedores que intentan sobrevivir en un mundo que para muchos no tiene salida alguna. Un mundo en un cambio acelerado que pilla a muchos con el paso cambiado. 


Es una película coral y resulta difícil recordar tantos nombres, sobre todo porque la mayoría me son desconocidos. Simon ha vuelto a contar, como en The Wire, con un estupendo Chris Bauer, sindicalista reconvertido. He descubierto a un actor británico que me ha cautivado, a pesar de lo infame de su personaje, Gary Carr. Todos muestran una enorme valentía al encarar sus papeles. Todos tienen un halo de verdad que los explica, aunque no los justifique. Toda ella está contada de forma pausada. No hay que esperar persecuciones enloquecidas ni violencia gratuita. Lo que hace Simon guionista, y con él los variados directores que lo acompañan (entre ellos el propio Franco en uno de los capítulos), es diseccionar el alma de los personajes, dibujando así una nueva "comedia humana", esta vez neoyorquina.


La manera de tratar el tema de la homosexualidad, que empezaba a salir a la superficie tras el estallido de Stonewall en 1969, anuncia lo que va a venir. Es estupendo el personaje del barman, sin nada de "pluma" y con una libertad total para abir la mente de su patrón a nuevas posibilidades de clientela y de negocio. Y terrible también el del hermano de la protagonista y sus electrochoques. Todo hace suponer, tras el final abierto que se nos plantea, que la serie tendrá continuidad en una segunda temporada. Después de escribir esto, leo que se anuncia para septiembre de este año. Habrá que estar atentos porque los tiempos que siguieron fueron definitorios de lo que en muchas cosas es la sociedad occidental actual. 

José Manuel Mora.

P.S. Para la segunda temporada 


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