El visitante (The Outsider), de Richard Price

 Oscura, muy oscura.

Intentaré recordar a partir de ahora que no debo ver series que no estén descargadas al completo. Me resulta cada vez más difícil retener nombre y elementos de la trama de una semana a otra, cuando se cuelga el capítulo siguiente. Eso me ha sucedido con la que acabo de terminar esta tarde en la plataforma HBO. El gancho era el autor de la novela homónima, Stephen King, del que he visto algunos títulos filmados a partir de sus novelas que me gustaron bastante: El resplandor, ante todo, pero también Misery o La milla verde. Y sin mucha más información he pasado diez semanas asperando cada lunes los 55 mi. del capítulo siguiente de El visitante (The Outsider). Su director y guionista (firmó El color del dinero  para Scorsese y Clockers para S. Lee) era también un marchamo de calidad a partir de las apasionantes The Wire , The Deuce,  y The Night of comentadas aquí. Ya adelanto que me ha costado llegar al final. Y explico por qué.


Price ha trabajado hasta ahora temáticas sociales e historias  de policías que han de resolver casos. Así arranca ésta: un niño de once años desaparece y luego es encontrado brutalmente destrozado. La investigación policial se pone en marcha y las sospechas recaen sobre un enrenador de béisbol felizmente casado y con dos hijas pequeñas al encontrar sus huellas dactilares en el lugar de los hechos. El misterio se producirá cuando haya pruebas de grabaciones de cámaras de seguridad que demuestran que ese día y a esa hora, el hombre estaba a muchos kilómetros  de distncia. El policía que investiga, amigo y compañero del anterior, es un hombre atormentado por la muerte de su hijo, algo nunca resuelto. Las sorpresas se suceden, claro está, hasta que lo sobrenatural hace acto de aparición filmado todavía como algo cotidiano, pero la intervención de una mujer negra, investigadora poco ortodoxa, que padece aerofobia y que es capaz de saber la altura de un edificio con sólo mirarlo, entre otras particularidades, hace que la historia se abra hacia el misterio, hacia lo inexplicable, cosa que el agente no puede soportar. Porque de ser cierto lo que sugiere la mujer, estaríamos hablando del famoso personaje del doppelgänger, el doble fantasmagórico de raíces románticas que suele tener un carácter malvado, oscuro, misterioso.  Hay por tanto una búsqueda de raciocinio en lo que aparentemente no tiene explicación. Frente a la búsqueda de pruebas fehacientes, las intuiciones de la mujer, meros pálpitos que parecen tener que ver con el inconsciente colectivo y los miedos infantiles.


La manera de estar contada no es lineal. Se presentan hechos que vienen con antecedentes contados a posteriori y con giros de guión que saben mantener la atención del espectador. Todo sucede en medio de ninguna parte, un pueblecito perdido en lo hondo de Georgia, donde parece que casi nunca brilla el sol y que traslada muy bien el atormentado interior de los personajes; no sólo los citados, sino el de la mujer del policía o la esposa del acusado. Todo es sórdido, muy cutre, el pasiaje (espléndidos planos con dron), la ambientación tenebrosa de los interiores, de la comisaría o los hogares, no hay nada de glamur en las vidas de estos seres, mortificados por la pérdida, por un mal que parece transmutarse y que da lugar a nuevos crímenes que hay que intentar resolver. ¿Quién puede cometer asesinatos tan atroces? ¿Dónde radica tanto mal? Las explicaciones no parecen convencer a nadie. Y ¿cómo se puede trabajar con alguien cuyos razonamientos sin base científica no eres capaz de compartir? Y sin embargo hay que seguir investigando. Son todas esas subtramas que van apareciendo, las que me hacían difícil recordar nombres y hechos. La tensión no decae hasta un grand finale con un desenlace que deja la puerta abierta a una posible continuación.


 Ben Mendelsohn es el policía  y Cynthia Erivo la investigadora heterodoxa. El primero, sobre todo, me ha paraecido un excelente actor, a quien había visto sin recordarlo ahora en La hora más oscura. El director trabaja muchas veces en primeros planos gracias a los cuales el actor es capaz de mostrarnos todo su atormentado interior, sus dudas, su dolor, su miedo. A ella no la conocía en absoluto pero su peinado, sus uñas, sus capacidades y un rostro de expresividad contenida, logran que el personaje resulte intrigante, lleno de matices. Los diálogos casi inconclusos muchas veces hacen que se trabe un lazo entre ellos dos. Y a pesar de todo ello, tal vez por la falta de aclaración final, la serie me ha dejado insatisfecho. Es posible que me haya faltado el climax necesario en mi visionado hogareño. Ya digo, la próxima la veré en plan maratón.

José Manuel Mora.


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