Ad Astra, de James Gray

La soledad del Universo.
No sé bien qué me ha llevado a ver esta peli después de casi dos meses sin ir al cine a causa de los viajes vacacionales y el estar redactando la bitácora del recorrido. No soy amigo de la ciencia ficción, como ya he dicho alguna vez, pero las críticas que he leído eran favorables y ver cómo se maneja el actor ahora que cumple años con bastante dignidad y no puede ir sólo de guaperas, me ha llevado a la sala. A su director, y también coguionista, James Gray, no lo asociaba a nada anterior, hasta que la Wiki me ha chivado que dirigió entre otras, y hace ya diez años, Two Lovers, aquí comentada a su tiempo, (https://mbadalicante.blogspot.com/2010/06/con-dos-anos-de-retraso-y-sin-demasiado.html) y que vi con agrado. Ahora cambia por entero de género y al parecer ha contado con un respaldo de producción potente, la del propio actor.


El filme arranca en alto, con una secuencia impactante de fallo en antena espacial. Luego se centra en la conciencia del propio cuerpo del protagonista y de su estado de ánimo, en un estudio de control casi orwelliano por el que tiene que pasar el astronauta, no sólo para conocer su reacción tras el accidente, sino para ver su capacidad ante una misión que lo ha de llevar hasta el confín del sistema solar, donde su padre se perdió en una viaje de investigación anterior a la búsqueda de vida inteligente, para intentar averiguar por qué se producen unas radiaciones que pueden poner en peligro no sólo la vida en la Tierra, sino todo el equilibrio del sistema solar, que ya va estando colonizado y disputado entre las distintas potencias. Para ello tendrá que viajar a la Luna, algo ya cotidiano, y de allí a Marte, desde donde despegará hacia Neptuno.



La búsqueda de un padre por parte de su hijo es tan antigua como la narración odiséica en la que Telémaco busca a Ulises. Sin embargo seguramente no hace falta remontarse tan atrás en las referencias. La crítica ha hablado de los ecos de El corazón de las tinieblas (1899), de Konrad, que dio lugar, transformada, a Apocalypse Now de Coppola (1979), en la que un joven capitán debía acabar con el coronel Kurtz que se había vuelto loco y se había escondido en lo profundo de la selva. La similitud es evidente con sólo cambiar los escenarios, pero la relación paternofilial hace más compleja aquí esa búsqueda. El hijo ha seguido los pasos profesionales del padre y también ha enfrentado todas las limitaciones personales que ser astronauta comporta. En la búsqueda que le encargan está no sólo el cumplir la misión, sino poder recuperar la figura paterna y poder responder también a los propios interrogantes que se le plantean. Quiere entender la ausencia de su padre y necesita perdonarlo, para lo que hará falta que rompa la barrera emocional que lo mantiene frío y controlándolo todo aparentemente. El padre sin embargo vive tan obsesionado con su propio objetivo de búsqueda, que lo ha convertido en una obsesión, en su propio destino. Cuando se llega a ese punto es difícil que a uno lo puedan resacatar.


Los ecos cinematográficos son abundantes. Gravity es de no hace mucho pero, como le sucede a los clásicos, éstos son la última referencia de todo, y aquí la imaginación del gran S. Kubrik sigue presente. Uno no puede dejar de ver superpuestas las imágenes del interior de la nave o las salidas al espacio, junto con las de 2001, Una odisea del espacio. La fotografía de Hoyte van Hoytema (lo he tenido que buscar) aquí alterna las panorámicas excelentes con abundantísimos primeros planos que acompañan la voz en off, la corriente de conciencia del personaje. En ambos casos suponen un acierto. La persecución lunar tiene aires de peli del oeste que no rompe el tono intimista de la cinta y está magníficamente rodada. La música de Max Richter, autor de la de la serie The Leftovers, también ayuda con dos tonalidades que acompañan lo exterior y lo interior. 



Brad Pitt se lleva la parte del león de la peli, ya que está presente prácticamente en cada plano y, bajo la superficie de imprturbabilidad, el actor logra mostrar su fragilidad y una emoción que se desborda sin llegar a anegar la pantalla, sino de forma contenidísima. Los veteranos Donald Sutherland como acompañante inicial en su viaje y Tommy Lee Jones en el papel de enloquecido padre dan la réplica perfecta. La soledad del protagonista a la hora de tomar decisiones y ante la inmensidad del espacio se ponen de manifiesto en unos planos impactantes. Y al final la resolución me parece un poco trillada, lo que no quita valor a las más de dos horas de metraje que se ven en un suspiro.

https://youtu.be/_FZzJ-x4Edc

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