Aguas oscuras, de Todd Haynes

 El teflón.
A pesar de la crítica del exquisito de Boyero, me he animado a ver esta peli porque el tráiler me presentó una ambientación poco frecuente y por su protagonista, que aquí ejerce también de productor. Aguas oscuras (Dark waters) es una película de género, basada en los consabidos "hechos reales" (en las investigaciones llevadas a cabo por el periodista Nathaniel Rich para el periódico The New York Times) y dirigida por Todd Haynes, de quien ya disfruté Far from Heaven (2003) y sobre todo Carol (2016). Creo que merece la pena también citar la miserie Mildred Pierce. Me la fundí en un par de tardes.


Un abogado que trabaja en un bufete importante, encargado de defender a las potentes empresas químicas de los USA a finales de los 80. Un campesino vecino de la abuela del primero, que está viendo morir a sus vacas sin ningún motivo aparente. Es cierto que cerca de la granja hay un vertedero que parece que nadie controla. Y una petición de ayuda, que se traduce en una investigación casi a regañadientes por parte de alguien que no es precisamente un paladín de los verdes, de cosas que no se quiere que salgan a la luz. Entre ellas un compuesto químico (politetrafluoroetileno, PFOA) empleado para la fabricación de las famosas sartenes antiadherentes con su fondo recubierto de teflón desde los años cincuenta. Muchas de las trabajadoras de la fábrica que las producía enfermaban de cánceres agresivos. La empresa, la gran corporación DuPont, sabía de sus efectos desde 1961, pero era lo suficientemente potente como para detener cualquier tipo de  demanda. Y resulta curioso enterarse de que las organizaciones gubernamentales estadounidenses no regulan sobre sustancias químicas, a menos que la propia empresa advierta de su peligrosidad (?!). Hasta  que este abogado acaba por hacer de la investigación y defensa del granjero una razón vital. Una lucha que le llevará lustros de demandas (diecinueve años concretamente), recursos, desengaños y desmoralizaciones, con crisis matrimonial incluida.  Resulta enternecedor ver una época que uno reconoce, en la que había cabinas telefónicas en la calle y las comunicaciones no eran tan instanténeas como en la actualidad y los archivos albergaban papel y no formatos PDF.


Si en las citadas más arriba, Haynes se mostraba como un director exquisito, ansioso de dejar su impronta en ambientaciones, estudio de personajes y ritmos anímicos, aquí parece haber dejado de lado todo ello para filmar con una sobriedad apabullante. El territorio donde sucede, Virginia Occidental, está fotografiado por  Edward Lachman en una gama fría de grises, en el que pocas veces luce el sol. A lo largo de la trama no se levanta la voz, no estamos ante las pelis de juicios con giros espectaculares. No hay aquí thriller que valga, más bien, drama social y crítica de un sistema donde parece que siempre ganan los fuertes y donde el propio aparato judicial y federal quedan en entredicho. Ya habíamos visto antes otros títulos del género de denuncia que antes mencionábamos: Chinatown (1974) de Polanski que resultaba escalofriante, como años después Erin Brockovich (2000), de Soderberg, por citar sólo dos. No hay aquí demasiadas escenas de juzgado, pero sí de trabajo oscuro y monótono entre expedientes polvorientos, entrevistas a los que enferman, peleas contra el propio bufete...Y una lucha continuada, junto a la necesidad de pelear juntos. El desastre de Aznalcóllar en nuestro país no tuvo tan buenos defensores. Boliden, la empresa contaminante, no ha tenido que sufragar ningún gasto relativo a la contaminación que su vertido produjo.

Marc Ruffalo es el protagonista absoluto, además de ser el productor que ha encargado que la cinta se ruede. La sobriedad actoral de un hombre que ha pasado de icono erótico en algunas de sus pelis anteriores a señor maduro con la barriguita que a todos se nos pone, resulta muy convincente. La evolución de sus gestos, desde la displicencia inicial al derrumbe final está actuada con singular maestría. A su lado el siempre efectivo Tim Robbins, que no parece querer filmar personajes con los que no pueda estar de acuerdo, o Anne Hathaway en la que no reconocí a la mujer de uno de los vaqueros de Brokeback Mountain. Ni tampoco a la ganadora de un Globo de Oro en Los Miserables. Esta cabeza mía... Ejerce de "mujer de", capaz de apoyar y de quebrarse ante la dependencia obsesiva del marido con su trabajo. Mientras pasan los títulos de crédito finales suena Johnny Cash en la canción I Won’t Back Down, una declaración de intenciones del protagonista. Película pues valiente en su denuncia y que no pretende ir más allá que hasta donde llega. Y llega bastante. 

José Manuel Mora. 





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