La moneda de Akragas, de A. Camilleri

 Sicilia sin Montalbano.

A veces, tener una amiga traductora como Teresa Clavel, lo lleva a uno a frecuentar un autor de quien ya creía saberlo todo. Hay en este blog y en esta etiqueta de "libros recomendados", algún que otro libro de CAMILLERI, Andrea. La moneda de Akragas. Barcelona: Gatopardo ediciones, 2018; 111 págs. Ya es antigua la referencia (https://mbadalicante.blogspot.com/2012/12/la-danza-de-la-gaviota-de-andrea.html) y la más reciente (https://mbadalicante.blogspot.com/2017/10/la-forma-del-agua-de-andrea-camilleri.html) deja claro que he leído con agrado a este siciliano irreductible. Se trata en este caso de casi una novella, basada según el escritor en una leyenda familiar a la que Camilleri ha añadido todo el picante de su imaginación. Como en otros títulos de esta editorial, la presentación del librito es cuidada, de un tacto satinado y de un tono hueso en el que la vista descansa.  


El escritor, nacido en Porto Empedocle en 1925 y fallecido en julio de este 2019, se dedicó a escribir guiones de teatro y televisión para la RAI y a dirigir también. A partir de 1978, fecha en que publicó El curso de las cosas, ha ido dando a la imprenta título tras título, aunque lo que le lanzó a la fama de forma definitiva fue la serie de novelas que tenían como protagonista al comisario Montalbano, auténtico héroe para muchos italianos,  y que inició en 1994 con La forma del agua, citada más arriba. Se ubica en el género de novela negra, pero como suele suceder a las que dentro de él son auténticamente buenas, todas tienen un transfondo de crítica socio-política proveniente en él de su adscripción al P. C., muy acorde con la época en que vivimos, sea en Sicilia o en nuestro país. Ha recibido múltiples premios y la guinda fue la famosa serie rodada en los paisajes que él tan bien conoce y describe.


Volvemos a Vigàta, esa ciudad inventada, cerca de Agrigento, en 1909, aunque la novelita tiene un proemio ubicado 400 años antes de Cristo, cuando Akragas (antigua Agrigento) se rinde a los cartagineses. Un campesino, golpeando con su azada, encuentra una moneda pequeña pero que intuye valiosa y decide regalársela  al dottore Gibilaro por su dedicación profesional a quienes no tienen casi con qué pagar y a él en concreto que lo curó de una pierna que creyó que perdería. Cuando el médico, que va a caballo, se agacha a cogerla presa de los nervios producidos por su pasión numismática, se cae de la montura y se rompe una pierna. A partir de aquí, robos, muertes, investigaciones y giros inesperados que mantienen el interés y la sonrisa en los labios. Hasta el punto de que el doctor llega a pensar que la moneda está como dotada de voluntad propia.


En medio, la sucinta crónica del auténtico terremoto que destruyó Mesina en 1908 y que proporciona el resto de claves para seguir el curso de la moneda. El escritor casi no hace alusión expresa a ello, pero las condiciones infrahumanas en que viven los campesinos nos muestran una Sicilia atrasada, pobre, de grandes contrastes sociales y en la que una moneda así puede cambiar el curso de una vida. Periodistas, abogados, funcionarios, todos van quedando retratados. Y un carácter perfectamente dibujado, el duttù. Estricto, honrado, entregado a su profesión, incapaz de quedarse con lo que no es suyo. La relación amistosa con el delegado Melluso sirve para ironizar y poner notas de humor. La retranca inteligente de Camilleri se deja ver con frecuencia: "Simone es una especie de coleccionista de enfermedades" (pág. 23) por oposición a los coleccionistas de monedas.


En otras ocasiones es imposible no torcer el gesto ante lo que se presencia: "El humor del doctor Gibilaro se ha vuelto denso y oscuro como el alquitrán" (pág. 38). Es un estilo condensado, sin grandes alharacas, pero que deja de vez en cuando una muestra del conocimiento de la retórica: "El saqueo, la devastación, la matanza, el exterminio" (pág. 9), con esa acumulatio cercana casi al clásico español: "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada" para describir los resultados de la guerra contra los cartagineses. La traducción de Clavel es impecable, tersa, elegantísima, plasma a la perfección la economía expresiva del siciliano y con ello facilita la lectura.  No es una obra que sea "imprescindible para la superviviencia", pero sí un librito inteligente, entretenido y diverido que merece la pena leer. 

Josñe Manuel Mora.

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