Unorthodox, de Maria Schrader

 Otros confinamientos.

Hay muchas maneras de concebir y contar una historia. Que ésta tenía gancho se hacía evidente ante la marea de recomendaciones que me ha llegado en el plazo de un par de días, de gente de la que me fío: Carme, Juan, Basi, Josep... Si además resulta que no se convierte en algo interminable, como esas de infinidad de temporadas, sino que se trata de una miniserie de tan sólo cuatro episodios, la tentación de zampársela de un bocado es mayor. El cartel anunciador resulta también enormemente atractivo. Y así, en dos tardes, nos hemos visto Unorthodox, que la wiki traduce por "poco ortodoxa", pero con el prefijo que lleva, me tienta traducir como "sin ortodoxia". Su directora, Maria Schrader, es una actriz, guionista y directora alemana, a la que vi, sin recordarla ahora, en  Deutschland 83. Sabe pues lo que se trae entre manos. Se colgó en la plataforma de Netflix  apenas hace un par de semanas y sigue siendo de lo más visto.


Deborah Feldman es la autora del texto que ha dado origen a la serie y que relata su propia aventura vital, su autobiografía: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots (2012), que podría traducirse por "El escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas". Para mí esta comunidad, a la que vi de lejos en mi segunda visita a NY, no era más que algo de color local en Brooklyn, como pudiron serlo los Amish la primera vez que viajé a los USA. Sin embargo esta mujer germano-estadounidense que vive en la actualidad en Berlín, conoce a fondo a este grupo humano, el de los "piadosos", traducción de jasídico, al que ella perteneció durante gran parte de su vida. Se trata de una de las ramas más ortodoxas del judaísmo, procedente de Hungría en su caso, que mantienen la Torá como única fuente de conocimiento, basada en el recuerdo de los diversos éxodos que el pueblo hebreo ha padecido a lo largo de su historia. El rabino es el que tiene siempre la última palabra.


Esa fidelidad a sus orígenes y a las rígidas normas de vida a las que se someten, se supone que les da algo de confianza para sobrevivir en un entorno que consideran, además de pecaminoso, lleno de peligros. La preminencia de los varones, como en todas las religiones monoteístas, es absoluta; de hecho rezan cada día para dar gracias por no haber nacido mujer. Y la mujer sólo alcanza su realización como madre de cuantos más hijos mejor. La segregación de ambos grupos en celebraciones, como la de la boda, o en la vida diaria es casi total. Los tirabuzones laterales bajo la kipá y el sombrero en ellos, junto con sus largas barbas, y la peluca que cubre los cráneos rapados de ellas, además de su vestuario absolutamente "modesto" para evitar las miradas indiscretas de los varones, son rasgos que los caracterizan exteriormente. A todo ello se unen las normas alimenticias, la falta de libertad para elegir pareja, algo que se realiza mediante casamentera, la prohibición para las mujeres de cantar delante de los hombres, la imposibilidad de tomar iniciativas, salvo para lo que tenga que ver con el hogar, o el férreo control que las propias féminas establecen entre ellas. De todo este ambiente asfixiante es del que Feldman, como su criatura de ficción, decidió escapar en un momento determinado para rehacer su vida en Alemania.

 
Esther Shapiro es el trasunto fílmico de la escritor, una chica de 19 años a la que vemos queriendo salir subrepticiamente de su casa una mañana de sabbath camino del aeropuerto que la llevará a Berlín con lo puesto. El resto de la narración alterna de manera inteligente los momentos berlineses, su descubrimiento de un mundo ajeno, desconocido, soprendente, con su historia anterior, su familia desestructurada con padre borracho y madre desaparecida, y su preparación para una boda concertada, con todos los problemas que irán surgiendo cuando ninguno de los miembros de la pareja sepa cómo ha de comprtarse. Lógicamente Yanky, su  marido, saldrá tras ella acompañado por otro miembro de la comunidad que conoce el mundo y tiene una visión más relajada de las cosas. Hay mucho de ficción en torno a la historia personal de Feldman, pero todo está sabiamente cosntruido. La necesidad de esta mujer de encontrar su propia voz se hace patente no sólo en el estrecho mundo de Williamsburg, donde ella se siente íntimamente distinta, sino en el grupo de músicos que conoce al llegar a Berlín: distintas razas, diferentes religiones o ausencia de ellas, formas de enamoramiento no previstas allá, la solidaridad franca que proporciona el saberse parte de un grupo que toca junto. Y en esa prueba musical última será en la que ella mostrará que es capaz de encontrar su autenticidad más genuina.



Shira Haas, para mí, una desconocida, muestra un potencial de emociones interiores y de las que se ponen de manifiesto, la mayor parte de las veces a través de primeros planos, que trasmiten un impacto poderoso. A su lado, siendo bueno el plantel de actores: el esposo, la abuela, Moshe, los amigos músicos, la madre, creo que palidecen. Los exteriores berlineses me transportaron a mi visita hace cinco años a las orillas del Spree. Están perfectamente elegidos. El rodaje parcialmente en yidish aporta un plus de veracidad. Y la observación casi documental de las costumbres jasídicas muestran otro modo de confinamiento, diferente pero igual de agobiante al que vivimos en la actualidad. "Las normas están en nuestras cabezas", le dicen a la muchacha, pero es muy difícil desembarazarse de todo aquello que nos ha acompañado desde siempre. Ojalá podamos escapar de él como hace Esty en esta preciosa miniserie.

José Manuel Mora. 

 https://www.youtube.com/watch?v=c-hEnX6qPZM
https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=TQ60C7evv-M&feature=emb_logo
 

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