Noches de luna rota, de Fulgencio Argüelles

Larga noche de derrota

No es frecuente en estas recensiones que repita con frecuencia un autor, tanto es lo que me queda por descubrir. Sin embargo hay ejemplos de reincidencia en autores, dado el placer experimentado al sumergirme en sus historias. Si me vienen recomendados, como es el caso, por personas con criterio, como mi antiguo compañero bachiller, Pascual, con mayor motivo. ARGÜELLES, Fulgencio. Noches de luna rota. Barcelona: editorial Acantilado, 2022, con 222 págs. y una bella y sugerente foto en la cubierta.


El libro anterior de Argüelles, El palacio azul de los ingenieros belgas, me dejó honda huella. En ese enlace está ya la información para quien quiera conocer mejor al escritor. Él sigue enraizado en su tierra, la montaña asturiana, en época del maquis (1947), los resistentes a la represión franquista, integrado por unos hombres desquiciados por la intemperie, la ausencia de sus mujeres, la desesperanza y la desilusión que provoca la falta de salida a su pelea: "Esto es un resistir inhumano" (pág. 85); o bien, "No vamos a liberar al pueblo de la opresión fascista" (pág. 46). Y sin embargo allí siguen, mientras que "mozos apenas hay en el pueblo" (pág. 9), porque como señala Caparina, el joven ideólogo anarquista, "nos tiramos al monte [...] para ser más hombres, para ser más dignos de la condición humana [aunque esté] harto de rebeldías estériles y sudores sin fundamento" (169). 


Y bien cerca se prepara la boda de dos jóvenes, Arbicio y Jovita, con la duda de si aquellos se harán presentes en la ceremonia, a pesar del peligro que eso les pueda suponer "Esta boda me está dando muy mala espina" (pág. 111). La tensión está medida con sabiduría narrativa y uno piensa que todo desembocará en tragedia: "en las casas de Peñaforte habita el desasosiego" (pág. 203). En medio de todo ello vamos conociendo a los personajes que habitan ese páramo asturiano, los hermanos Delmiro, Raida, Quiria y Tricio, quienes sobrellevan la tragedia de un padre que mató a la madre;  Melquíades con su afán por pasar a Francia, Milvio y Remedios, padres amorosos de Jovita;  los dos amigos a pesar de sus diferencias, D. Carmelo, el cura y el maestro represaliado, D. Conrado, nombres todos ellos extraídos del santoral del día, llenos de rencores antiguos y de ilusiones nuevas, que los mantienen vivos, muy cerca de la omnipresente mina de carbón que tantas vidas ha segado. El escritor se permite juegos de intertextualidad, y en el presente narrativo se cita a Nalo, el protagonista de la novela citada más arriba. 


El rasgo formal más notorio a lo largo del libro es que no hay narrador. Cada uno de los capítulos, con su pertinente y sugeridor título, está constituido por un diálogo sin introducción alguna. Acabamos sabiendo quiénes dialogan al escuchar las interpelaciones mutuas de los hablantes. No sé si recuerdo novela alguna sin narrador, sea en tercera, primera o incluso en segunda persona autorreferencial. Y así escuchamos al parricida Delio intentar la justificación por su crimen: "Eso fue lo que me jodió la vida, la falta de escuela y un trabajo de animales" (pág. 164), aunque él mismo se contradiga al señalar: "Las traté como si fueran perras, sólo por haber nacido hembras" (pág. 29). O la sensata y desilusionada voz de Caparina en sus peroratas: "Ya nadie espera nada [...] Por un lado la corrupción de los vencedores y por el otro la triste resignación de los vencidos. Vamos, un erial de tres pares de cojones" (pág.168), que coexiste con su voz poética de antiguo estudiante: "Esa sombra de laurel gigante que anda robándole el sol al manantial" (pág. 69). Y, para que se dé la necesaria adecuación, el autor no se permite demasiado adorno formal. Sin embargo algunos de sus personajes se expresan a veces con fuerza telúrica y simple. "Negra de barro debo de tener el alma" (pág. 26), dice Delio. O la derrotada de su hija Raida. "Te juro que me escucho envejecer" (pág. 38). A pesar de tanta latente y expresa desesperanza provocada por la cercana derrota, subyace un horizonte de mar y vida que sigue esperando a quienes quieren enfrentarse a tanta calamidad sustentados por un amor inconmensurable, como si la luna rota del título quedara develada al final, iluminando el paisaje y a sus habitantes.   

José Manuel Mora.

P. S. Una pequeña recomendación: tal vez sea conveniente trazar un árbol genealógico de los vecinos de Peñaforte. Resulta arduo en principio retener nombres y personalidades, cada uno con su historia a cuestas.



Comentarios

Unknown ha dicho que…
Agradecido por tu profesionalidad.
Cordial abrazo. Lo no ni