Lupin, de George Kay y François Uzan

 Literatura inspiradora

Tras la decepción sufrida por la serie danesa Equinox, de la que me esperaba mucho más, dado el nivel al que nos tienen acostumbrados los nórdicos, y de la que ni siquiera pienso escribir reseña,  hemos empezado casi de manera aleatoria una serie francesa recién estrenada en Netflix, de una  sola temporada, lo cual es casi otro atractivo, con ocho capítulos de 45 mi. cada uno, de los que sólo han subido los cinco primeros y que no terminará de colgarse hasta finales de este año. No sé cómo podremos aguantar hasta entonces, tal ha sido el enganche, y porque la quinta entrega ha dejado el listón muy alto. Sus creadores y guionistas son  George Kay (quien ya escribió algún capítulo de Killing Eve) y François Uzan. La inspiración parte del  personaje del conjunto de novelas, cuyo primer título fue Arsène Lupin, ladrón caballero, de 1905, (que yo pronunciaba en mi adolescencia como aguda, Lupín), escritas por Maurice Leblanc (Blois, 1864 - Perpiñán, 1941), contemporáneo de Conan Doyle, ambos popularísimos en su época, uno por la figura del ladrón de guante blanco, el segundo por su famoso detective.

La figura del ladrón inteligente, preparadísimo, audaz, capaz de camuflarse bajo maquillajes imposibles, perfecto conocedor de las redes y sus aplicaciones, de exquisitas maneras, a gentleman, según él mismo se define, y que además a veces ejerce como Robin Hood, resulta siempre atractiva. En este caso, un adolescente de origen senegalés recibe de su padre un libro cuyo protagonista es el conocidísimo A. Lupin. Cuando su padre muere, el personaje le servirá de modelo de conducta y de inspirador de sus acciones. La historia bascula entre ese pasado en el que el muchacho va creándose su propia personalidad, su manera de estar en el mundo, y el presente, separado de la madre de su hijo y con dificultades para atender a sus responsabilidades familiares. Ambos momentos funcionan mediante asociaciones inteligentes. 
 
 
El primer capítulo, filmado en el Museo del Louvre, bajo la cúpula piramidal de I. M. Pei, donde se celebra la subasta de un collar de María Antonieta que acabará siendo robado, es un prodigio de ritmo, de sorpresas incesantes, de giros de guión para entender a Assane Diop, el protagonista absoluto de esta serie absorbente, divertida, trepidante, en la que París es el perfecto decorado de fondo, con su perfil, sus tejados, y sus puentes, donde parece que la pandemia todavía no existe. Un regalo para dejar volar la imaginación a otros tiempos menos constreñidos que los actuales. La policía es el otro polo de la acción, y entre los aparentemente incapaces inspectores encargados de atrapar al ladrón, hay uno tan friqui y admirador de Lupin como aquel al que tienen que dar caza. Todo se irá complicando claro está y, al estilo de Dumas y su famoso Conde, habrá una venganza que cobrarse, que lo convertirá en implacable, a pesar de lo cual no puede dejar de resultarnos simpático. El tercer vértice del triángulo argumental es el propietario del collar, un rico sin escrúpulos y poderosísimo al que tendrá que hacer frente.
 
Como es natural, toda la historia está sostenida por Omar Sy, a quien ya admiré en Intouchables (2011), pero que no vi en X-Men: Días del futuro pasado o Jurassic World. De presencia y personalidad arrolladoras, posee un magnetismo en la mirada y en las maneras que lo hacen encarnar a la perfección ese gentleman al que pretende emular, «Es mi herencia, mi método, mi camino», dice del libro que le regaló su padre. Todo está a su servicio y al del entretenimiento del espectador. El actor es capaz de la ironía cómplice y de la rabia vengadora, en ambos registros muy creíble. Ludivine Sagnier, a quien no he reconocido en su papel episódico de The Young Pope, es Claire, la mujer del ladrón, enamorada a su pesar, ya que la tiene harta de tanta informalidad. A pesar de que su aparición es secundaria, da la réplica a Sy con solvencia. El debutante Mamadou Haïdara encarna a Assane Diop adolescente y me parece un prodigio de sensibilidad. También es muy natural y divertidamente irónico con su padre, Etan Simon, en el papel de Raoul, el hijo adolescente del protagonista. En definitiva, la serie no da más que lo que se propone, divertimento a tope, adreanlina inteligente, entretenimiento sin máscaras, lo cual es ya un alivio. No veo el momento de ver los cinco capítulos restantes.

José Manuel Mora.

P. S. Una gozada, escucharla en francés. Vid. Infra.
 


P.S. II. Por fin hemos podido ver los cinco capítulos restantes y la verdad es que ha merecdido la pena. La historia se cierra como era de esperar. Y, aunque se anuncia ya una segunda temporada, lo que aquí se nos presentó desde el primer capítulo, queda perfectamente clausurado. La sopresa inicial se ha ido atenuando, pero la manera de filmar las persecuciones, de extremar la violencia por parte de los "malos", sigue ahí. Pellegrini (
Hervé Pierre), con sus tentáculos en la policía y la política, en las grandes finanzas, podría parecer un malvado de cliché, excesivo, pero tras las noticias de juzgados por estos lares, uno ya puede creer cualquier cosa. Es magnífico el paralelismo con el que fluyen los dos planos temporales, el de Assane adolescente con su amigo Benjamin (Antoine Gouy), y la pareja ya adulta haciendo uso de lo que aprendieron entonces. El policía (Soufiane Guerrab) seguidor fanático de las novelas del famoso ladrón, tendrá también su importancia. Y París, toujours Paris, con unas panorámicas espectaculares desde los drones de última generación. En definitiva, una serie de consumo inteligente, ideal para ver en familia en un par de tardes de cualquier finde, antes de que calles y playas nos llamen fuera de nuestras casas, inmunizados por fin.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Comentarios