Theodor Chindler, de Bernard von Brentano

 Toda una época.

Esta vez sí recuerdo que fue una reseña de mi periódico de cabecera la que me puso en la pista de un título y un escritor desconocidos para mí. Y una vez más, como podrá comprobar el curioso lector que fisgonee en estas entradas blogueras, la novela se enmarca en el periodo de la Primera Guerra Mundial, como el Clerambault (https://mbadalicante.blogspot.com/2018/12/clerambault-romain-rolland.html), escrita al acabar el conflicto en 1920 por  R. Rolland y aquí comentada hace muy poco. Parece que el autor de la que voy a hablar ahora admiraba profundamente al francés. Se trata de BRENTANO, BERNARD von.  Theodor Chindler. Madrid: Alianza Editorial, 2018. El libro, de una factura matérica cuidadísima, tapa dura, preciosa foto de época en la cubierta, páginas de respeto en tono siena, con un interesantísimo epílogo de Sven Hanuschek, y de seiscientas páginas, me atrajo a simple vista; una pequeña pega sería la traducción de J. Seca (picar en vez de llamar; típico de un hablante catalán y otras menudencias). No tenía nada que ver, sin embargo, con el arriba citado, por su tono completamente diferente. Veamos en detalle.


 Brentano, nacido en 1901 en Offenbach del Meno, cerca de Fráncfort, se dedicó a la literatura iniciándose como poeta, con libros sobre viajes y luego como crítico literario;  fue corresponsal en Berlín del Frankfurter Zeitung.  Perteneció a una familia cuyo padre fue diputado durante la República de Weimar por el Partido de Centro, como el protagonista que da título al libro. También la madre del escritor tenía accesos de fervor religioso, como la señora Chindler. No cabe duda de que hay mucho material autobiográfico en la historia, aunque sin una equivalencia perfecta. El autor consideraba que una familia como la suya podía dar lugar a un retrato de toda una época. Mantuvo una relación estrecha con B. Brecht y aunque no se ha podido probar se dice que pudo pertenecer al Partido Comunista de Alemania. Sus artículos críticos contra el nacional socialismo acabaron quemados y en 1933 tuvo que emigrar a Zúrich debido a la condición de semijudía de su mujer. A partir de 1949 volvió a Alemania y fue elegido miembro de la Academia Alemana de la Lengua y de la Poesía. Siguió publicando ensayos hasta su muerte en Wiesbaden en 1964. La novela que nos ocupa la escribió en 1936 durante su exilio.



Ésta se plantea como un gran panorama histórico en el que la historia de la familia Chindler viene engastada en los sucesos acaecidos durante la Gran Guerra europea. Brentano toma como modelo a Balzac y Zola con sus ciclos novelísticos. A la que nos ocupa, siguió Franziska Scheler (1945) con algunos de los personajes de la presente para dar continuidad. Además de estos dos modelos parece que el autor admiraba a Flaubert y conocía la obra de un contemporáneo suyo, A. Döblin. Además de la figura de H. Mann, quien también gustaba de numerosos personajes. En la de Brentano hay cerca de setenta. Y aunque su título parece centrarse en el pater familias, no recurre al psicologismo finisecular, sino que a través de él y a partir de él, vamos a ir conociendo la interconexión existente entre distintos ámbitos: la política, el ejército, las clases populares, los sindicatos y los partidos obreros, la burguesía católica, minoritaria en Alemania, a la que la familia pertenece..., toda una sociedad que se nos presenta en proceso de descomposición. "Un humano es un humano y la única diferencia entre ellos es que unos tienen dinero y otros no" (pág. 27). Otro de los grandes contrastes en la obra es el existente entre los combates en el frente y los saraos en los que se gestionan negocios y relaciones sociales, como si la guerra no existiera. Esta novela política tiene un narrador omnisciente "Es el momento de decirle al lector..."(pág. 172). Las ideologías son puestas en solfa por el autor en boca del protagonista: "Cómo detesto todas esas ideologías de mierda que están destruyendo nuestros últimos sentimientos decentes" (pág. 446). Da igual que se trate de las ideas socialistas de su hija, del conservadurismo del Partido de Centro, que del militarismo imperante, cusante de la derrota final en la guerra, o el sistema educativo autoritario en el que se desenvuelve el pequeño de los hijos. Por no hablar del tipo de gobierno que manipula al pueblo, que "ha sido educado de una manera militar" (pág. 302), con el resultado de que "la obediencia  ha destrozado nuestra individualidad" (pág. 416). Chindler "se había dado cuenta de que aquella guerra [...] era vacua, similar a un negocio y realizada en despachos" (pág. 211). Hay en él una angustia ante el aislamiento en el que se siente atrapado: "No conocemos a las personas" (pág. 353), semejante al experimentado por Ernest, su hijo en el frente, a quien los combates le hacen pensar que "nada tiene sentido" (pág. 367). Salen a escena personajes reales del momento, incluida R. Luxemburgo o Lenín, tanto los del gobierno local como los del berlinés, que se enfrentan por cotas de poder y politequeos de baja estofa. Al desconocer muchos de ellos, esas partes me han resultado algo tediosas. 


