Criminal, de George Kay y Jim Field Smith

 Interrogatorios.

Un suelto en la prensa llama mi atención sobre algo que seguramente me habría pasado desapercibido más si, como es el caso, viene firmado por S. del Molino, que me parece una persona bastante razonable. Se trata además de una serie de Netflix firmada por dos británicos,  George Kay y Jim Field Smith, para componer unas historias de tres capítulos cada una (45 mi. ), que suceden en una comisaría, y que se desarrollan por parte de Reino Unido, Francia, Alemania y España. Ha sido esta última mi opción para comenzar el visionado de Criminal, que aquí viene firmada por Mariano Barroso, que tan buen sabor me dejó con su trabajo en El día de mañana. Ha tenido como guionista a su habitual colaborador, Alejandro Hernández y a Manuel Martín Cuenca, quien firmó El autor. Y esto resulta aquí importante de señalar porque, como luego diré, toda la historia se apoya en la escritura de un texto que parece salido de las manos de los que ejercen de profesores en las clases de escritura creativa. 


La limitación de los espacios, rodados en decorados la Ciudad de la Tele en Madrid, reducidos a la sala de interrogatorios, la pecera desde la que se ve sin ser visto y los pasillos de la comisaría, hacen recaer todo el interés en la resolución de los asuntos; no se muestran cadáveres, no hay sangre ni morbo, tan sólo los interrogados junto a sus abogados, frente a los interrogadores. Las tácticas de éstos, el cliché del poli bueno y el poli malo, la posibilidad de manipular  pruebas o de tergiversar atestados con tal de conseguir las confesiones. Tamnbién las actitudes de los detenidos son diferentes a la hora de enfrentarse a las acusaciones: la verborrea impagable de la Machi (qué contenida, que gestualidad de boca herida de rojo labial, qué derrumbe), el "no quiero declarar" de Inma Cuesta, desgarradora en el secreto que guarda, el que se las sabe todas, incluso esposado, de Eduard Fernández, cada vez más imponente actor en su cruce de marroquí de Esplugues. 


Hacía tiempo que no veía a Emma Suárez, que hace aquí el papel de inspectora. Parece evidente que las mujeres han pasado a ocupar puestos reservados a los varones durante tanto tiempo.  Ella sabe sacar de su madurez vital y profesional las agallas para llevar a cabo su tareas, sin dejar de lado la empatía cuando lo ve necesario. Supongo que seguiré viendo los capítulos de las otras comisarías, aunque no seguidos, para evitar el empacho. Parece claro que encerrar a unos personajes en un espacio limitado sigue funcionando como elemento de tensión dramática. Para amantes del género.

José Manuel Mora. 

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