Salambó, de Gustave Flaubert

 Exotismo decimonónico.

Hay nombres con un poder evocador tan grande que, al pronunciarlos, da la sensación de que hay eco en tu boca o en tu cabeza. A la vez todo un cúmulo de imágenes acuden a la mente, aunque no se hayan visitado. Hablo de los tiempos sin internet donde visionar al instante el lugar. Samarkanda tenía una fuerza en su fonética que presagiaba la capital que fue de la ruta de la seda. Antananarivo era sólo una capital de una isla perdida en el Índico. La realidad coloca luego, al visitarlas, todo en su sitio. Del mismo modo hay títulos de obras literarias que uno desearía haber leído sólo por la sonoridad del mismo. Ya hay en este blog alguna reseña de FLAUBERT, Gustave. Salambó. Barcelona: Random House Mondadori, 2008. Pero el que acabo de citar retumbaba en mi mente desde mis tiempos de estudiante de Literatura Francesa sin saber muy bien por qué. Así que, cuando mis libreras favotitas de 80 Mundos me lo regalaron estas fiestas, no tardé mucho en empezar su lectura.


Con sólo empezar las primeras páginas, tuve la sensación extraña de que el libro que estaba leyendo no podía ser de la misma pluma que había parido La señora Bovary, ya aquí, (https://mbadalicante.blogspot.com/2012/11/la-senora-bovary-de-g-flaubert.html), epítome realista, ni la que había sacado a la luz a los dos peculiares personajes póstumos del autor (https://mbadalicante.blogspot.com/2017/03/bouvard-y-pecuchet-de-gustave-flaubert.html). Dicen los libros de Historia de la Literatura que Flaubert lo escribió para desintoxicarse de tanta banalidad provinciana. El orientalismo estaba en todo su apogeo en 1862, fecha de su publicación. El autor se sitúa en la conocida como la Guerra de los Mercenarios, ocurrida en el s. III a. C. en torno a la ciudad fenicia de Cartago. Por no estar bien documentada, la historia de Mato el mercenario y Salambó, la hija ficticia de Amílcar Barca, basada en la Historias de Polibio, permitió al escritor fantasear a su gusto, manteniendo siempre la fidelidad mayor o menor a los hechos.


Erotismo, violencia, leyendas, majestuosas descripciones como hacía tiempo que no leía... Todo hace que se entre como en el decorado de una peli de la MGM de los años sesenta, Cleopatra o Ben-Hur, da igual. El detallismo y la precisión a la hora de señalar ropajes, armas, paisajes, animales, es desbordante. Los sentimientos de los personajes resultan esquemáticos: el ansia de venganza del liberto, la pasión desmedida de Mato, la belleza y la contradictoria personalidad de Salambó, todo conforma una historia que es evidente que se escribió en otro tiempo y para otros lectores. Tuvo un éxito arrollador, que acabó por consolidar la fama de Flaubert. Sin embargo ciento cincuenta años después se escribe y se lee de otra manera, y he de confesar que a las cien páginas la he dejado de lado. Reconozco la maestría descriptiva del francés, pero he de confesar que no he podido con ella. Tal vez otros lectores tengan más suerte. aseguro a los que se adentren en ella que tendrán exotismo abundante y una historia de amor enmarcada en unos tiempos guerreros en los que cortar cabezas no requería juicios ni reflexión alguna. Dejo la reseña para no olvidar que lo intenté. 
José Manuel Mora.

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