Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach

En juicios te veas...

De nuevo Netflix estrena una película que no se verá en las salas. Y, aunque el argumento es conocido, la ruptura de una pareja (es casi un género del que Kramer contra Kramer, de 1979, es perfecto ejemplo), la presencia de la actriz es la que me lleva a querer verla. Se trata Historia de un matrimonio, escrita y dirigida por Noah Baumbach, con una amplia filmografía a sus espaldas que me es completamente desconocida. No se puede estar a todo, en fin... La permanencia de la cinta en la plataforma, no sé si por tiempo indefinido, me anima a escribir el comentario, más cuando las opiniones sobre el filme han sido de lo más variado. Aquí va pues mi cuarto a espadas.



Quién ha dicho que el amor dura para siempre.... Antaño, cuando las normas sociales eran más estrictas, las parejas solían durar indefinidamente. Se buscaban arreglos más o menos ocultos si la cosa no funcionaba. Luego llegó el divorcio, y la conciencia de que seguir juntos podía ser más dañino para la pareja y los posibles descendientes. Y comenzaron las separaciones: problemas de caracteres encontrados, de diferente manera de enfrentar la crianza, de aventuras no siempre confesas, de dificultades económicas cuando la mujer no siempre trabajaba... Algunas se hacían a las bravas y ella solía quedar sin amparo alguno. Los abogados vieron en la resolución de la separación un filón laboral. Y los divorcios se convirtieron en auténticos campos de batalla en los que los hijos a veces eran munición de alto calibre. Parece que el director se ha inspirado en su propia ruptura, a partir de la cual ha levantado una historia que empieza con el encuentro de los que van a separarse, director y actiriz, como sucedía en Bergman, ante un mediador que ayude a que la separación sea amistosa. Escuchamos las voces en off de ambos con el listado de las cualidades del otro que los llevaron a enamorarse y a vivir juntos, pero en planos cruzados. Pero la distancia entre los dos es emocional y física, cada uno en la punta del sofá. Ella se niega incluso a leer en voz alta su escrito. La ruptura ya se ha producido. Acaba de profundizarse cuando ella se muda a Los Ángeles  y él se queda en Nueva York, lo que permite también mostrar el enfrentamiento entre las dos ciudades y sus modos de vida (Holluwood frente a Broadway). Y se entra en el thriller judicial.


Entra en escena la abogada  de ella, una de esas profesionales que no trabajan si no es para ganar, a costa de lo que sea. La ley exige que él busque también su representante y así comienza una batalla legal que a los principales contendientes se les acaba yendo de las manos. Y se dicen cosas horribles de las que inmediatamente se arrepienten. Entra en juego el orgullo, los intereses de cada uno, la incapacidad de pedir perdón, y el dolor que mutuamente se provocan sin poder evitarlo, incapaces de detener la espiral en la que se van viendo envueltos. El director ha intentado que no se le desequilibre la perspectiva y que ambos personajes muestren sus fallos y sus valores. Y creo que lo consigue, aunque tal vez la figura de él sale algo mejor parada. El niño resulta absolutamente creíble en sus reacciones ante una situación para él nueva y desconcertante, de la que ninguno de los tres saldrá indemne.



 Aunque la peli está rodada con planos variados y secuencias de duración diversa, los primeros planos son frecuentes y para soportarlos hace falta que los actores vivan realmente lo que sucede. De Scarlett Johansson me espero cualquier cosa, porque la he visto magnífica desde que la descubrí en La joven de la perla y aquí se muestra valiente, con la cara lavada, capaz de llorar inconteniblemente o de cantar haciendo el payaso. Adam Driver con un físico tan común, no se me grabó en la memoria, a pesar de que la wiki me chive que ya lo vi de secundario en Inside Llewyn Davis y sobre todo en Paterson. Su papel, a veces cómico, otras tierno con el hijo, conmovedor definitivamente en la lectura del papel inical, vuela a gran altura. Y los secundarios, los malos picapleitos, son de lujo:  Ray Liotta Alan Alda cumplen con solvencia su parte, pero quien está que se sale, cáustica, irónica, inconmovible, es ese mosntruo de mujer llamada Laura Dern, de casta le viene. Para redondear el asunto, Driver se marca una pieza de Sondheim, que se convierte en resumen de toda la cinta y que está interpretada por el actor con tanta verdad que emociona, Being alive. ¡Qué suerte poder vivir una relación de muchos años, a pesar de los altibajos, llena de plenitud! Hay que trabajársela, claro.

José Manuel Mora. 




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