Territorio Lovecraft, de Misha Green

 Mostruos y racistas. (¿No son la misma cosa?)

Es cierto que el gancho para empezar a ver esta serie fue el nombre del escritor que aparece en el título. Luego me enteré de que era una buena combinación de terror y denuncia. Y aunque no me gusta demasiado lo gore, decidimos empezar a verla Y quedamos atrapados. Territorio Lovecraft está colgada en la plataforma HBO desde agosto y está integrada por diez capítulos de algo menos de una hora cada uno. La ha desarrollado una tal  Misha Green, guionista y productora, a instancias de Jordan Peele (Déjame salir) y J. J. Abrams (10, Cloverfield Lane). Está basada en la novela homónima de 2016 de Matt Ruff. Y resulta bien curioso el modo en que se trabaja el material previo, dándole un toque antirracista y politizado, cosa que ya sucedía en tiempos del autor: Howard Phillips Lovecraft (Providence, Rhode Island 1890 - Providence, 1937) quien fue un escritor elitista, ultraconservador, que se hizo famoso con este tipo de literatura de horrores sin cuento y también con la ciencia ficción. 

La historia arranca en Chicago, años 50, cuando Tic, el ex-soldado Atticus regresado de la guerra de Corea, y su amiga Leti inician un viaje por carretera, junto al tío Georges, en busca del padre del primero, desaparecido desde hace tiempo. Aparentemente una road movie más. Pero en el camino todo se irá complicando al tener que luchar con el racismo desaforado de los blancos protestantes, muy crecidos en esa época de segregación brutal (y en ésta, los Proud Boys trumpistas), con su conciencia de superioridad y su miedo a los negros, que quieren "ocupar nuestros puestos y quedarse con nuestras mujeres", miedo a los diferentes, que acaba transformándose en los famosos mostruos "lovecraftianos" que viven en un bosque oscuro y para los que el trabajo de digitalización ha sido sorprendente. La única pista que tienen es que posiblemente esté en un lugar que no aparece en los mapas. Y la búsqueda se realiza por lugares donde la policía, blanca, puede disparar y después preguntar (I can´t breath, ¿suena?), donde las miradas pueden ser tan amenazadoras como los monstruos. A todo ello se añade una secta poderosa y oscura, de hombres blancos, de rituales casi satánicos en busca de la inmortalidad, y casas habitadas por fantasmas. Estamos ante componentes de cultura popular USA, de la que estaban llenos los libros pulp (los famosos pulp fiction), llamados así por estar elaborados con la pulpa barata de papel de la peor calidad y de los que Tic es un fan. 

Todo se irá complicando. Hay unos personajes secundarios muy potentes: la hermana de Leti, que suspira por trabajar en unos grandes almacenes, el padre de Tic, con su enorme secreto, la mujer de Georges con su pericia tecnológica, la hija del jefe de la secta... Se viaja al pasado para mejor entender de dónde viene todo ese racismo, se despedazan cuerpos, se cambia de sexo y de raza, y cada giro, aunque imposible, te sigue atrapando a pesar de la brutalidad, como la búsqueda de El libro de Nombres, manual de hechizos que todos parecen necesitar. El final es absolutamente sorprendente por poco habitual. Y no diré más. Está maravillosamente ambientada, la banda sonora es magnífica, los efectos especiales dejan sin habla y las interpretaciones son brillantes. Jonathan Majors (When we Rise), Tic, Jurnee Smollett, Leti, Michael K. Williams (The Wire, o 12 años de esclavitud), el padre, Courtney B. Vance, el tío, y muchos otros ponen toda la carne en el asador, la suya propia, para que resulten creíbles y no personajes de pura ficción. Buen ajuste de cuentas con la memoria esclavista que subyace en muchas zonas de aquel país, envuelta en formato de terror, el mismo que provoca el racismo imperante en Trump y sus secuaces.


José Manuel Mora.

 

 

 

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