Sin embargo el dibujo de los personajes femeninos es certero. La señora Chindler es exigente "cualquier cosa menos tener un marido que fuera un donnadie" (pág. 28) y se queja de su suerte "Soy una mujer [...], no puedo hacer carrera" (pág. 30). Es un carácter duro, incluso con sus hijos, representante de la autoridad fijada por el catolicismo imperante en su casa: "en lugar de ser la educadora de sus hijos, la Sra. Chindler era su jefa" (pág. 185). Frente a ella ya hay dos mujeres de una nueva generación: su hija Maggie, que arrostrará cárcel y necesidades sin cuento por romper con lo establecido y vivir en pareja sin casarse, defensora de no intentar cambiar a las personas  adultas por el hecho de haberlas engendrado, y su nuera, Lilli, tal vez el más libre de todos los personajes; ninguna de las dos quiere  ser "un objeto superfluo" (pág. 512) y la segunda es capaz de vivir una aventura extramatrimonial mientras su marido está en el frente o expresar sus necesidades sexuales, cosa insólita para su tiempo. Se rebela contra su rol social y es capaz de irse al campo, a casa de un potentado, en vez de viajar para estar con su marido herido junto a la frontera polaca. Es sin duda el personaje más atractivo del libro: "ella no quería vivir mejor, sino que quería vivir" (pág. 562). Queda por último el del hijo pequeño, Leopold, que como buen estudiante es un curioso lector, enamorado de su bella cuñada y objeto de deseo para su compañero Vierling. No entiende la homosexualidad de su amigo de colegio, pero sí "entrevió pronto que ese tipo de amistad [...] era algo prohibido" (pág. 175). Con toda su confusión de afectos es el único de la familia capaz de solidarizarse con su hermana. "Nosotros, los alemanes, no solemos  tener el don de expresar lo que sentimos [...] en concreto, nosotros los Chindler, sólo sabemos formular nuestras antipatías [...] Creo que eso se debe a que no se puede hablar con nuestra madre" (pág. 263). Hay poco espacio para la floritura literaria. El estilo es conciso, a veces ensayístico y en ocasiones directamente periodístico. Dejo un único ejemplo de expresividad, de los pocos encontrados: "El frente alemán, ese cinturón de alambre y de barro, y de seres humanos, que tenía oprimido el cuerpo desnudo de Francia" (pág. 217). En definitiva, una visión del país del autor demoledora, hipercrítica. No me extraña que sus escritos se prohibieran. ¿Cómo aceptar en pleno periodo hitleriano su autoflagelación? "Nuestra fanfarronería nos ha echado encima esta guerra" (pág. 552), de la que saldría un país humillado y con afán de revancha tras el Tratado de Versalles. Definitivamente para Brentano "los viejos tiempos se han ido al traste" (pág. 582). Vendrían otros claramente peores. 

José Manuel Mora.

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