La delgada línea azul, de Anders Hazelius, Mikael Hansson, Sanna Lenken

 La otra cara del estado de bienestar

Esta serie da  otra razón para suscribirse a Filmin, la plataforma española, creada por un par de cinéfilos catalanes, que está haciendo las veces de filmo on line, en estos tiempos en los que la gente se ha ido retrayendo de asistir a las salas. Yo sigo haciendo las dos cosas, como se puede comprobar en estas "páginas". Debió de ser un suelto leído con rapidez, en el que se citaba La delgada línea azul (Tunna blå linjen), producto de este mismo año, estrenada el 17 de agosto de 2021. Cuando vi que se trataba de una serie sueca, pasé por encima del pensamiento, "otra de policías y crímenes", y empezamos a seguir los diez capítulos de su única temporada, dirigidos por Anders Hazelius, Mikael Hansson y Sanna Lenken. La guionista Cilla Jackert, parece haberse inspirado en hechos reales comentados en twitts. El  que estuviera ambientada en Malmö, ciudad a la que cruzamos desde la vecina Copenhague a través del increíble puente de Oresund, con la intención casi exclusiva de ver de cerca el Turning Torso, era un aliciente más. Nos quedamos en la superficie del puerto y no llegamos a visitar el casco antiguo ni ninguno de sus barrios, esos en los que se desarrolla la acción. La torre de Calatrava o el puente quedan muy difuminados al fondo de algún que otro plano, mero decorado. 


Estamos ante un grupo de agentes de la policía municipal de Malmö, policía de barrio compuesta por varones y mujeres, que inicialmente han de hacer frente a las típicos conflictos de orden público, de ayuda a los ciudadanos, da igual que sea una vieja alcohólica, como una mujer maltratada, o una pelea callejera, con la salvedad de que la sueca es ahora una sociedad multiétnica y multicultural. La mayoría de los que llegaron se integraron, se escolarizaron, dominan el idioma y aprendieron pronto a hacer uso de sus derechos. Algunos jóvenes no entienden que junto a éstos, hay una serie de obligaciones. Sin trabajo, sin horizonte, están dispuestos a hacerle la vida imposible a vecinos, comerciantes y policías. La primera gran diferencia con una serie estadounidense, tipo The Wire, aquí comentada, es el exquisito trato que estos últimos gastan a la hora de los posibles arrestos, las entradas a las casas, el uso de sus armas, etc... No resuelven grandes casos, no son detectives, tienen que hacer frente al día a día, a veces más complejo de lo que les gustaría, a pesar de ser gente vocacional.
 

Todo se complica cuando la delgada línea azul (color de los uniformes policiales, que tiene su referente anterior en Canción triste [blue] de Hill Street) del título, la que se refiere a la que separa a la ciudadanía de la delincuencia, se fragiliza al entrar en juego condicionantes personales de los agentes. Han de hacer frente a la xenofobia rampante, a la pobreza de determinados barrios, al racismo, y a la violencia subsiguiente. Y si encima los "verdaderos suecos" levantan la bandera excluyente, los choques se hacen inevitables. Impresionante la manifestación y la contra manifestación con la policía en medio. La policía ha de hacer frente a toda una problemática ocasionada por la desigualdad, la pobreza y la marginación, que no se resuelve con huertos urbanos o canchas de balón mano. Uno de los conflictos que se les plantea a los integrantes de la patrulla es la dificultad de no implicarse emocionalmente en lo que se encuentran, cuando ello suele ser la peor cara de la sociedad.  Han de lidiar además con las filmaciones de los que rodean los sucesos como espectadores y los comentarios que inundan las redes como consecuencia de las imágenes.
 

La serie está rodada desde una óptica realista, muchas veces con cámara en mano, otras con primeros planos que intentan transmitir el estado anímico de los personajes. No hay esa violencia excesiva que destilan las series estadounidenses, aunque aquí aparece soterrada y creando tensión. No hay persecuciones enloquecidas, ni tiroteos, como sucedía en Antidisturbios. Lo que queda es una sensación de desesperanza ante una conflictividad ante la que, no por falta de preparación, sino de medios, los agentes poco pueden hacer al estar desbordados en muchas ocasiones.  Los actores, (protagonizada por Amanda Jansson, en el papel de Sara; Oscar Töringe, como Magnus, y Por Lasson, en el papel de Jesse), tan multiétnicos como la sociedad en la que intervienen, desconocidos todos, son magníficos. Blancos, negros, judíos, todos unidos en la defensa de la ley y el orden y en el cumplimiento de la Constitución, aun a costa de ver romperse sus ideales, su vocación.
 

¿Qué ha quedado de la socialdemocracia nórdica? ¿Dónde han ido a parar sus ideales de igualdad, de justicia social? Aquellas sociedades que fueron un espejo en el que mirarse aparecen ahora rotas, tanto que la serie parece plantear si se hace necesaria la mano dura, y no es un caso de "buenismo", el que una de las policías se lleve a su casa a una drogata y luego suceda lo previsible. He visitado Suecia y Dinamarca y tengo grandes amigas allí, igual de preocupadas que yo ante el cariz que van tomando las cosas. Ojalá sepan encaminar a esas comunidades hacia un mayor bienestar, una convivencia pacífica basada en la tolerancia y respeto, aquel que permitía ir al cine a Olof Palme sin guardaespaldas. Creo que debería ser de obligada visión. Buen tanto para Filmin.
 
José Manuel Mora.
 



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